Hugo Lobo, de Dancing Mood: la banda que fue a contrapelo de los prejuicios, jamás tuvo productores musicales y cumple 25 años
Trompetista y fundador de Dancing Mood, la orquesta de ska jamaiquino que conduce desde 1999, Hugo Lobo abre la puerta de su casa/estudio en Villa del Parque y enseguida invita a pasar al interior de su búnker musical. Melómano por naturaleza, además de las consolas y los instrumentos del estudio, en el living atesora las bandejas y una batea repleta de vinilos. Una voluta de humo se desprende del sahumerio, mientras una luz vaporosa y el sonido inconfundible de Miles Davis crean la atmósfera de la entrevista, con motivo del lanzamiento de Forever, el último álbum de estudio de la banda, que el próximo viernes 15 de noviembre en el estadio Obras celebra sus 25 años on the road.
Siempre de forma autogestiva, desde sus inicios Dancing Mood ha sido una banda instrumental y de versiones sobre standards de grandes músicos como Duke Ellington, Count Basie o Dizzy Gillespie, Delroy Wilson o los Skatalites.
Sin embargo, de unos años a esta parte, apuesta por las composiciones propias, como viene haciendo desde Ska Explosion (2015) y On de Good Road (2017), con la colaboración de León Gieco, Dante Spinetta y Patán Vidal, entre muchos otros.
Además, viene de completar la reedición en vinilo de toda su discografía: los siete discos que van desde el debut 20 minutos (2001), hasta su última producción en estudio, On The Good Road.
En diálogo con LA NACION, con unos amargos de por medio, Hugo Lobo repasa sus inicios en la música, la fundación de Dancing Mood y su trayectoria a lo largo de estos 25 años, que hoy lo posiciona como una de los músicos más destacados de la escena local.
-Dancing Mood se caracterizó desde el comienzo por ser una banda de versiones. ¿Qué te llevó a empezar a componer?
-Desde el inicio, a mí se me ocurrió hacer versiones como un deber pedagógico, en una época donde no había plataformas digitales y estaban muy marcados los estilos: si te gustaba Hermética no te podían gustar los Carpenters. Siempre quise ir a contrapelo de esos prejuicios musicales y sociales que había hace 20 años, y mostrarles a los pibes que les gustaba el ska, más que nada, determinados compositores: fijate quién es Duke Ellington, fijate quién es Count Basie, fijate qué es Earth, Wind & Fire. Para mí fue un deber mostrar que hay una música anterior al reggae, que es esta, el ska jamaiquino, y también sus influencias, que son todos estos compositores. Así pasó un tiempo, y al menos en el under, se hizo un nombre, empezó a llevar cada vez más gente que empezó a entender eso. Hace unos años me pareció que esa etapa ya había pasado.
-¿Cómo definirías Forever?
-Es un álbum especial y más personal que ningún otro, el primero de otra etapa, que por primera vez grabamos acá en mi estudio, principalmente por lo económico y la tranquilidad de los tiempos, de no tener que grabar en dos semanas. Nosotros jamás usamos productores musicales. Con mis aciertos y mis errores, siempre tuve en claro lo que quería. Además de tener ocho composiciones propias, fui el ingeniero de sonido, pudimos manejar los horarios y el momento de la salida del disco. Entonces es una etapa nueva en ese sentido.
-Hay un tema que grabaste en colaboración con León Gieco, una versión reggae de su clásico “Hombres de Hierro”. ¿Cómo se dio?
-Con León es una historia particular. Mi viejo [el baterista Rubén Lobo] había tocado con él como 15 años, mientras yo era chico, y en ese tiempo compartimos montón de ensayos, de giras, pruebas de sonido, de todo un poco. He visto tantos shows… Me sabía las letras. León en ese momento estaba a full, y yo flasheaba. Después mi viejo dejó de tocar con él, siguió tocando muchísimos años con Mercedes Sosa, pero a mí siempre me siguió gustando y le presté mucha atención: las letras, su mensaje, su manera de manejarse, que vive lo que dice, que hace lo que dice. Siempre dije que es uno de los pocos músicos de acá que yo respetaba. Por ahí hacía 70 shows en un año y 20 eran para colegios rurales, hacía shows gratis para un montón de causas. Desde que mi viejo dejó de tocar con él en el 90, se dejaron de ver hasta ahora que concretamos grabar, pero en el medio yo me lo crucé muchas veces en festivales, en Cosquín, en La Falda, también lo he ido a ver, y las veces que nos cruzamos siempre dijimos de hacer algo, así pasó un montón de tiempo hasta que a fin del año pasado me hinché las pelotas y le dije: ‘Loco, es ahora’.
-Además, “Hombres de hierro” es el primer tema cantado en castellano que graba Dancing Mood, otra gran novedad. ¿Se complica cantar reggae en castellano?
-Y… Puede ser por la fonética, por eso me llevó tiempo elegir qué tema podíamos hacer, que pudiéramos versionar de esa manera. Vos fijate que el hip hop español es horrible. Es re duro por el idioma. Rapeá un tema de 2Pac en español… ‘Pues tío’. Es una m... La fonética del patuá [criollo jamaiquino] en el reggae, su pronunciación, tienen que ver con todo. Es como cantar un tema de Héctor Lavoe con las inflexiones del Polaco Goyeneche. O al revés, cantar una salsa como el Polaco. No va a quedar bueno.
-Llegaste a la trompeta después de pasar por la batería y el piano. ¿Cómo fue ese recorrido?
-Siempre digo que la batería la dejé porque tenía el profesor dentro de mi casa, y eso es re jodido . Como cuando tu viejo te enseña a manejar. A mí me saturó eso, tuve muchas crisis con eso, incluso dejé de estudiar con mi viejo y seguí con otro profesor. Porque me gustaba la batería, pero era un quema bocho, y cuando cambié de profesor… Me quemaba el bocho peor. ¡Me tomaba lección todos los días! No sólo de batería, sino de solfeo y un montón de cosas. En esa desesperación agarré el piano pero él también sabía tocar el piano, y armonía… Entonces llegó un momento, como a los 12 años, en que me saturé en serio. Primero quise largar la música y no pude. Hablé con mi vieja y le dije que quería tocar el saxo. En las big bands, en las orquestas de salsa, en las bandas de jazz, los vientos son hermanos de la batería, porque siempre hace los cortes y los acentos con la fila de caños. Entonces fui solo a una casa de música, a preguntar, y en la vidriera había un saxo carísimo y una trompeta barata. Entonces pensé: ‘Si pido un saxo me van a dar una patada en el..., vamos por la trompeta, que me la pueden comprar’. Y para una Navidad me regalaron una trompeta, pero, adentro del estuche, había un papel con la inscripción al conservatorio. Me dijeron: ‘Anda a estudiar’. Y ahí agarré la trompeta.
En la cocina
Empezó a tocar la trompeta a los 13 años y, a los tres meses, con las pocas notas que podía tocar, ya se había sumado a una banda de Mar de Plata. Tenía facilidad para tocarla. Poco después se encontró en una fiesta con Fidel Nadal, y a los 15 empezó a tocar en Todos tus muertos. En esa época, Fidel vivía con Sergio Rotman, que por entonces estaba armando Mimí Maura, y también lo convocó. Después desembarcó en Los Cafres y a partir de ahí, toco con casi todos.
“Salvo Gillespie, que andaba en otra, o Tallarita, que creo estaba con Los Pericos en esa época, en ese momento, no había muchos trompetistas rockeros. Toqué con casi todos más que nada porque no había”, dice Lobo desde la cocina, mientras prepara con dedicación un café para el fotógrafo que acaba de llegar.
-¿Y cómo llegaste a formar Dancing Mood?
-Desde muy chico también empecé a ver cosas que no me gustaban, ciertos manejos de la guita que había en las bandas, o esa cosa de no darle bola a la gente que te viene a dar una abrazo… Los managers, los productores musicales. Entonces me propuse armar una banda, principalmente pensando en lo musical, pero también que me permitiera no depender de esos personajes, y poner la entrada al precio que me parezca, tocar en los lugares que yo quiero, tocar, sacar los discos cuando yo los quiero sacar, ese tipo de comunidad. Tampoco quería ensayar siete veces por semana. Un ensayo de Dancing Mood dura 15 minutos , para practicar las melodías de las canciones. ¿Los solos? Andá a estudiarlos a tu casa. Hice una banda cómoda para el músico, porque yo viví de tocar con cinco bandas consecutivas que ensayaban tres veces por semana cada una, lo mismo, siempre, y era un rompedero de bolas. Como tocamos mucho, entonces ensayamos principalmente en las pruebas de sonido. ¡¿Sabés qué quilombo es juntar a 13 tipos para ensayar?!
-¿Cómo fue la propuesta de arranque?
-Dancing Mood nació como una banda instrumental de ska jamaiquino, en donde los vientos fueran los protagonistas. Si bien entonces éramos más, la formación al día de hoy somos siete vientos: saxo tenor, saxo barítono y saxo alto; flauta traversa, trompeta, dos trombones y una armónica; batería, bajo, dos guitarras y teclado. Y fue tentador para muchos, más que nada porque los vientos estamos acostumbrados a ser un adorno, más en esa época.
-Debutaron a fines de 1999. ¿Cómo recordás esos primeros shows?
-El primer show fue súper bizarro, tocamos en un lugar que se llamaba Coco Bahiano, en San Telmo. Teníamos cuatro canciones, y en esa época se tocaba re tarde. Se anunciaba a las diez de la noche y tocabas a las tres y media de la mañana. Entonces cuando se hicieron las tres de la mañana, tocamos los cuatro temas. Duró 15 minutos el show. Dijimos: ‘Chau, buenas noches’, y nos querían c... a trompadas. Así que tuvimos que hacer cada tema tres veces, para completar 12 canciones. Había venido un montón de gente, y después no vino más nadie… Sí, vinieron pero tardó.
-Otra de las características de la banda es la alta rotación de los músicos. ¿A qué lo atribuís?
-Por un montón de cosas. Esto que hablamos, de la independencia, de la autogestión, hay gente que lo entiende y hay gente que no. ¿Es una cooperativa? Sí, una cooperativa en las buenas y en las malas, no. Más que nada siempre fue rotando porque hay gente que no entendió las malas. Es una cooperativa donde los gastos y los costos los afronta uno pero no para reclamarlo después, sino porque creo que así funcionan mejor las cosas . Dancing Mood no existiría si hubiese libre albedrío, cien por ciento de opinión desde el primer día hasta ahora. Se hubiese separado en el primer o el segundo show. Eso también lo aprendí de otras bandas. Democracia total, pero que uno sea el comandante de la cosa, sino es un quilombo. Otra razón es porque hay mucho sesionista, gente a la que le salieron laburos mejores, más constantes, con una guita fija, y uno tampoco se puede meter con eso.
-¿Cuando mirás hacia atrás, cómo evolucionó la orquesta en todos estos años?
-Hubo una evolución en lo musical y en el repertorio. Van pasando los años, y si seguís estudiando, tenés 20 años más de instrumento, de armonía, un montón de cosas. Un escalón importante se dio con Non Stop (2011), el disco triple que trae 71 canciones, de las cuales treinta y pico son standards de jazz, de Charlie Parker, de Thelonious Monk, con armonías y solos un poco más jodidos, cosa que antes le esquivábamos. El cambio de integrantes también contribuyó, con músicos que interpreten mejor el estilo, más virtuosos a la hora de hacer un solo. Porque acá hay que pelar todo el tiempo: imaginate que cada músico de Dancing Mood tiene un promedio de 11 solos por show, y hay que tener una constancia y una evolución en eso para no reiterarse y pasar por diferentes tonalidades, diferentes escalas, diferentes modos, diferentes idiomas que te va dando el estudio, para no caer siempre en lo mismo.
-Además de Dancing Mood, en 2011 comenzaste el proyecto Vamos Los Pibes, en el Centro Cultural del Club Atlanta, una orquesta-escuela gratuita que funciona en el merendero para chicos de seis a 13 años. ¿Cómo es el trabajo con ellos?
-Yo soy hincha de Atlanta, y me dieron el espacio en el Centro Cultural para hacer una orquesta merendero para pibes en situación de vulnerabilidad, un espacio abierto para todos. Laburamos mucho en los primeros años yendo a los colegios de por ahí, a preguntar cuál es el pibe que tiene más quilombos, a cuál le hacen bulling, cuál es más tímido, y hablamos con los padres, les contamos lo que hacemos, con la música como canal de reunión. Porque los pibes que tienen esas diferencias, a la hora de tener un instrumento en la mano son todos iguales, participan todos de lo mismo. Han tocado en el Luna Park, en la Rural, los meto en el show de Dancing, pero más que nada la idea es que miren para atrás y le den una mano a los que están empezando. Muchos de esos pibes después entraron al conservatorio, se recibieron y hoy día son profesores. Se acercaron a la orquesta por quilomberos, y terminaron queriendo la música.
-También tenés otros proyectos musicales.
-Por una lado tengo la [Hugo lobo &] Backing Band, un septeto que se arma en cada lugar a donde voy, con seis músicos locales de cada provincia. Después, hace un año y medio armé un cuarteto de jazz puro, una música que siempre me gustó y en todos estos años nunca la pude interpretar [Hugo Lobo Cuarteto]. Tocar la trompeta solo en el circuito jazzístico es otro plan y otro desafío. Ahora me puedo tirar a esa pileta porque al menos sé flotar.
Para agendar
Dancing Mood celebra sus 25 años. Viernes 15 de noviembre, a las 21, en el Estadio Obras (Av. del Libertador 7395)