James Caan y su tarea más agonizante en el rodaje de 'Misery'

Dejar huella en la retina cinéfila del mundo no es tarea fácil, pero James Caan lo consiguió con creces gracias a personajes tan inolvidables como Sonny Corleone en El Padrino y una de las filmografías más eclécticas e interesantes de las últimas décadas. El actor falleció a los 82 años el pasado miércoles 6 de julio dejándonos un legado enorme plagado de personajes dispares, intensos y con cierta tendencia a la violencia, siempre navegando por Hollywood a su manera.

Así como desaparecía durante algunos años de la gran pantalla, de repente regresaba para recordarnos ese talento de gigante que transmitía a través de la cámara. Y aunque desde el inicio del nuevo siglo la industria dejó de ofrecerle papeles que le hicieran justicia, su figura quedó grabada para siempre en la historia moderna del cine. Y no solo gracias a El padrino, sino también a otros clásicos como Misery y donde tuvo lugar la anécdota que paso a contarles.

James Caan en silla de ruedas en una escena de la película 'Misery', 1990. (Foto de Columbia Pictures/Getty Images)
James Caan en silla de ruedas en una escena de la película 'Misery', 1990. (Foto de Columbia Pictures/Getty Images)

Según aquellos que lo han entrevistado, James Caan era un tipo nervioso y de movimientos rápidos, que transmitía una personalidad explosiva. Es más, cuando no estaba trasladando su energía a los personajes, acostumbraba a aliviar su nerviosismo practicando tenis y rodeo. Sin embargo, si bien esa intensidad siempre fue un aliada para sus películas no lo era tanto para quienes tenían que trabajar a su lado. “No era fácil vivir conmigo” dijo en 1981 a UPI sobre el rodaje de Ladrón de Michael Mann, aquel thriller donde pasó cada hora del día acompañando al ladrón de la vida real que interpretaba, imitando y absorbiendo cada característica suya con tal ahínco que terminó perdiendo 7 kilos mientras trabajaba entre 15 y 16 horas al día.

Sin embargo, en otras ocasiones esa intensidad comenzó siendo un problema. Fue el caso de Misery (1990), aquella adaptación del clásico de Stephen King que, personalmente, se mantiene en mi Top 10 de thrillers favoritos gracias a secuencias que han quedado grabadas a fuego en el recuerdo colectivo. James Caan interpretaba a Paul Sheldon, un exitoso escritor que sufre un accidente de coche cuando iba camino a entregar el manuscrito de su última novela. Una mujer anónima lo rescata y lleva a su casa para sanar sus heridas, sin embargo enseguida descubrimos que se trata de una fan obsesionada que hará todo lo posible por mantenerlo a su lado. Kathy Bates ganó el Óscar por su interpretación como Annie Wilkes y si bien James Caan no había sido la primera elección del director (ni la primera, segunda…), tres décadas más tarde sigue siendo todo un clásico. Es más, al conocer la muerte de James Caan fue la primera imagen que me vino al recuerdo: él, desesperado y en la cama, mientras Annie lo ataca con un mazo en los tobillos para asegurarse que no vuelva a merodear o escape.

Como muchos saben de sobra, James Caan se pasa prácticamente toda la película postrado. En la cama o en silla de ruedas, sin moverse más de la cuenta. Pues imaginen el logro que hubo detrás si se trataba de un hombre nervioso, activo y enérgico que no paraba quieto ni un solo momento.

Kathy Bates vigila a James Caan en una escena de la película 'Misery', 1990. (Foto de Columbia Pictures/Getty Images)
Kathy Bates vigila a James Caan en una escena de la película 'Misery', 1990. (Foto de Columbia Pictures/Getty Images)

James Caan llegó a la producción después de que Warren Beatty la abandonara. El actor había pasado varios meses preparando el personaje y ayudando a pulir el guion, pero el rodaje extendido de Dick Tracy le obligó a dejar al director Rob Reiner colgado. William Hurt, Kevin Kline, Michael Douglas, Harrison Ford, Dustin Hoffman, Robert De Niro, Al Pacino, Gene Hackman y Robert Dreyfuss ya habían rechazado el papel, hasta que alguien sugirió proponérselo a James Caan. Sin embargo, la cosa no fue nada fácil. Al menos al principio.

En el primer día de rodaje, Rob Reiner se lo puso fácil agendando la filmación de una escena sencilla para dar el pistoletazo de salida: la secuencia de Paul Sheldon terminando la novela final de Misery y practicando su ritual de encender un cigarrillo. Era una costumbre del personaje, que tiene el cigarrillo, una cerilla, una botella de champagne y una copa vacía junto a su máquina de escribir como símbolo de la celebración que le espera cuando termine su trabajo. “Todo lo que tenía que hacer era coger el cigarrillo y encender la cerilla” comentó Reiner durante el Festival TCM Classic celebrado en 2021. “Como después del sexo. Ha escrito este libro y se lo ha sacado de encima. Es un alivio” (vía USA Today).

Suena sencillo pero a James Caan no le salía. Debido a sus movimientos nerviosos y rápidos por naturaleza no podía encender la cerilla. Reiner le pedía que se relajara, que lo dejara fluir, pero no había caso. "Es muy inquieto. Es un tipo muy físico. Se seguía moviendo", dijo Reiner. "Toma tras toma tras toma, seguía moviéndose. Era como '¡Jimmy!' Finalmente, después de 10 o 15 tomas, finalmente lo hizo. Y tuvimos que hacer un descanso para almorzar".

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No obstante, a medida que avanzaban en el rodaje, tanto James Caan como Rob Reiner, se dieron cuenta de que esa personalidad tan enérgica estaba secretamente ayudando a la frustración in crescendo que transmite Paul Sheldon. En la historia, el escritor no puede caminar debido a las heridas provocadas por el accidente. Confía en Annie, quien le dice que debe quedarse allí hasta que abran las carreteras y se reconecten las líneas telefónicas debido a una fuerte tormenta de nieve. Pero poco a poco va descubriendo la verdad, que Annie pretende forzarlo a quedarse inválido, torturándolo física y psicológicamente para que concluya la novela tal y como ella pretende.

Estar atrapado en esa cama, en la que está toda la película, tenerlo encerrado, creó más frustración y lo ayudó a interpretar el papel", comentó Reiner. Pasar tanto tiempo quieto y acostado, habría contagiado tantas hormigas en el cuerpo a James Caan que la exasperación que iba sintiendo fue alimentando la misma frustración del personaje. Es más, Rob Reiner alimentaba esa inquietud bromeando antes de cada escena, diciéndole antes de rodar: “Jimmy, en esta escena estás en la cama” y luego se marchaba dejándolo ahí acostado e inmóvil ante la cámara.

Jamás olvidaré la primera vez que vi Misery. Tendría unos 12 o 13 años y me encontraba viviendo mi propio aprendizaje cinematográfico, descubriendo que mi pasión iba más allá de un mero hobby de fin de semana. La sorpresa, tensión y suspense que me contagió la película en una etapa tan clave en mi desarrollo cinéfilo supuso un antes y un después en mi predilección por el thriller. Y estoy convencida que a muchos en aquella época les habrá pasado lo mismo.

La película fue recibida con elogios por parte de la crítica, alabando las actuaciones de Kathy Bates y James Caan y esa retroalimentación constante que consiguen a través de sus personajes. Y si bien no arrasó en taquilla al competir al mismo tiempo con un éxito de la época como Solo en casa, se convirtió en un clásico instantáneo para el thriller. Y una película que ahora, más de 30 años después, ha envejecido mejor que muchas otras.

Si te apetece volver a verla o descubrirla por primera vez, puedes encontrar Misery en los catálogos de Amazon Prime Video, Filmin o Movistar.

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