Juan Minujín, de los mensajes de WhatsApp con Coppola a interpretarlo en una serie y viajar a filmar en Nápoles
Los motivos que han puesto a la década del 90 y a sus protagonistas en el centro de proyectos artísticos, debates, investigaciones y videos de TikTok son dignos de reflexión. Se percibe una necesidad constante de conectar muchos aspectos del presente -desde culturales hasta políticos- con aquella década suntuosa, desbordada y en muchos aspectos obscena. Y en el centro de la escena: Guillermo Coppola. “Guille”, “Guillote”, un personaje que nació secundario y fue escalando hasta volverse gran protagonista, por carácter transitivo, como así también por (de)mérito propio.
El empleado de banco, el hijo pródigo; el manager, el amigo y “protector” de Diego Maradona tanto en el cielo como en el infierno, el gran contador de anécdotas. Mil y una vidas que se convertían en terreno fértil para ser llevadas a la pantalla.
Darle forma a esa usina de historias fantásticas, algunas con ribetes de leyenda, fue la tarea que se propusieron el director Ariel Winograd, y Juan Minujín hace ya dos años. El resultado, inabarcable, pero prolijamente condensado en seis episodios, estará a disposición de fans y detractores desde el 15 de marzo en Star+. La serie se llama Coppola, el representante, pero es mucho más que eso. Tanto como para que su protagonista dudara seriamente antes de aceptar el papel.
-La mayoría de tus colegas habría aceptado sin dudar, ¿qué era lo que te preocupaba en ese momento?
-El personaje era muy atractivo, fascinante en sí mismo, pero quería ver si podíamos ir más allá de las anécdotas que uno ya conoce. Él es muy público, lo venimos viendo desde hace 15 o 20 años en la televisión. Me interesaba mucho saber el encuadre que pensaba darle el director, si iba a ser una especie de museo de sus anécdotas o se iba a poder entrar en otra dimensión por fuera de ese personaje tan público.
-El resultado es un poco de ambas.
-El desafío que buscamos entre todos fue ver qué había detrás de ese gran anfitrión que cuenta historias graciosas y floridas. Y después por supuesto, conocer también cómo era esa vida atravesada por Maradona. Cuando vi que ese era el camino me entusiasmé muchísimo.
-¿Cuándo te propusieron el papel te veías parecido? Porque la sensación general era que no tenían nada que ver.
-Un poco sí, pero hay un trabajo muy bueno de los caracterizadores, de la gente vestuario, de la directora de arte. La caracterización soy yo, pero también es la ropa, los objetos, las cosas que lo rodean. Por suerte a “Wino” (el director) le parece muy importante ensayar, algo que no es habitual. Hicimos una previa de un mes y medio en donde yo iba casi todos los días a la productora a pasar letra con otro actor, o solo con él. La gente tiene muy presente al Coppola de ahora, a su forma de hablar, a sus gestos. Además, es mucho más gracioso. Pero cuando ves las entrevistas en los 90, era muy serio, taxativo. Había que ser fiel con ese retrato, y no quedarse solamente con el tipo de la fiesta. Lo más difícil fue encontrar la manera de pensar de una persona como Coppola.
-¿Y cómo piensa?
-Es una persona que le da mucho valor a la amistad, a la lealtad, hace un culto de eso. Lo más interesante fue encontrar la dimensión de sus relaciones humanas. Lo que a él le pasaba con sus parejas, o con Maradona. Y también cómo lo habían atravesado otros momentos clave de su vida, como su encuentro con Enzo Ferrari, con Berlusconi, con el presidente del Nápoli. Eso de ir escapando para adelante todo el tiempo. La serie arranca en 1985. Los primeros capítulos son más luminosos porque así era su vida entonces: Maradona en Nápoles, después el Mundial del 86. Todo muy para arriba, pero luego se va complicando más la cosa.
-Claro, el asesinato de su socio y amigo Poli Armentano, todo el episodio del jarrón, la cárcel. ¿Qué recuerdo tenés de esa época?
-Recuerdo el escándalo del jarrón, como todos los que atravesamos esa época, pero no tenía muchos más detalles. La verdad es que tampoco sabía tanto de Coppola antes de hacer la serie , tuve que investigar mucho para el proyecto. No era un fan de sus anécdotas, lo tenía muy relacionado a Maradona y no mucho más.
-Cuando uno compone a un personaje tan subrayado por él mismo en sus modismos como es el caso de Guillermo, cuesta “sacárselo”. En otras palabras, ¿cuánto tardaste en dejar de hablar arrastrando la “s”?
-(Risas) Fue una convivencia muy intensa porque lo ves tanto que uno ya tiene un camino trazado de por dónde ir. En un punto te ayuda mucho tener una referencia tan clara a la hora de componerlo, pero también tiene sus cosas. Me acuerdo que cuando terminé de grabar, enseguida empecé otro proyecto, y me había quedado el movimiento de manos, los gestos, y la “s”.
-¿Te preocupa lo que pueda opinar al ver la serie?
-No, pero sí tengo curiosidad de lo que va a decir cuando la vea completa . Desde el inicio nos dio mucha libertad para trabajar. Además me parece que es importante entender que se trata de una ficción basada en la vida. Lo que hice no fue una imitación, sino una interpretación de una energía que él tiene. Guillermo siempre fue muy elogioso con mi trabajo, pero supongo que debe ser difícil que hagan una serie sobre vos, tus altibajos. Porque tuvo altibajos muy pronunciados.
-Ya habías hecho de un joven Jorge Bergoglio en Los dos papas, otro personaje contemporáneo.
-Claro, lo que pasa es que Bergoglio era un personaje más lejano. No tuve acceso a él y el archivo que había sobre la época que me tocó era muy poco. En este caso el volumen del material era descomunal, además fui a la casa de Guillermo varias veces, tenía su WhatsApp y lo contactaba si tenía alguna duda. Fue muy positivo siempre, en ningún momento controló qué se decía o qué no, más allá de que hubo un consenso con los guiones.
-Los guiones tuvieron muchas reescrituras, ¿participaste en ese proceso?
-Por suerte tuve la posibilidad de aportar mi mirada y mis ideas sobre el personaje. Siempre traté de ir hacia el lado más humano y en el caso de las anécdotas que se escucharon mil veces, mi planteo era: ‘Si la hacemos qué le agregamos y si no le sumamos nada, para qué la hacemos’. Igualmente todo el proceso fue muy largo. El papel me lo ofrecieron en 2022, hubo dos meses de previa y cuatro de rodaje. Terminamos en diciembre de ese año. Después todo 2023 fue de posproducción, esta serie también estuvo muy reescrita en el montaje.
-¿Se filmó en orden cronológico?
-No, te diría que los planes de rodaje no estaban armados por las locaciones sino por las pelucas.
-¿Cómo es eso?
-Es que había dos pelucas, según las épocas del personaje y el cambio de una a la otra tomaba mucho tiempo. Entonces si se hacía ese trabajo en una misma jornada casi que perdíamos el día entero. Así que se ordenó el plan de rodaje de acuerdo a las épocas, para aprovechar un mismo tipo de cabello.
-La serie comienza en Nápoles, ¿cómo fue la experiencia de filmar en una ciudad tan emblemática para Maradona y para Coppola?
-Estuvimos dos semanas en Italia, una de rodaje y una previa. La reacción fue muy divertida porque la gente más grande se acordaba de él, y obviamente de Diego. Fue un momento muy lindo porque además fuimos justo en la época del Mundial, así que me di el lujo de ver un par de partidos en Nápoles. Es una ciudad que le tiene un amor a la Argentina y a Maradona muy singular. La gente todavía hoy es fan, chicos jóvenes que habían heredado el fanatismo de sus padres. Muchos de los extras se acordaban de esa época y nos tiraban datos de cómo había sido cada momento.
-¿Por qué a la gente le fascina tanto la década del 90 y sus personajes?
-Creo que porque cada dos o tres décadas empezamos a revisar lo que pasó. Conectamos con nuestra propia adolescencia, con nuestra juventud. Tanto “Wino” como yo tenemos edades parecidas y a los dos nos entusiasman las mismas cosas. Después, este Coppola es fascinante en sí mismo, imaginate que la gente quiere que vaya a contar anécdotas a su cumpleaños. No cualquier personaje es digno de convertirse en protagonista de una serie, pero él sí.
-Pasaste de casi no conocerlo a gesticular y hablar como él, además de transformarte en un especialista de su vida, ¿cambió algo de la imagen que tenías de Guillermo Coppola luego de hacer la serie?
-Mi trabajo fue tratar de encontrar una pequeña grieta y ver qué había detrás del personaje que todos conocemos. En la medida que fui averiguando sobre su vida, encontré al ser humano, a una persona con carencias como las que tenemos todos nosotros, inseguridades, ganas de que lo quieran. Todo esto no es lo que más se ve cuando lo entrevistan porque también es un tipo muy divertido, pero están en él.