Juana y sus hermanas: un acto de “inconsciencia” y un desfile de personajes que generaron grandes amores y algún enojo
Llegó a la pantalla en las huestes de La noticia rebelde y, luego de trabajar junto a Antonio Gasalla, la joven y talentosa Juana Molina tuvo la oportunidad de encabezar su propio programa humorístico de sketches, Juana y sus hermanas. Fue en 1991, en un contexto en el que la televisión abierta estaba dispuesta a arriesgarse por contenidos disruptivos, alejados de los cánones dominantes hasta ese momento. Debutó en el horario central de los jueves, a las 21, por la pantalla de Canal 13, y enseguida se abrió camino en el campo del humor, un terreno que hasta la década anterior había sido casi exclusivo de los hombres .
Si bien el envío duró apenas tres años (comenzó en marzo de 1991 y terminó en 1993) dejo una huella indeleble en la TV argentina a fuerza de histrionismo, talento y ojo crítico de su protagonista. Luego, las circunstancias hicieron que el programa no volviera nunca más. Juana Molina quedó embarazada, se vio forzada a suspender el programa para hacer reposo y abandonó la televisión para dedicarse por completo a la música.
“Sabía que la gente tenía presente el programa, pero me asombró que fuera para tanto, porque ya pasaron muchísimos años y la cosa sigue intacta”, comentaba, casi 30 años después, la propia Juana Molina en una entrevista, sorprendida por la repercusión que había tenido en redes la publicación de un aviso en el que ponía a la venta de 20 discos de vinilo con la banda de sonido original del programa, compuesta por ella misma, Martín Bianchedi y arreglado por Gerardo Gardelin. “ Me encanta, me da mucho orgullo. No puedo creer que hice esto y que la gente todavía lo tenga tan presente. Muchos me escribieron contándome sus experiencias, eso es lindísimo. Puedo decir que vine al mundo y serví para algo, más allá de las adulaciones y de la parte egoísta o egocéntrica. Es un amor que recibo muy lindo, un cariño enorme. Estamos en un mundo horrible y veo que todavía hay cosas lindas”, sumó.
“ En aquella época me preguntaban qué sentía al ser capocómica en un mundo de hombres, pero no me daba cuenta de eso, porque era lo que sabía hacer y lo hacía, había inconsciencia . Con el tiempo fui haciendo un análisis del patriarcado en el humor, pero en el momento no lo sentía así. El mundo era como era y salí adelante igual, quizás, porque no me importó”, le decía Juana Molina a LA NACIÓN en una entrevista.
Básicamente, el hilo conductor del programa era la historia de Juana, una joven que se volvía loca luego de ver muchísimos programas de televisión y desplegaba una serie de alter egos en situaciones que eran producto de su propia imaginación. Allí, la actriz desplegaba todo su histrionismo con un humor ácido e irreverente, acompañada por Martín Pavlovsky, Horacio Roca, Osvaldo González, Felipe Méndez, Nelly Laínez, Julián Weich y su propia hermana, Inés Molina.
Personajes que dejaron marca
Entre sus personajes inolvidables, muchos recordarán a Judith, la judía intelectual, activista, cantante y guitarrista pecosa que, con su compañera (Inés Molina), hacían crítica de ciertas causas, aunque la mayor de las veces se extraviaban en lo que decían y las formas al cuestionar los hechos. También estaba Ruth, una psicóloga de lenguaje enrevesado, bastante poco femenina en sus modales, que abordaba a los hombres con un rebuscado discurso psicoanalítico que a menudo lograba incomodarlos más que seducirlos. “Decimooos…”, repetía regodeándose en su aire intelectual, latiguillo que pronto se volvió popular y podía escucharse en cualquier ocasión. Caracterizada con un bigote incipiente, su gracia consistía en el análisis absurdo de situaciones cotidianas.
Otro de sus personajes más recordados es Marcela Balsam, una actriz y modelo que conducía un programa de entrevistas y se la pasaba haciendo el ridículo, se equivocaba todo el tiempo y luego intentaba disimular lo mejor que podía. De rasgos y maquillaje exagerados, representaba al tipo de modelo que se veía en la TV de entonces y que muchos relacionaron con la por entonces fulgurante Patricia Sarán. De hecho, en 2019, la exmodelo contó que no fue feliz con esa creación: “ Es una ridiculización lo que hizo. Yo venía de ser la sex symbol y ella viene a destruir ese mito ”.
También estaba Gladys, una cosmetóloga de programa femenino de cable en el que Molina jugaba con el humor desde lo gestual, con un vocabulario exageradamente artificial como su propia imagen: una mujer rubia y muy bronceada que le gustaba hablar y gesticular de manera lenta, exasperadamente pedagógica.
Stefi Grasa era una tenista muy competitiva, de poco vuelo. Aunque su nombre había nacido en clara referencia a la campeona alemana Steffi Graf, la caricatura hacía especial hincapié en figuras locales. Otro personaje inolvidable era la profe de gym, un estereotipo de la TV de entonces. María Amuchastegui había popularizado las clases de gimnasia por televisión, un formato que funcionaba muy bien en los Estados Unidos, y a partir de ese momento proliferaron programas y famosas en la misma línea. Inmediatamente, Juana incorporó un personaje con ese perfil a su galería. Grababa el programa desde su casa mientras hacía ejercicios, y se caracterizaba por hablar entrecortadamente.
También estaba Lulú, aquella joven franco-argentina algo aniñada y muy coqueta, siempre rodeada de pretendientes (el más recurrente era un compañero de su infancia, interpretado por Julián Weich). Una mezcla de femme fatale y chica inocente, inspirado en la época adolescente en que la actriz vivió en Francia, que nunca terminaba de concretar sus romances. Su mejor amigo era un títere de cerdo a quien llamaba ‘Petit president’.
Y la lista sigue. Muchos recordarán a Flor de Li, una inmigrante japonesa dueña de un supermercado. O a Gabriela, la presentadora excéntrica de un noticiero que se lleva mal con su compañero. También estaba Alana Paulasa, crítica de cine; y Cuya, la desopilante cantante folklórica andina.
Más allá del éxito fulgurante del programa y lo muy recordado que sigue siendo hasta hoy, Juana Molina nunca más volvió a reeditarlo. En una entrevista publicada recientemente por LA NACIÓN, la artista hoy volcada de lleno a la música recordó el envío y habló sobre la posibilidad de su regreso, tal como sucedió este año con otro inoxidable del género: Cha Cha Cha, de Alfredo Casero. “Lo pienso todo el tiempo y la pereza que me da es inconmensurable... Lo que pasa es que los personajes de Cha Cha Cha eran de alguna manera atemporales, pero los míos tenían una cosa muy del momento, estaban basados en personajes que existían en esa época y que ahora no existen más, y los de ahora son otros. Por lo tanto, tendría que ponerme a armarlos de cero. Y yo hoy no siento que eso me saldría tan naturalmente ”, admitió entonces.
Y concluyó: “Además, ahora no estoy tan embebida de lo que ocurre. Antes yo veía televisión todo el día como una condenada, me daba mucho morbo hacerlo y descubrir esos personajes que me volvían loca. Pero ahora hace más de veinte años que no tengo tele en mi casa. Así que no tengo idea de nada, ni de quién es quién, ni de cómo se habla. Estoy como en un circuito muy diferente ”.