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París, 17 ene (EFE).- El derecho al aborto en Francia, que hace justo 50 años fue reconocido por ley y hace diez meses fue inscrito en la Constitución, afronta demandas pendientes de las asociaciones feministas en un contexto internacional hostil en el que la interrupción voluntaria del embarazo sufre importantes retrocesos. La conmemoración, este viernes, del 50 aniversario de la promulgación de la ley del aborto se ha convertido en una denuncia de los mecanismos legales y administrativos que aún dificultan el acceso de las mujeres a interrumpir de forma voluntaria el embarazo, entre ellos la doble cláusula de objeción de conciencia. En Francia, los médicos tienen un derecho general de objeción de conciencia sobre cualquier procedimiento, y uno añadido sobre la realización de abortos. Para el colectivo Avortement en Europe, la cláusula se introdujo en la ley de 1975 "como compromiso" por la "feroz oposición". Este grupo celebra esta tarde una reunión de asociaciones feministas en París para debatir cuestiones pendientes y recordar a quienes lograron esta "conquista histórica". No está previsto, por el contrario, ningún acto institucional por el aniversario, una jornada en la que el presidente Emmanuel Macron está en Líbano para mostrar su apoyo a las nuevas autoridades y el primer ministro, François Bayrou, está enfrascado en una reunión con sindicatos y patronal sobre las reforma de las pensiones. "El derecho de recurrir a la interrupción voluntaria del embarazo es irreversible", ha asegurado Macron en un mensaje en X. El colectivo Avortement en Europe cree que la doble cláusula de objeción conciencia sitúa al aborto como una práctica médica al margen del resto y su eliminación, asegura a EFE su portavoz Danièle Gaudry, facilitaría la aplicación de la ley "por igual para todas las mujeres, estén donde estén". Para facilitar el acceso, la ministra responsable de Igualdad, Aurore Bergé, se ha mostrado "favorable" hoy a la creación de una lista oficial de profesionales que practican la interrupción voluntaria del embarazo, según ha dicho en una entrevista a Sud Radio. Otra limitación para la aplicación de la ley, a ojos de la asociación feminista Osez le féminisme, es que en los últimos años han cerrado 130 clínicas abortistas, una cuarta parte del total, recuerda la copresidenta de la asociación, Aliénor Laurent, "Tenemos que estar atentas a estos ataques (...) que tratan de degradar a los centros", ha advertido Laurent en conversación con EFE. Momento de regresión a escala internacional Aunque Francia se convirtió en 2024 en el primer país del mundo en dar el paso de inscribir el derecho al aborto en la Constitución, lo hizo en un contexto internacional de regresión en los últimos años en países como Estados Unidos, Polonia, Hungría o Argentina. "La inclusión del derecho en la Constitución lo protege simbólicamente a escala internacional, pero eso no cambia gran cosa", lamentó Gaudry. En la tribuna parlamentaria frente a 481 hombres y 9 mujeres, la entonces ministra de Sanidad Simone Veil defendió en 1974 la despenalización del aborto como una medida de salud pública, apoyada en varios manifiestos médicos que denunciaban las pésimas condiciones de las interrupciones clandestinas del embarazo. "Simplemente escuchad a las mujeres", declamó en su discurso final, momentos antes de la aprobación de la ley, tras una votación de 284 a favor y 189 en contra. Las asociaciones consideran que la ley del aborto fue un logro colectivo de todo el país, una lucha que llevaba años liderando el Movimiento por la Libertad del Aborto y la Anticoncepción (MLAC) y que Veil supo escuchar y traducir en la ley. "Fue una mujer muy valiente, pero nunca podría haberlo hecho sola", matiza Laurent, a lo que Gaudry añade que Veil -una superviviente del campo de exterminio de Auschwitz- es una figura a la que el feminismo francés "debe gran respeto", porque "defendió su ley en un mundo sexista", incluso si nunca se consideró a sí misma como feminista. La ley comenzó a fraguarse dos años atrás con el 'caso Bobigny', un proceso judicial contra una niña de 16 años acusada de haber abortado tras una violación, y contra su madre y otras tres mujeres por ayudarle a interrumpir el embarazo. En un juicio mediático en el que se llegó a cuestionar la veracidad de la agresión sexual, la joven Marie-Claire Chevalier y su abogada, la feminista Gisèle Halimi, se convirtieron en un símbolo. Hoy, las feministas francesas recuerdan los hechos pasados como inspiración y con esperanza para hacer frente al futuro, e invocan la fuerza con la que la madre del caso Bobigny le gritó al magistrado: "¡Señor juez, yo no soy culpable! ¡Es tu ley la culpable!". Val Torres (c) Agencia EFE