Racismo, peleas y un hombre que se casó con un caballo: las verdades detrás de ‘The Jerry Springer Show’

Un imán de controversias:  Jerry Springer al frente de su icónico programa de televisión homónimo (ITV/Shutterstock)
Un imán de controversias: Jerry Springer al frente de su icónico programa de televisión homónimo (ITV/Shutterstock)

“No hay límites”, declaró en una ocasión Richard Dominick, el polémico y visionario creador de El show de Jerry Springer. “Si pudiera matar a alguien en televisión, lo haría”.

Dominick, un experiodista sensacionalista conocido por sus impactantes (y a menudo cuestionables) titulares, se unió a El show de Jerry Springer en 1991. Sin embargo, no fue hasta tres años después, cuando asumió el cargo de productor ejecutivo en medio de índices de audiencia desastrosos y la amenaza de cancelación, que su filosofía comenzó a dominar el programa. En cuestión de meses, El show de Jerry Springer pasó de ser un típico programa diurno de entrevistas a convertirse en un fenómeno televisivo sórdido y cínico. Elevó la “telebasura” a niveles escandalosamente bajos y, al mismo tiempo, se consolidó como una auténtica institución estadounidense.

La polémica y escandalosa trayectoria de Jerry Springer es ahora el eje central de una nueva docuserie de Netflix, Jerry Springer: peleas, cámara, ¡acción!, disponible en la plataforma a partir de hoy. A lo largo de dos episodios, el director Luke Sewell narra el meteórico ascenso de El show de Jerry Springer, que pasó de ser un modesto programa subestimado a convertirse en un titán de la telerrealidad. La docuserie combina imágenes de archivo con entrevistas a quienes participaron en la producción del icónico show. “Cuando vi Jerry Springer por primera vez siendo adolescente, me quedé boquiabierto”, confiesa el cineasta británico. “Parecía un programa de otro planeta: un choque de trenes salvaje y caótico del que era imposible apartar la mirada”. La serie, continúa Sewell, alcanzó la fama “explotando a los invitados para entretener al público y, en última instancia, solo para inflar los índices de audiencia. No aportó nada bueno a la sociedad y, en muchos aspectos, fue muy negativa”.

Cualquiera que no esté familiarizado con el tono del programa probablemente podría captarlo con solo leer los títulos de sus episodios. Los episodios iban desde lo morboso (“¡Me acosté con 251 hombres en 10 horas!”, “Strippers sexys al descubierto”, “Tríos con mi hermana”), hasta lo más controversial (“Las mujeres furiosas atacan”, “Supremacistas negros contra supremacistas blancos”, “El ataque del líder del KKK”) y lo simplemente extraño (“Mujeres embarazadas y un mimo”, “Vivo en una caja”). Las peleas físicas eran frecuentes: la humanidad mostraba su faceta más salvaje. Sewell describe el programa como una especie de “Coliseo moderno”, donde todo estaba diseñado para impactar y llevar el morbo al extremo. Según él, tuvieron la audacia de mostrar las cosas más salvajes e inimaginables. En Gran Bretaña, muchos espectadores lo miraban con asombro y pensaban: “¿De verdad esto pasa en Estados Unidos?”, comenta.

Springer no fue el único programa de entrevistas que recurrió a elementos sensacionalistas y escabrosos. Oprah también incorporaba algunas de estas características, al igual que otros programas como Geraldo y Maury. En muchos sentidos, The Jeremy Kyle Show se interpretó como la versión británica del programa, hasta que fue cancelado en 2019 tras el trágico suicidio de uno de sus invitados. Al igual que Springer, Kyle basaba su programa en momentos románticos, pruebas de polígrafo y enfrentamientos explosivos entre los invitados. Sin embargo, ninguno alcanzó el nivel de desenfreno que Springer logró bajo la dirección de Dominick. “Jerry Springer era, sin duda, un fenómeno muy estadounidense”, comenta Sewell. “Kyle tenía un enfoque distinto, más sobrio y no ofrecía esa vibra de fiesta descontrolada que definía al programa de Springer”.

Los momentos más escandalosos del programa quedaron marcados en la memoria colectiva. Uno de ellos tuvo lugar cuando Springer organizó un debate entre miembros del Ku Klux Klan y la Liga de Defensa Judía, que terminó en una pelea violenta. En otro episodio, el programa presentó la historia de una mujer que decidió amputarse las piernas sin necesidad médica. Como contraste con los invitados, en su mayoría pertenecientes a la clase trabajadora y con un nivel educativo limitado, provenientes de una región de Tennessee, Ohio y Georgia apodada extraoficialmente el “Triángulo de Springer”, estaba el propio Jerry Springer. Exabogado, presentador de noticias y político, Springer llegó a ser alcalde de Cincinnati por un breve periodo. Springer solía aparecer en el escenario mientras el público coreaba su nombre o, en otra etapa, hacía su entrada bajando por una barra de pole dance. A pesar de lo extravagante de sus entradas, mantenía un estilo curioso y refinado, como un maestro de ceremonias que, con elegancia, controlaba el desorden a su alrededor. Springer aún estaba vivo cuando el documental de Netflix comenzó su producción, pero decidió no participar. Falleció en 2023, a los 79 años, a causa de un cáncer de páncreas.

Se desata una pelea en el plató de ‘Springer’ (Getty)
Se desata una pelea en el plató de ‘Springer’ (Getty)

Melinda Chait Mele, quien trabajó como productora de la serie a finales de los años noventa, estuvo al frente durante el periodo en que el programa superó de forma espectacular a Oprah en la batalla por la supremacía de las audiencias diurnas. “La presión era inmensa”, relata. “Hubo días en los que trabajaba hasta 20 horas seguidas, durante semanas completas. Fue extenuante, complicado y un verdadero caos, pero satisfactorio en cierto modo”. La intensa carga laboral dejó profundas secuelas en el equipo de producción. En el documental de Netflix, Toby Yoshimura, uno de los productores durante el apogeo del programa, revela que su experiencia en la serie lo empujó a una peligrosa espiral de adicción al alcohol y la cocaína. Toby Yoshimura reflexiona sobre su paso por el programa y admite que sus “demonios personales” quedaron expuestos en el documental. Sin embargo, afirma haber hecho las paces con ese periodo: “Ya me perdoné por todo eso, por toda esa mierda. Y no me arrepiento de nada de lo que hice en ese programa”.

Concluye: “Estuve allí, justo cuando todo se descontroló. Si quieres resumir mi papel, probablemente fui responsable de parte del caos”. Entre sus tareas se encontraba buscar y preparar a los participantes del programa. Tuvo un papel clave en uno de los mayores escándalos de las casi tres décadas de Jerry Springer: el intento fallido de transmitir un episodio sobre la zoofilia. El episodio, titulado sin tapujos “Me casé con un caballo”, fue cancelado apenas unas horas antes de su emisión, en medio de un escándalo masivo. “De todas las locuras en las que estuve involucrado, esa fue probablemente la más absurda”, comenta Yoshimura. “Hablar durante meses con un tipo que vive con un pony Shetland no es algo común en un trabajo”.

Cuanta más presión recibíamos de la opinión pública —la prensa, los ayuntamientos, los pastores, que básicamente nos llamaban el diablo—, más nos fortalecíamos como equipo

Toby Yoshimura, exproductor de ‘Jerry Springer'

Si el episodio del caballo fue un peculiar y grotesco ejercicio de humor negro, otros escándalos que envolvieron a Jerry Springer resultaron mucho más sombríos. Las acusaciones de explotación hacia los participantes, incluyendo manipulaciones destinadas a ridiculizarlos y exponerlos a situaciones de violencia, persistieron de manera constante. “El propio Jerry decía: ‘Nadie los obligó a venir’”, señala Sewell. Además, comenta que, aunque algunos participantes inventaban sus historias, otros llegaban al programa convencidos de que Springer podía brindarles ayuda. Describe esta dinámica como una manera conveniente de justificar el formato, haciéndolo pasar por una especie de “servicio público” que ofrecía a personas comunes la oportunidad de aparecer en televisión, algo que de otro modo jamás habrían conseguido.

Sewell destaca que estas personas carecían de poder real. Explica que el programa no celebraba sus vidas, sino que las mostraba en sus momentos más vulnerables, frecuentemente “bajo estereotipos negativos” que reforzaban una imagen desfavorable.

Jerry Springer también recibió fuertes críticas por dar espacio a racistas y fanáticos, así como por su trato ofensivo hacia las personas trans. En el año 2000, el programa enfrentó su escándalo más grave: un triángulo amoroso presentado en uno de sus episodios terminó en un homicidio, ocurrido pocas horas después de la emisión. Springer y el resto del equipo del programa rechazaron asumir cualquier responsabilidad por la tragedia. El caso llegó a los tribunales tras la denuncia de un juez, pero no tuvo implicaciones legales significativas.

Toby Yoshimura, en el documental de Netflix ‘Peleas, cámara, ¡acción!’ (Netflix)
Toby Yoshimura, en el documental de Netflix ‘Peleas, cámara, ¡acción!’ (Netflix)

Con el tiempo, el equipo de producción aprendió a convivir con el constante ruido de la indignación pública y los piquetes de manifestantes que debían cruzar cada mañana para llegar al trabajo. Según Yoshimura, “cuanta más presión recibíamos de la prensa, los ayuntamientos y los pastores, que básicamente nos llamaban el diablo, más fuertes nos hacíamos como equipo”. Describe cómo desarrollaron una mentalidad de resistencia: “Nos convertimos literalmente en nosotros contra el mundo. Era como decir: ‘¿Quieres enfrentarte a nosotros? Adelante, inténtalo’”.

Mele comenta que, a mitad de la serie, el equipo era plenamente consciente de que la gente pensaba que era “de mal gusto”, pero optaron por no permitir que esa percepción influyera en su manera de trabajar. “No nos poníamos a pensar: ‘¿Por qué es de mal gusto?’ o ‘¿Podemos hacerlo aún peor?’”. Según explica, el equipo no se detenía a analizar esas cosas. Estaban en su burbuja, locos por avanzar y afrontaban cada situación a medida que aparecía.

Jerry Springer se emitió hasta 2018, con un total de 27 temporadas y 3.891 episodios. Aunque en su última década ya no alcanzaba el mismo nivel de influencia cultural que en su apogeo, su impacto fue innegable. El programa marcó profundamente el panorama de la telerrealidad y dejó su huella en la cultura global. Uno de los legados más curiosos del programa llegó en 2005, cuando fue satirizado en un exitoso musical teatral, Jerry Springer: The Opera, escrito por Richard Thomas y Stewart Lee. Según Sewell, “su ADN puede percibirse en muchos aspectos, desde las redes sociales hasta la política estadounidense e incluso las noticias”. El propio Springer, en una reflexión sobre el expresidente Donald Trump, conocido por sus polémicas e insultos, comentó: “Se llevó mi programa a la Casa Blanca”.

Aunque Peleas, cámara, ¡acción! ofrece una visión crítica del legado del programa, tanto Mele como Yoshimura aseguran que no se arrepienten de nada. “Me siento muy orgullosa de mi paso por Jerry Springer. Fue un trabajo muy exigente y creo que lo hice muy bien”, comenta Mele. Cuando le pregunté qué opinaba sobre la miniserie de Sewell, respondió: “Creo que el nuevo documental es muy interesante y vale la pena verlo”.

Yoshimura tampoco parece afectado por las críticas. “Como decíamos en el programa: preferimos que nos odien a que nos amen, porque el odio dura más”, comenta con una sonrisa.

Según Yoshimura, había muchas personas que “apoyaban” el programa, pero los verdaderos fieles eran los que lo odiaban. “Te aseguro que nos veían todos los días, solo para tener algo de qué quejarse”. Por último, explica que, aunque pueda parecer absurdo, así operaba la dinámica de los programas de entrevistas, sobre todo en el horario matutino.

‘Jerry Springer: peleas, cámara, ¡acción!’ está disponible en Netflix a partir de hoy.

Traducción de Leticia Zampedri