'La casa del dragón' y el alegato inteligente tras el guaperas que empezó copiando a Jon Nieve

Fabien Frankel como Ser Criston Cole en 'La casa del dragón' (cortesía de HBO Max)
Fabien Frankel como Ser Criston Cole en 'La casa del dragón' (cortesía de HBO Max)

Un amor prohibido entre un guardia real y la princesa. Él un héroe atractivo, leal, valiente y enamorado. Ella, la heredera al trono y damisela rodeada de enemigos. En la narrativa más tradicional terminarían juntos y comiendo perdices, demostrando que el amor prevalece por encima del poder. Vamos, el típico cuento de hadas y amor idílico. Pero ficticio. Porque La casa del dragón se ha encargado de romper con el prototipo Disney del amor principesco a través de la historia de Ser Criston Cole y la princesa Rhaenyra Targaryen, esa pareja que en sus inicios nos recordaban a Jon Nieve y Daenerys con parecidos más que evidentes.

Sin embargo, lo que empezó como un amor inocente entre guardia y princesa se ha transformado en un alegato inteligente sobre masculinidad tóxica disfrazada de corazón roto. Porque Ser Criston Cole será muy guapo y letal pero es un tipajo rencoroso y oscuro de cuidado.

Emilia Clarke y Kit Harington como Daenerys y Jon Nieve en 'Juego de Tronos' (Helen Sloan, cortesía de HBO)
Emilia Clarke y Kit Harington como Daenerys y Jon Nieve en 'Juego de Tronos' (Helen Sloan, cortesía de HBO)

Fabien Frankel se ha convertido en una de las estrellas del momento gracias al spin off de Juego de Tronos, tanto por su belleza física como por los orígenes de un personaje que, en la primera mitad de la temporada, vendía una imagen de héroe romántico clásico. A su favor tenía muchas similitudes con el otro héroe guaperas de la saga y favorito de los fans, Jon Nieve. No solo en el parecido físico con el actor Kit Harington sino en la valentía, lealtad, respeto al honor, humildad y sí, también, voto de castidad por sus funciones protectoras. A su lado estaba la princesa Rhaenyra, interpretada en la primera mitad por Milly Alcock, que también fue comparada con la otra estrella de Juego de Tronos, Daenerys, tanto en el parecido y la melena rubia como por su rol de heredera al trono enfrentándose a los Siete Reinos. Y al igual que Jon y Dany, Sir Criston Cole y Rhaenyra desarrollaban una especie de romance prohibido servido a través de miradas cómplices, protección constante y confesiones mutuas. Un romance consumado la noche que la princesa tomaba la iniciativa y lo llevaba hasta su cuarto. Sin embargo, mientras él luchaba entre el deseo y la noción de estar quebrando todas las normas de su rol guardián, no sabía que la joven había tenido contacto por primera vez con las mieles de la pasión junto a su tío Daemon minutos antes, abandonándola en pleno burdel. Por lo tanto nunca supimos si ella retozaba con el guardia por necesidad física, amor o venganza. Queda en cada uno sacar sus conclusiones.

Sin embargo, la serie desmoronó el prototipo de héroe de cuento de hadas con una estrategia que rompe sus esquemas: dejando al descubierto los verdaderos colores de Ser Criston Cole. Porque ahí donde lo vimos, perfectito, guapito y entregado hasta las trancas, proponiendo a la princesa que huyeran para estar juntos lejos de las demandas del trono, de repente se transformaba en un ejemplo redondo de masculinidad tóxica.

Rhaenyra eligió su responsabilidad como heredera al trono por encima del amor de su guardián, aceptando la opción de casarse con Laenor Velaryon como medida estratégica para unir las dos familias más poderosas de Poniente. Como buena princesa caprichosa le propuso seguir con el romance clandestino, después de todo su marido era homosexual y habían llegado a un acuerdo para vivir vidas sexuales independientes. En ese momento muchos comprendimos la reacción de Criston Cole, dolido y con el corazón roto, rechazando la propuesta. Normal, sentirse desplazado por el poder del otro y su posición privilegiada no es plato de buen gusto, pero ese guardián que se las da deba de honorable y valiente podía haber trabajado en la aceptación y pasar página. Después de todo no es el primero ni único con el corazón roto. Sin embargo, tras confesar su transgresión a la reina Alicent y exponerse a la muerte, encontró una aliada que le sirvió en bandeja el camino de la venganza.

Alicent le dio su voto de confianza y, como enemiga de Rhaenyra por el trono, le brindó la oportunidad de continuar con sus funciones protegiéndola a ella, creando una alianza forjada en la enemistad con la princesa. Cada uno a su manera. Y Ser Criston Cole la tomó sin titubear sacando a relucir quién era de verdad. Que en el fondo no hay ningun héroe romántico, sino un hombre con el ego herido, violento y rabioso contra una adolescente que simplemente lo rechazó. No una víctima del amor no correspondido. Rhaenyra lo habrá hecho mal cuando Cole le propuso huir juntos, siendo caprichosa y egocéntrica al sugerir un romance clandestino a largo plazo, pero también podemos comprender que se trata de una joven inexperta en el amor y con mucha presión ante el peso que le encomendó su padre como heredera al trono. Pero lo de Criston Cole no tiene comprensión humana alguna, sino que esconde un estudio psicológico para analizar largo y tendido.

Milly Alcock y Fabien Frankel como Rhaenyra y Ser Criston Cole en 'La casa del dragón' (cortesía de HBO Max)
Milly Alcock y Fabien Frankel como Rhaenyra y Ser Criston Cole en 'La casa del dragón' (cortesía de HBO Max)

Porque desde ese momento Ser Criston Cole es otro. Es la antítesis del héroe romántico de cuento de hadas. Ese cambio comenzó la noche previa a la boda de Rhaenyra, cuando asesinó a golpes al amante del futuro marido ante la atenta mirada de la Corte. Pero la reina lo salvó y, en su error (o desesperación), validó su violencia como herramienta de supervivencia. Y así, en la segunda mitad de temporada estamos descubriendo a un hombre altanero y agresivo, que ha olvidado cuál es su lugar al estar comandado por la venganza y validado por una reina que necesita aliados que le ayuden en su enfrentamiento con Rhaenyra.

Criston Cole parece vivir con la rabia en la sangre. Desenfunda su espada a la primera de cambio y, de repente, asesina de un golpe con reacciones violentas inesperadas. Como sucedió en el noveno episodio asesinando a Lord Beesbury ante los consejeros reales y la propia reina. “Siéntese” le gritó, empujándolo y estallándole el cráneo contra la mesa de piedra por negarse a sumarse al complot de usurpar el trono tras la muerte del rey Viserys I. Ha pasado del héroe guaperas carpetero a un ser violento y odioso, motivado por la venganza hacia una mujer que sencillamente le dijo que no. Y que, además, ya pasa de él olímpicamente.

Es él quien se ha quedado estancado en el odio y la rabia, escudando sus actos como protector de la reina aunque, en realidad, todo lo que hace está motivado por la venganza contra Rhaenyra. De esta manera, la serie nos sirve un alegato contra la masculinidad tóxica con un ejemplo de machismo abusivo a través de un personaje que recurre a la violencia por tener el ego herido. Ser Criston Cole pasó de ser el personaje del shippeo máximo a ejemplo oscuro y machista a través de un alegato sobre la validación de la violencia en la mente tóxica.

Personalmente encuentro este cambio de lo más interesante, al apostar por la dicotomía de la toxicidad masculina, sirviendo un ejemplo en donde vemos a un héroe romántico ideal cuando el amor funciona a su favor, pero que saca sus verdaderos colores cuando no consigue lo que quiere. Cuando una mujer le dice que no. Una adolescente sin experiencia romántica, ni más ni menos. Hemos pasado de ver a un personaje carpetero en su máxima potencia a un alegato inteligente sobre machismo tóxico, donde no es romántico que una persona no pase página, tampoco que siga reaccionando con pasión vengativa por no tenerla. No es amor, es puro odio egocéntrico. Y peligroso.

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