Lara Fernández, periodista y maestra: ‘No hay aprendizaje significativo si no se adquiere jugando’
Las familias prestan mucha atención, por lo general, a cuándo aprenden a hablar sus hijos y a sus primeras palabras. Sin duda, es un hito muy importante del desarrollo y un gran paso para los niños, pero… ¿y después? Después es necesario enseñarles a expresarse correctamente, pero también a hablar en público, algo a lo que no es tan habitual que ni las familias ni los centros educativos le presten la atención que merece y que, sin embargo, es mucho fundamental en sus vidas. Así nos lo ha explicado Lara Fernández, periodista y maestra de Educación Infantil, con motivo de la publicación de su primer libro Enséñame a comunicar. Cómo aprender expresión oral y escrita mientras jugamos (Ed. Grupo Sar Alejandría), en el que da pautas fáciles y divertidas para instruir a los niños en este aspecto.
Si no hay una buena adquisición de la comunicación, los aprendizajes que vendrán después en las diferentes áreas del currículum pueden verse afectados
¿Por qué es necesario enseñar a los niños a comunicarse?
No es que sea necesario, es que es imprescindible. Primero, porque el desarrollo de la expresión y el lenguaje es la base para los posteriores aprendizajes, es decir, que si no hay una buena adquisición de la comunicación, los aprendizajes que vendrán después en las diferentes áreas del currículum pueden verse afectados. Y segundo, porque la comunicación es algo inherente a las personas, como lo es respirar, comer o dormir. Vamos a comunicarnos durante toda nuestra vida y es algo que hacemos sin apenas darnos cuenta, constantemente. Al final los vínculos y la relación que establezcamos con los demás van a estar determinadas por una buena o mala comunicación oral, escrita y no verbal.
¿Por qué deberían aprender también a comunicarse en público?
No hace falta que nuestro hijo o nuestro alumno vaya a trabajar en televisión o vaya a ser político o conferenciante. Es que hablar en público lo va a hacer en una reunión de vecinos, en una tienda cuando compren con otros clientes, ante un tribunal en una oposición, delante de la clase cuando tengan que exponer un trabajo o en una entrevista de trabajo. Es decir, que hablar en público forma parte de nuestra realidad y, si adquiere estas habilidades de pequeño, va a poder transmitir sus ideas sin miedo, sin vergüenza y sin pasarlo mal, como le sucede a tantos adultos.
¿Qué pautas se debería seguir al respecto en el aula?
No es necesario ni un gran despliegue de materiales y recursos ni tener conocimientos muy técnicos para hacerlo. Al final todo es cuestión de aprovechar cualquier situación que se nos presente y convertirla en una oportunidad de aprendizaje. Piensa que estamos comunicando a todas horas y desde resolver un conflicto hasta jugar o hacer una asamblea pueden servirnos para ello. En el libro hay 80 ideas de dinámicas y actividades que se pueden hacer, pero es que existen muchísimas más. Eso sí, hay que tener claro que el ejemplo y la escucha activa van a ser nuestros grandes aliados.
¿Y qué podemos hacer al respecto los padres en casa?
Como en todo lo que tiene que ver con la crianza y la educación, el ejemplo va a ser la herramienta más poderosa. No podemos pretender que nuestros hijos dejen de gritar o hablen correctamente y con buena dicción si nosotros nos pasamos el día gritando o utilizando palabras malsonantes. Además, muchas veces nuestro lenguaje corporal, nuestra comunicación no verbal, les manda mensajes contradictorios. Así que cuidemos nuestros gestos, nuestras malas caras o nuestro tono de voz. Al final se trata de revisarnos primero, como sucede con la educación emocional y con tantas otras cosas, para cambiar nuestra mirada hacia la infancia como estamos haciendo hoy en día los padres y las madres. Ponernos a su altura, darles afecto, escucharles de forma activa y estar presentes ya son cosas que hacen mucho. Y si ya leemos en casa, hablamos mucho, nos respetamos cuando lo hacemos y pasamos tiempo en familia sin pantallas habremos conseguido aún mucho más.
¿A partir de qué edad podemos ir enseñando a los niños a expresarse para un grupo amplio de personas?
No hay una edad para ello, igual que no hay una edad para hablar de determinados temas con nuestros hijos. Es algo que va surgiendo de manera natural. En casa podemos jugar juntos y sobre todo darles voz, que puedan expresarse sin miedo ni juicios libremente, enseñémosles a ser asertivos y a poner límites, leamos cuentos juntos y comentemos después. Hay muchas cosas que podemos hacer desde pequeños. No les coartemos cuando intenten decirnos algo, por poco que nos guste lo que nos estén transmitiendo. Creemos un espacio seguro para ellos, donde se sientan escuchados y valorados. Lo que vivan desde pequeños serán lo que normalicen y reproduzcan posteriormente en sus vidas.
¿Qué papel tiene el juego en ese aprendizaje?
Yo diría que el juego es el santo grial no solo de este aprendizaje, sino de todos. Es fundamental para el desarrollo cognitivo y emocional, para el apego, para las relaciones con los demás, para la adquisición de habilidades, para fomentar la imaginación y, por supuesto, para aprender valores, habilidades sociales y comunicativas. Todo lo que aprendemos siendo niños, incluso siendo adultos, lo hacemos jugando, solo que el juego en la infancia y el juego adulto son diferentes. Y ha de ser así, porque no hay aprendizaje significativo que valga si no se adquiere jugando.
Hablar en público forma parte de nuestra realidad y, si adquiere estas habilidades de pequeño, va a poder transmitir sus ideas sin miedo, sin vergüenza y sin pasarlo mal
En tu libro das también pautas para que los niños se comuniquen mejor de manera escrita; ¿cuál de ellas es para ti la más destacable?
Como digo en el libro, no hay una receta mágica, pero sí hay ingredientes que pueden convertir un plato, es decir la expresión escrita, en un plato perfecto. Y una de ellas, en mi opinión, es leer. Leer cuentos para mí es la base de todo. Y luego ya la sencillez. Tendemos a pensar que escribimos mejor cuantas más florituras usamos y sí, podemos parecer eruditos, pero si no hay comprensión esa comunicación es inútil. Evitar muletillas y expresiones vacías, escribir frases cortas, directas y bien escritas, con una buena ortografía y un buen uso del lenguaje y practicar mucho son otros complementos que pueden hacer que nuestro plato brille.
Hablas, además, de la comunicación no verbal; ¿qué podemos y cómo enseñar a los niños sobre esto?
La comunicación no verbal es la más importante y a la que menos atención prestamos. Pero es que una conversación se puede ir al traste solo por el lenguaje no verbal, de hecho sólo el 7% de una conversación está determinada por las palabras que usemos y por el contenido. El resto corresponde al tono, al lenguaje corporal, a la voz, el volumen y otros factores. Cuando hablamos con nuestros hijos, incluso cuando son bebés, interpretan mucho más nuestro tono, nuestra cara y nuestra comunicación no verbal que lo que les decimos. Por eso es tan importante ser coherentes con ambas cosas y cuidarlo. Nuevamente nuestro mejor recurso va a ser el ejemplo. Somos sus mayores influencers, sus modelos, sus espejos y, más que enseñarles expresamente cómo ha de ser ese lenguaje no verbal, ellos lo van a aprender de lo que hacemos, porque nuestros hijos nos aprenden a nosotros.