'Lear' de Reimann recuerda en el Real que el drama de 'Succession' es viejo como el hombre

Javier Herrero.

Madrid, 26 ene (EFE).- El Teatro Real sigue saldando deudas históricas con óperas nunca antes vistas en Madrid, en este caso con la que está considerada una de las grandes de la segunda mitad del siglo XX, 'Lear' de Aribert Reimann, planteada por Calixto Bieito como un descarnado relato sobre la codicia y la desafección por el prójimo.

Aquí ha llegado casi ocho años después del estreno de esta misma producción en la Ópera Nacional de París, sin cambios estructurales de calado y casi idéntico reparto, convirtiéndose en la penúltima obra en ver la luz en Madrid de entre las damnificadas por la irrupción de la covid-19 en 2020 y su forzosa cancelación.

Aunque con aplausos, especialmente para las difíciles labores de Asher Fisch en la dirección musical y la del barítono danés Bo Skovhus en el papel del rey protagonista, el público de la capital española se ha mostrado menos efusivo que en ocasiones previas e incluso una parte del mismo ha abandonado sus butacas en el intermedio.

'Lear', que se estrenó originalmente en 1978 sobre el libreto de Claus Henneberg, se basa en el célebre texto de William Shakespeare que a su vez recogía un viejo relato medieval sobre cómo la ambición desmedida era capaz de romper una familia, concretamente la de un rey que decide abdicar en sus tres hijas en función de cuánto le regalen los oídos, y funciona a la vez como aviso respecto a cómo se aparta a la población mayor de la sociedad.

No es una historia amable ni fácil, como tampoco lo es ni la dramaturgia orquesta por Bieito ni la expresionista partitura confeccionada solo para realzar el drama y la hostilidad, que alcanza toda su potencia por ejemplo en el pasaje de la tormenta, con escasos momentos algo más líricos.

Solo cinco funciones más hasta el próximo 7 de febrero permitirán disfrutar de un montaje que, supervisado por Yves Lenoir en su desembarco en la capital española, cuenta en sus papeles principales con más intérpretes de altura como Andrew Watts (Edgar), Andreas Conrad (Edmund), Ángeles Blancas (Goneril), Erika Sunnegardh (Regan) y Ernest Alish (bufón), celebrados todos por el público.

De entre todos ellos, destaca especialmente Skovhus desde el mismo momento en el que el danés pisa el escenario y entona la primera nota sin apoyo instrumental, andando sobre un hilo de equilibrista en muchos más instantes, casi a ciegas y haciendo frente al hecho de que la partitura se escribió específicamente para Dietrich Fischer-Dieskau.

Su cuerpo y su garganta materializan la caída en desgracia rumbo hacia la locura del protagonista desde el momento en el que renuncia a su reino y desaparece entre la masa, olvidado como uno más, algo que Bieito logra evidenciar al sumergirlo en un fulgurante cruce de personas que apenas reparan en su presencia.

Aunque si hay otro momento de su imaginario que permanecerá en el recuerdo es aquel en el que las pérfidas hijas mayores del rey se revuelcan sobre las migas de pan que su padre les arroja, como símbolo de los pedazos de su herencia.

Especialmente en este aspecto, aunque carente de todo tono de comedia, el desasosiego que comporta 'Lear' ante el comportamiento humano remite a la historia de la serie de televisión 'Sucession' y recuerda, como las maderas quemadas sobre las que construye su sencilla pero efectista escenografía Rebecca Ringst, que la avaricia es un pecado que acosa al ser humano desde tiempos antiguos, capaz de llevarse por delante hasta a la más fuerte de las familias.

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