La lección de humildad de Sean Connery que dejó en shock a Hollywood
'La emboscada', el clásico de los '90 con Catherine Zeta Jones, alcanzó el éxito gracias a un sacrificio de la estrella de James Bond
La emboscada fue uno de los éxitos de Hollywood de finales de los '90. Sean Connery y Catherine Zeta Jones protagonizaron este thriller de atracos que, pese a lucir como un blockbuster con sus acrobacias complicadas, sus localizaciones exóticas o el caché de sus estrellas, costó muy poco dinero y generó buenos beneficios en taquilla.
Su recaudación global ascendió hasta los 212,4 millones de dólares, una cifra que sería insuficiente para rentabilizar una producción de alto presupuesto, sin embargo, el llevarla a buen término con solo 66 millones la situó entre los éxitos más recordados de aquella década. Eso sí, este coste tan reducido no ocurrió por arte de magia, sino por un sacrificio de Sean Connery del que muchas estrellas de Hollywood deberían tomar nota.
Connery, además de protagonizar La emboscada, también ejerció de productor. Esto le permitió tomar partido en muchas de las decisiones económicas, en la gestión de recursos y mantener una filosofía que atenta con los ideales de muchos de los estudios y actores de la industria. Así lo contó Tom Rothman a Los Ángeles Times, el que era jefe de producción de 20th Century Fox en aquellos años.
En el reportaje se tacha a Connery de “productor tacaño”, pero, como bien destaca Rothman, en realidad se trataba de un profesional que priorizó sus cruzadas empresariales por encima de los caprichos y excesos. “Es un profesional del cine con mucha, mucha experiencia y conocimiento que fue de gran ayuda en toda la planificación logística previa y después en la realización de la película”, destacaba este directivo.
Los caprichos a los que renunció Sean Connery
Por ejemplo, se habla de que rechazó muchos de los beneficios asociados a estrellas de su nivel y optó por opciones más económicas, como tomar aviones comerciales en lugar de usar un jet privado, conducir él mismo en lugar de contratar a un chófer o tener las necesidades justas en su camioneta. Pueden parecer detalles pequeños, pero, teniendo en cuenta los lujos habituales de los actores de Hollywood, lo cierto es que rebajó el presupuesto inicial de 68 a 66 millones.
Además, se habla de una extrema preparación para que todo saliera perfecto, no hubiera que repetir tomas o que el director fuera lo más cauto posible con los recursos a su alcance. "Es muy eficiente y puede descubrirte cosas como las formas más sencillas de hacer una acrobacia. Y no requiere de mucha atención. Él está por el trabajo”, matizaba Rothman sobre cómo el actor de James Bond o La Roca les ayudó a reducir los recursos, ajustar el calendario de rodaje y controlar los costes.
De hecho, el proyecto original, que iba a estar dirigido por Antoine Fuqua, tenía un presupuesto por encima de los 100 millones de dólares. Tras el abandono del director de Día de entrenamiento o El justiciero y su sustitución por Jon Amiel, Connery se puso serio y pidió fuertes reescrituras del guion para reducir la acción y exprimir la calidad del film desde otros ámbitos menos costosos. "Era una historia de peripecias y quería que tuviera una historia de amor además de un atraco", dijo Connery, también presente en la entrevista con Los Ángeles Times. "Se necesitaban muchas más conversaciones entre los actores y menos acción".
El actor recalcaba que esta estrategia la llevaba aplicando en todas las películas en las que había tenido poder de decisión, atreviéndose incluso a privar a otros miembros del equipo de lujos. Mencionaba el caso de Objetivo Mortal de Richard Brooks, en la que obligó a nueve miembros del elenco y cargos técnicos a viajar juntos en autobús para ahorrar el coste diario en autos particulares. "De lo contrario, habríamos fragmentado la unidad y habríamos tenido nueve autos con nueve conductores, lo que habría supuesto mucho dinero”, matizaba.
Como bien destaca el artículo, esto suponía un shock en una industria tan asolada por los privilegios y los excesos, sobre todo en un estudio como 20th Century Fox que en aquellos años sufrió por los gastos excesivos de James Cameron en Titanic. El éxito de la película hizo que el sufrimiento fuera en vano, pero en su momento despertó muchos dolores de cabeza que el director de Avatar o Terminator excediera el presupuesto hasta los 200 millones de dólares. Por ello, vivir justo después el caso contrario, el que una estrella reduzca los costes de forma tan masiva y les ofrezca un éxito como La emboscada se habrá sentido como un alivio.
Por todo esto, tal vez estrellas como, por ejemplo, Tom Cruise o Vin Diesel, que el pasado 2023 se estrellaron con las últimas entregas de Misión Imposible y Rápidos y furiosos con presupuestos estrafalarios ($291 millones y $340 millones, respectivamente), deberían tomar el ejemplo de Connery y aplicarse el cuento. Al final, sin tantos caprichos de por medio muchos fracasos podrían salvarse de la quema, como ocurrió con este clásico de los '90.
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