Para Lila Avilés, 'Tótem' es un reencuentro doloroso pero vital con las preguntas de la infancia

En “Tótem”, que se estrena hoy en el Sur de California luego de haber sido lanzada en Nueva York, Sol (Naíma Sentíes) es una niña de 7 años que se ve obligada a enfrentar situaciones propias de la vida adulta luego de descubrir que su padre se encuentra seriamente enfermo.

Valiéndose de una sola locación (una casa perteneciente a una familia mexicana de clase media), la directora y guionista Lila Avilés (“La camarista”) desarrolla cuidadosamente un relato que le da protagonismo a la pequeña, pero que no deja de lado a los numerosos integrantes de su familia, reunidos en el mismo lugar para la realización de una fiesta de cumpleaños con incuestionable sabor a despedida.

Pese a sus grandes méritos cinematográficos, “Tótem”, que se basa en experiencias reales de Avilés, no logró superar la valla de la ‘lista corta’ de la Academia en la que había sido incluida, perdiendo con ello la posibilidad de ser nominada al Oscar en la categoría de Mejor Película Internacional y dejando de paso a Latinoamérica sin opciones en la misma contienda. Pero sigue siendo una cinta profundamente valiosa que, más allá de sus cualidades artísticas, deja una fuerte impresión en el espectador sin necesidad de caer en el sentimentalismo.

En la entrevista que reproducimos a continuación de manera abreviada y que puedes ver igualmente en video, Avilés habla de los retos que tuvo al enfrentarse a su segundo largometraje tras la excelente recepción de “La camarista”, que fue también la apuesta de su país al Oscar, y revela otros detalles relacionados a la misma producción.

Lila, lamentablemente, “Tótem” no fue nominada al Oscar, pero ha sido celebrada de muchas maneras, y eso tiene que ser reconfortante.

Se ha estrenado en más de 40 países y se ha visto en más de 100 festivales internacionales, donde ha ganado varios premios. Este proceso ha sido muy lindo, porque creo que esta es una película que conecta de manera muy feroz con la gente. Nuestros distribuidores en México nos decían que llevaban más de 15 años de experiencia en este negocio, pero que nunca habían tenido respuestas tan cercanas de la audiencia. Y eso es algo que uno como cineasta atesora toda la vida.

A mi me gustan las películas que, más allá de caer en una parte intelectual o de tener una estructura perfecta, te cimbran, y logran que al salir del cine quieras continuar con la película. Que te dan ganas de ir a abrazar a tu amiga, a tu amigo, a tu mamá o a tu perrito. Y eso es algo que se ha logrado a capa y espada con “Tótem”.

Escribiste “La camarista”, tu primera película, al lado de otro guionista, Juan Carlos Márquez. Pero “Tótem” es toda tuya en el plano de la escritura. Imagino que eso tuvo que ver con el hecho de que se trata de una historia mucho más personal. ¿O habías decidido de antemano que el guión de tu segunda película surgiera solo de ti? 

No, yo no decido nada de antemano. Digo algo y a los dos segundos estoy cambiando de idea [risas]. Para la primera película, había entrevistado ya a muchísimas camaristas cuando invité a Juan Carlos. Este fue un proceso distinto, porque me hacía falta regresar a casa. Solo fue cosa de darme una encerrona para gestar la historia.

Sabía, eso sí, que “Tótem” iba a ser mi segunda película. Y las segundas películas generan a veces expectativas que se convierten en estigmas, porque hay gente que piensa que tienes que demostrar que lo primero que hiciste te salió bien simplemente por un golpe de suerte. Pero yo no quería sorprender a nada más que a mi intuición y a mi corazón. Eso me dio paz para seguir trabajando.

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¿Qué retos te planteó ponerte en la mente de esta niña? Sabemos que el personaje está inspirado en tu hija, a la que le dedicas la película. Pero esto no es un reflejo fiel de lo que pasó en la vida real, por supuesto. 

Yo creo que los procesos de escritura son muy bellos y muy íntimos. Pasas por muchas etapas y te encuentras aislado, a diferencia de lo que ocurre cuando estás filmando. Lo lindo de “Tótem” era reconectarse con la esencia de la niñez que todos tuvimos, con esa necesidad de buscar respuestas, porque hay a veces un prejuicio que apunta a que, como eres chico, no entiendes las cosas, cuando a veces pasa lo contrario.

Pero esta es también una película muy coral, que deambula en medio de esta casa entre todos los integrantes de la familia de la protagonista y sus amigos. Al final, no importa la edad que uno tenga, porque hay que mantener esa intuición y esa curiosidad.

Tu hija tiene ahora 17 años, y me imagino que ha visto la película. ¿Qué le ha parecido? Porque es una adolescente.

Siempre bromeo con que la hice en el momento perfecto, cuando la comunicación empieza a ser más difícil. ¿Quién no ha pasado por un momento de duelo? Son momentos complejos y horrorosos, pero al mismo tiempo son momentos muy solidarios, son momentos muy apasionados. Y cada quien los siente desde su propia cosmogonía.

Por ese lado, ¿cómo fue mantener el tono que requería la historia? Porque, como lo dices, esta refleja un  momento terrible, pero en el que también hay cosas bellas. Habla de la continuación de la vida a través de un proceso que va a terminar en muerte. Y lo curioso es que, a excepción de los créditos finales, no hay una banda sonora en toda la película, lo que impide que la música sea usada como herramienta sentimental.  

Pasó prácticamente lo mismo en mi primera película. Amo la música, y cualquier persona se conecta con ella. Pero también siento que puede manipular un poquito, ¿no? Eso no quiere decir que vaya a hacer sólo películas sin música; de hecho, me encantaría hacer una que fuera súper musical.

Como comentaste, esta termina siendo una película coral, y tiene escenas donde la cámara nos lleva al encuentro de personajes que no están siendo observados por la protagonista, lo que significa que asume otros puntos de vista. ¿Qué retos representó eso en cuanto a la puesta en escena? ¿Cómo decidiste cuándo ibas a separarte de un personaje para mostrar a otro?

Yo creo que este constante ir y venir se daba también para encontrar cierta ligereza, porque a veces, cuando tienes películas con muchos personajes, estas van de una cosa a la otra de manera demasiado rápida. Había que encontrar el ritmo de cada uno, porque cada quien tiene su propia personalidad y su forma de comportarse. A veces, queremos que las otras personas actúen como uno, pero no es lo que sucede, y eso genera situaciones complejas cuando estás en el mismo espacio. Como directora, me gustan los microcosmos, porque te permiten hablar de muchos temas.

Este es un microcosmos cargado de energía y de sabor muy mexicano al que llega de pronto una espiritista, un hombre que cree en la terapia cuántica y personajes que aluden a los indígenas lacandones y al calendario mesoamericano. Había mucha información que manejar, pero todo funciona.

Yo creo que es un ejercicio de equilibrio, como sucede cuando se cocina. Quieres meter todos los ingredientes que tienes a la mano; a veces, eso cambia demasiado el sabor, pero en otras ocasiones, el rompecabezas que creas te da ese permiso.

Trabajaste durante un buen tiempo como directora de teatro, y eso tiene que haberte ayudado para dirigir ahora a los actores en el cine. Pero tiene que haber sido complicado trabajar con Naíma Sentíes, la niña que interpreta a la protagonista, y que tenía 8 años durante el rodaje. ¿Había hecho otras cosas antes?   

No, no había hecho nada. Yo trabajo tanto con actores profesionales como con actores debutantes. Cuando hicimos el casting, Gabriela [Cartol, la protagonista de “La camarista”] y yo entrevistamos a mucha gente, y Naíma fue como un regalo de la vida. En el primer casting, no fue precisamente la más virtuosa, pero tenía algo en su ser que me parecía muy bello. Es raro encontrar esa madurez y esa curiosidad en una niña tan chiquita. Y a partir de ahí se fue gestando la empatía. Estoy muy, muy, muy agradecida de haberla encontrado.

¿Tuviste algunas referencias cinematográficas específicas al hacer esto? Hay mucha cámara en mano, lo que podría revelar la influencia de John Cassavetes, un cineasta que, como me lo comentaste en una entrevista anterior, es uno de tus favoritos. 

A mí me gusta mucho el ejercicio actoral, como pasaba con Ingmar Bergman y estos grandes directores y directoras que ponen mucho énfasis en ese aspecto. No sé si se debe a que vengo del teatro. Es muy lindo estar ante estos seres que están dando su corazón, su vida y su carne frente a una cámara. Es algo que me motiva mucho.

¿A qué se debió la decisión de crear estos planos tan cercanos de plantas y de insectos?

Tiene que ver con la idea del microcosmos y con mi deseo de estar cerca de la Naturaleza. No iba a meter a un león en una casa, por supuesto. Me parecía el acercamiento más normal a lo que buscaba.

¿Qué viene para ti?

No me gusta hablar de las películas que haré. Solo sé que amo ser cineasta, y ahora mismo, me siento más cineasta que antes. Espero que con la tercera película me sienta todavía más cineasta. Y aunque me equivoque, aunque me tropiece, creo que eso va a seguir creciendo.

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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.