Mamma mia!: una fiesta del teatro con todos los éxitos de ABBA y una gran protagonista
Autores: Catherine Johnson (libro) y Benny Anderson y Bjön Ulvaeus (música y letras). Traducción y adaptación: Marcelo Kotliar. Dirección general: Ricky Pashkus. Dirección musical: Gaspar Scabuzzo. Dirección vocal: Matías Ibarra. Elenco: Florencia Peña, Malena Ratner, Alejandro Paker, Alejandra Perlusky, Lula Rosenthal, José Giménez Zapiola “El Purre”, Leo Bosio, Pablo Silva y otros. Escenografía: Mauricio Moriconi. Iluminación: Anteo Del Mastro. Vestuario: Alejandra Robotti. Coreografía: Vero Pecollo. Sonido: Gastón Briski. Sala: Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125). Funciones: miércoles, jueves y viernes a las 21, sábados a las 18 y a las 21, y domingos a las 17 y a las 20. Duración: 135 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Desde sus comienzos, allá por 1972, ABBA es sinónimo de pop, bailes y diversión. A pesar del paso de los años, y de que tras su separación, en 1982, nunca volvieron a actuar juntos, el grupo sueco supo cómo mantener intacta su vigencia. Una de esas formas fue y es el musical Mamma Mia!, estrenado en 1999 en el West End de Londres y luego trasladado a Broadway, aun con mayor éxito, en 2001. A partir de allí, la obra conoció diversas versiones en todo el mundo, incluso en la Argentina, cuando en 2012 la protagonizó Marisol Otero en el Teatro Opera. Para ese entonces, el fenómeno se había globalizado sin límites gracias a la traslación cinematográfica del 2008 estelarizada por Meryl Streep en el papel principal de Donna Sheridan. Por último, el advenimiento de una segunda parte de la película, titulada Mamma Mia!, vamos otra vez (esta vez con la encandilante Cher junto a Streep), que llegó a los cines en 2018, hizo que el musical teatral original volviera a tomar fuerza (y así también la estrella de ABBA) y se produjeran más versiones y hasta reposiciones en todas las latitudes.
Esto explicaría el actual revival de Mamma Mia! en la Argentina, que luego de una exitosa temporada en Carlos Paz acaba de arribar al porteño Teatro Coliseo, con un elenco más nutrido que el del verano (en los rubros bailarines y músicos) y con más recursos escénicos (muy bien, en ese sentido, la escenografía corpórea de Mauricio Moriconi y la audiovisual de Daniel Fernández). Por su nivel de producción, su estreno se erige en uno de los más importantes de la temporada, y también en una agradable sorpresa. Es que el musical original no se caracteriza por ser un dechado de virtudes. Es simplemente un jukebox (un musical basado exclusivamente en canciones famosas) y su argumento no tiene demasiado peso o aristas interesantes que destacar. Es una excusa superficial para volver a escuchar los temas de ABBA en un contexto diferente. Pero esta vez, a diferencia de las versiones del Primer Mundo y de la anterior nacional, se ha puesto el acento en las actuaciones; y todo el elenco, con Florencia Peña a la cabeza, elevan el material a otro nivel y logran una verdadera fiesta teatral, divertidísima y de calidad.
Como se recordará, la historia de Mamma mia! transcurre en una isla griega y se centra en la historia de Donna Sheridan, una madre soltera que luego de 20 años se reencuentra con los tres posibles padres de su hija a horas del casamiento de ésta. De la (en principio) incómoda situación –orquestada por la futura desposada para conocer su identidad– participan también dos viejas amigas de Donna, invitadas oficialmente a la boda, con quienes en la juventud integraba el grupo musical Donna y Las Dynamos. La historia, que podría ser dramática, no lo es por la naturaleza festiva de la mayoría de los temas de ABBA (no faltan “Honey, Honey”, “Money, Money, Money”, “Dancing Queen” ni “Super Trouper”, “Gimme! Gimme! Gimme! y “Voulez-Vous”, todos muy bien adaptados por Marcelo Kotliar), pero también por la impronta de vaudeville que el director Ricky Pashkus le ha impuesto a la versión. Y por las innegables condiciones para la comedia de Peña, que hasta torna graciosas las escenas más sosas, o directamente inventa latiguillos que encuentran rápida repercusión en la platea.
A lo largo de los dos actos en que se divide Mamma Mia! todo el elenco se luce, desde los protagonistas de la trama hasta los bailarines. En principio, Florencia Peña. Lo suyo es un verdadero capolavoro que deja bien de manifiesto sus dotes de actriz, cantante y bailarina. Y aunque su rango vocal la habilite más para interpretar los temas festivaleros de ABBA, hay que reconocer que es con el dramático y exigido “Hay un solo ganador” que logra la gran ovación de la noche a telón abierto. A su lado descollan Alejandra Perlusky y Lula Rosenthal, las dos disparatadas amigas Tanya y Rosie, que, además de hacer alarde de una notable vis cómica, cantan excelentemente. Malena Ratner y José Giménez Zapiola “El Purre” –ambos provenientes de la factoría Disney Channel–, como la hija Sophie y su novio Sky, exhalan frescura y espontaneidad, sobre todo ella, a la que se le augura una buena carrera teatral. Por último, pero no por una cuestión de importancia, merecen reconocerse los trabajos de Alejandro Paker, Leo Bosio y Pablo Silva como Sam, Harry y Bill, los tres ex novios de Donna; quienes, cada uno con su estilo, agregan la cuota de masculinidad madura a una historia signada (a tono con los tiempos que corren) con el empoderamiento femenino; y se permiten la humorada del cuadro final, que está entre lo mejor de la noche.
Mención aparte para el diseño de sonido de Gastón Briski, un rubro poco valorado por los productores a la hora de encarar un musical y que resulta fundamental; al punto que asombra que en Mamma Mia! se entiendan todas las letras, del principio al final, algo que no debería ser una excepción y que sin embargo hoy no ocurre prácticamente en ningún ejemplo local del género.