Mariano Martínez: su dura infancia, el éxito que no pudo manejar y por qué se bajó del Bailando antes de debutar
MAR DEL PLATA.- Recibe a LA NACIÓN en “modo playa”. En un rato llegarán sus hijos y será el momento de distenderse, aunque su estadía en la ciudad está impulsada por su trabajo protagónico en Tom, Dick & Harry que se ofrece en la sala América.
Mariano Martínez se acomoda en el lounge del balneario ubicado varios kilómetros al sur del centro para charlar sin prisa y pensarse en voz alta. Reflexivo. No le esquiva a bucear en sus zonas más complejas, contradicciones y aquellos traumas que, análisis mediante, ha logrado trascender. “Sigo haciendo terapia, me parece muy importante”, afirma el actor.
El arranque de temporada de la obra, en la que comparte estelaridad con Yayo Guridi, Bicho Gómez y Claribel Medina -dirigidos por Nicolás Cabré- arrancó con buena venta de entradas, al punto tal que ya realizan dos funciones durante algunos días de la semana. “No estoy muy pendiente de eso, dejo que fluya y que me vaya sorprendiendo. Que pase lo que tenga que pasar, ya que la temporada es muy intensa, son muchas funciones y el desgaste físico es grande”, se sincera y agrega: “Llegué con los chicos. Hacemos playa, se duerme lo que se puede”. En fin, el verano de todo padre que reparte sus brazos como un pulpo.
Pide un café, que luego cambiará por otro “hirviendo”, y, descalzo se sumerge en uno de los sillones para charlar. Lejos quedó aquel chico que recién se iniciaba y al que había que sacarle las palabras con tirabuzón. “Nunca nos imaginamos con Nico (Cabré) que estaríamos haciendo la obra por tercer año consecutivo”. Hay razones. Es efectiva, está bien escrita -por Ray y Michael Cooney-, es actuada y dirigida. Logra su cometido.
Mariano Martínez pertenece a una generación de actores (galanes) que merodea los cincuenta años y que apuesta por el crecimiento artístico rompiendo con ciertos espacios de comodidad. Su búsqueda se suma a la de otros compañeros cercanos.
Además de dirigir Tom, Dick & Harry -que marca su debut como director-, Nicolás Cabré protagoniza Los mosqueteros del rey (se da en la sala Roxy) y Luciano Castro interpreta Caer (y levantarse), no sólo se trata de su primer unipersonal, sino de una apuesta de tono dramático (puede verse en Chauvín).
–Con Nicolás Cabré y Luciano Castro pertenecen a una misma camada. Crecieron juntos, transitaron el mismo género y compartieron programas de televisión como Los únicos, Valientes o Son amores. ¿Hubo o hay competencia entre ustedes?
–Hoy no hay nada de eso, no sé si hubo competencia alguna vez, creo que no. Éramos chicos y hacíamos lo que nos gustaba, lo pasábamos bien, cada uno tenía su lugar. Si hubo algún conflicto fue por que éramos casi adolescentes, no por temas laborales . Teníamos la impulsividad de las edades.
–Con Nicolás Cabré trabajan muy simbióticamente. ¿Cómo se conocieron?
–En un colectivo.
–¿En un colectivo?
–Tenía quince años cuando me lo crucé en el bondi; él iba para Constitución y yo para Avellaneda y nos saludamos.
–¿Ya trabajaban en el medio artístico?
–Él desde los diez años y yo aún estaba haciendo castings. Lo felicité por sus trabajos en televisión y me acuerdo que me dije a mí mismo: “Alguna vez voy a hacer algo con este pibe”.
–Así fue, lo decretaste...
–A los dos años estábamos grabando Gasoleros.
–María Valenzuela tuvo que dejar la comedia por cuestiones de salud. ¿Te comunicaste con ella?
–Sí, antes de llegar a Mar del Plata hablé con ella y con Juan, su hijo. Está mejor, más estable. Se va a poner bien. María es fuerte, una gran mujer y artista. Cuando el cuerpo habla, hay que dedicarle tiempo, no es fácil.
Rumbos
De escucharse a sí mismo, Mariano Martínez sabe. “Hace unos ocho años entendí que había tomado algunas decisiones en mi carrera que no me habían gustado y que tenía que revertirlas”. Cuando chicos con las mismas aspiraciones que él tenía en su adolescencia le piden un consejo, no duda en decirles: “Sé fiel a tu actor, a tu artista”. Creció y se permite la reflexión profunda sobre su vida. Una construcción no exenta de dolor. “Parece una frase de casete pero, cuando sos fiel a vos mismo, se toman buenas decisiones y todo lo demás viene solo”.
Además de la obra que protagoniza actualmente, no duda en recordar, como un punto de inflexión, el film de suspenso político Yo traidor, dirigido por Rodrigo Fernández Engler, o el rodaje de la serie de ciencia ficción Nieve roja, producida por StoryLab y que también cuenta con actuaciones de Nazareno Casero, Justina Bustos y Juan Gil Navarro, que se estrenará este año. “Hay que ser fiel a lo que uno quiere expresar”.
–Elegir también puede traer aparejado un costo económico.
–Sí, claro, hay que apretar los zapatos y aguantar, porque, de otra forma, se trata de pan para hoy y hambre para mañana.
–Saber esperar...
–Regresé al audiovisual después de cinco años. Me hubiese gustado hacer mucho más, pero hay que ser paciente. En el medio, le dije que no a un montón de cosas, como el Bailando o MasterChef. Lo digo con todo respeto y agradecimiento, pero tenía clarísimo qué quería y qué no.
–Nunca formaste parte del Bailando...
–Sólo participé en una salsa de tres por invitación de Jorgito Moliniers, abriendo una temporada del programa e interpretando al personaje que hacía en Los únicos.
–Más allá de eso, jamás competiste en el programa de Marcelo Tinelli.
–En una oportunidad probé ensayar, pero me dolía tanto el estómago con esa decisión que tuve que dejar. Me iba a enfermar.
–¿Aceptaste y renunciaste?
–Sí, me insistieron mucho y no había trabajo; uno tiene familia, entonces acepté. Hice tres ensayos y dejé, sentía que me iba a agarrar algo. El cuerpo me estaba dando tantas alarmas que abandoné. No se trata del Bailando en sí mismo, sino de mi camino.
–No te arrepentiste...
–Pasaron tres meses y, como Nico Francella dijo que no, me llamaron para hacer Yo traidor. Si hubiese estado en el Bailando no lo habría podido hacer. Esa película es muy bisagra en mi carrera. Volví a hacer cosas que me gustaban hacer.
–Tampoco participaste de MasterChef famosos o Bake Off.
–No, siempre agradecí las convocatorias, pero me encantaría que me llamaran para hacer ficción.
–¿Te conforma tu hoy?
–Estoy contento con mi presente, pero sé todo lo que recorrí y costó para estar donde estoy.
–Es importante mirarse desde cierto distanciamiento.
–La corazonada no falla. A veces, uno no hace caso y luego dice: “Si yo sabía cómo era, lo sentí”.
–En la vida personal, ¿también hay una construcción premeditada?
–Totalmente. Es un trabajo que hago desde siempre. Es un camino con subidas y bajadas.
–¿En qué tramo del camino estás ahora?
–Estable. Me siento muy pleno, equilibrado, conozco cómo funciona mi cabeza y puedo visualizar qué me hace bien y qué no , y eso me permite disfrutar, de verdad, el día a día. Ese trabajo es diario, se tiene que convertir en un hábito. Vale la pena hacer el esfuerzo para que lo que se viva, se viva y disfrute de verdad en el presente. Esto incluye lo personal y también lo laboral.
–¿Mucha terapia encima?
–Hice toda la vida y ahora tengo un terapeuta con el que logré los avances que no había logrado en veinte años. Había unas cositas a solucionar y ahora la máquina está funcionando muy bien . Estar bien con uno mismo ayuda a estar bien con el entorno. Implica saber quién es uno, identificarse y también entender cuándo es la cabeza la que hizo alguna construcción que se fue imponiendo por situaciones de la vida. Si todo eso se trabaja, se puede revertir y se puede estar bien, doy fe. A algunos les resultará más fácil y a otros no. Si se necesita ayuda hay que hablarlo y no hay que resignarse ni bajar los brazos jamás, hay que seguir para adelante siempre. La vida tiene cosas lindas, sobre todo las cosas simples.
–¿Cuáles serían?
–Estar con un amigo, que un hijo se ría y te diga “te quiero”, hacer deporte.
–Veía en tus redes un video donde bailás con tu mamá. De eso se trata.
–No tiene precio. Son momentos de unión, los importantes, los que hay que disfrutar. Insisto, hay que ser fiel a uno mismo, al propio sentimiento y que el miedo no te paralice. El miedo es también un buen compañero, es una alarma para no mandarte cagadas.
–Para el inconsciente colectivo, tenías todo. Éxito, fama, seducción con las mujeres, dinero. ¿Cuándo no disfrutaste de la vida?
–Hasta para uno mismo, todo eso era tenerlo todo...
–Sin embargo...
–Cuantas veces uno escucha sobre alguien que se suicida habiendo tenido lo que para la sociedad es tener “todo”.
–¿Hubo un momento en el que padecías todo eso alcanzado?
– Ni la fama ni la plata te dan la felicidad . Si se tiene una tristeza o algo que genera angustia, hay que trabajar en los motivos y encontrar el modo de destrabarlo, cómo perdonarlo de verdad.
–Todo un tema el perdón.
–Perdonar es muy importante. Si no se perdona no se puede avanzar. Habrá algo que te perseguirá toda la vida. Ni siquiera tiene que enterarse la otra parte, es una actitud de uno mismo. Hace bien para seguir avanzando.
“Mi vida fue una montaña rusa. Cuando me llegó el éxito, la fama y el dinero, me hubiese gustado estar más entero . Si uno no está entero emocionalmente, esas cosas no te dan la felicidad. Al contrario, te generan más miedos e inseguridades”.
–Todo eso te llegó siendo muy joven, no debe haber sido sencillo manejarlo.
–De chiquito, me crie en Villa Soldati muy humildemente, no tenía un peso para comprar ni un Naranjú . Sin embargo, quizás era más feliz ahí que cuando obtuve determinadas cosas, pero estaba emocionalmente quebrado . Si uno no está bien con uno mismo, esa sensación te va a perseguir por todos lados, incluso siendo famoso y exitoso, o pudiendo viajar a los mejores lugares del mundo. El problema no es la fama o el dinero, sino no estar bien.
Hija de 15, varón de 11 y una nena de 7. Dos matrimonios, una novia. Su familia. “Trabajé para poder estar bien para ellos. Siempre estuve presente, pero hoy siento una gran plenitud. Si uno está bien emocionalmente, eso se transmite a los hijos. Estamos muy juntos, lo pasamos bien y tenemos charlas hermosas. Mis hijos confían mucho en sus mamás y en mí y han recurrido a nosotros cuando nos tuvieron que contar algo. Son muy unidos y eso me da mucha satisfacción”.
–Estás de novio, ¿no?
–Sí, con Triana.
–Venimos hablando de la armonía personal. En tu caso, para lograrla, ¿ha sido y es importante estar en pareja?
–La armonía tiene que estar en uno para poder estar bien con la pareja, con los hijos, con los amigos o con los compañeros de trabajo. Hoy me siento muy pleno.
Triana Ybáñez es bailarina y tanto ella como su novio no dudan en expresar sus sentimientos en las redes sociales.
Dolores íntimos
Luego de un buen rato de charla y catarsis, de reafirmar que todo comienza con el bienestar personal, llega una aclaración necesaria. Así lo siente el actor. “Disfruté de la vida”. Como si recapacitara en torno a esa pintura emocional que realizó de sí mismo. La panacea no existe para nadie. “Tuve momentos muy buenos y gocé de programas como Campeones o Son amores, pero tuve situaciones que, quizás, algún día cuente en un libro”.
–¿Se viene tu autobiografía?
–¿Quién sabe? Quizás en diez años contaré lo que fue mi vida.
–¿Aspectos que no se saben?
–Hay cosas que no se saben.
Era un niño cuando lo atropelló un colectivo. Su vida corrió peligro, estuvo dos años sin caminar y casi sufre la amputación de una de sus piernas. Pero en ese material catártico que imagina escribir hay otros dolores que buscará narrar. “Quiero contar lo previo al accidente, cómo era mi vida en Soldati, cosas que me fueron pasando, que me atravesaron para bien o para mal”.
–¿Fue dura la vida en Villa Soldati?
–Sí, fue duro ese tiempo, aunque también tengo muy buenos recuerdos de la gente de allí.
–¿Por qué fue duro? ¿Tenía que ver con las carencias?
–Sí, pero no se trata sólo de lo económico.
–Carencias afectivas.
–Exacto. Mis viejos estaban, pero había situaciones de la vida... cosas que me marcaron. Escribirlo sería una manera de cerrar.
–¿Te referís a violencia doméstica?
–Hoy estoy muy atento a mis hijos...
–Para no repetir historias...
–Lo que pasa es que mis viejos me tuvieron muy jóvenes. Cuando nací, mi vieja tenía 16 y mi viejo había cumplido 18 años. Hicieron lo que pudieron con mucho amor, pero fui el primer hijo; después llegaron mis hermanos.
–Siendo tan chicos, tus padres crecieron en paralelo a vos.
–Maduraron conmigo. Lo bueno de todo esto es que se puede estar bien y superar cualquier obstáculo. No es fácil, hay que trabajar mucho. A veces podés sentir que estás arrodillado en el barro y que no te podés levantar .
–Alguna vez, ¿sentiste que estabas arrodillado en el barro?
–Muchas veces sentí que estaba arrodillado en el barro , pero se puede salir. Siempre vale la pena seguir adelante.
Agradecimiento: balneario Cabolargo (Rotonda El Faro - Mar del Plata)