El Mauritshuis en tiempos de guerra: cómo proteger arte, edificio y personas
La Haya, 12 feb (EFE).- El Mauritshuis de La Haya estuvo en el centro del poder político nazi durante la Segunda Guerra Mundial, un periodo turbulento para esta pinacoteca, que tuvo que salvaguardar su colección de pinturas y esconder a hombres que escapaban del trabajo forzado al tiempo que organizaba exposiciones de propaganda nazi.
El Mauritshuis cerró sus puertas el 25 de agosto de 1939 por la amenaza de guerra y reabrió el 6 de junio de 1940. Ya en los años treinta, el entonces director, Wilhelm Martin, escuchó tambores de guerra y trató de proteger la colección.
Este jueves, el museo abre “Casa en la tormenta - Museo en tiempos de guerra”, una exposición para conmemorar la liberación del país y recordar qué sucedió esos años en el museo.
“Los alemanes tenían la idea de ocupar Países Bajos de una manera muy suave. Pensaban que los neerlandeses eran como ellos, germanos, y que era mejor no robar sus colecciones, ni llevarse su arte. Por ejemplo, pensaban que debían eliminar el amor de los neerlandeses por sus reyes y reinas, y, en su lugar, celebrar el cumpleaños de Rembrandt, hacer del 15 de julio un día nacional”, explicó hoy a EFE Martine Gosselink, directora del Mauritshuis.
El museo organizó exposiciones por orden de los alemanes, que querían ganarse el apoyo de la población: las muestras promovían la idea nazi de que los pueblos germánicos compartía una cultura común.
Ese era “su enfoque para suavizar a los neerlandeses y hacerlos parte” de su nación, una historia “completamente distinta” a la de otros países, en los que los alemanes “atacaron museos para llevarse el arte” y “fueron mucho más duros y agresivos”, señala Gosselink.
La muestra actual, abierta hasta al 29 de junio, cuenta la historia de esas exposiciones propagandísticas, como “Ámbar: el oro del mar” y “El arte de Ruhrmark”, donde se exhibió en 1942 “Tres campesinos en la tormenta”, pintura de la colección privada de Adolf Hitler. Altos mandos nazis estuvieron en las inauguraciones de esas exposiciones.
El museo, hogar de “La joven de la perla” (1665-1667) de Johannes Vermeer, estaba en el centro del poder político. Su edificio se encuentra en el corazón de La Haya, al lado del Binnenhof, el complejo que acoge la sede del Parlamento, el Senado y la oficina del primer ministro de Países Bajos.
Por temor a que los alemanes tomaran el control total del museo su director reabrió la pinacoteca con algunos cuadros y organizó conciertos en 1940. Por 20 centavos, relata el Mauritshuis, se podía disfrutar de arte y conciertos, que contaron incluso con artistas judíos.
Hacia finales de la guerra, el museo dio refugio a quienes huían del Arbeitseinsatz, el trabajo forzoso en la Alemania nazi. “Fue un momento enorme y extremo en el tiempo. Imagínate: tienes refugiados en tu sótano y, al mismo tiempo, (el comisario del Reich, Arthur) Seyss-Inquart está dando un discurso en la Sala Dorada con una gran esvástica delante”, afirma Gosselink.
A través de pinturas, objetos, fotografías, películas, fragmentos de sonido e historias personales, la pinacoteca transporta al visitante a los tiempos de guerra, entre 1940 y 1945, abordando temas como la libertad y la opresión, la protección del arte y la política cultural del nacionalsocialismo.
Uno de los relatos centrales es el diario del entonces administrador del museo, Mense de Groot, quien se mudó en 1942 con su familia al sótano del Mauritshuis, donde nacieron dos de sus hijos.
Su hijo Menno, entonces de 11 años, fue testigo de esta parte de la historia y se encargaba de tareas como la entrega de periódicos a la resistencia.
Después de la guerra se trasladó con su familia a Canadá, pero mantiene vivo el recuerdo de aquello y se lo relató a su nieta Kella, que reside ahora en Países Bajos y participa en la inauguración de la exposición.
“Esta exposición hace que todo sea más emocional, más real. Crecí escuchando siempre estas historias de mi abuelo, pero no eran palpables porque nunca crecí en ese ambiente de guerra. Tuve una infancia tranquila, y pensar que hay gente que tuvo que lidiar con esto y vivir en una época así es una locura. Mi abuelo fue un niño valiente”, cuenta a EFE.
La pinacoteca tenía una "bóveda de arte" a prueba de bombas donde almacenaba obras maestras por la noche, y, durante el día, algunas, como 'La joven de la perla', eran trasladadas a la sala de exhibición.
Conforme avanzó la guerra las obras fueron trasladadas a depósitos del Estado hasta el fin del conflicto. Las salas del Mauritshuis quedaron desoladas, con marcos vacíos colgando de sus paredes.
“Wilhem Martin tuvo dilemas enormes: proteger el edificio, el arte o las personas”, agregó Gosselink.
Imane Rachidi
(c) Agencia EFE