La mentira, la verdad y la energía inagotable de Nelson Valente, de Banfield a la calle Corrientes y de ahí a Barcelona
El director, gestor y dramaturgo Nelson Valente vive en Lomas de Zamora, pero desde hace un tiempo su otro lugar en el mundo es Barcelona. Claro que, desde hace 12 años, su otro búnker es el teatro El Picadero. En la fachada de la sala, en los ventanales que dan al Pasaje Santos Discépolo, está el cartel que anuncia El loco y la camisa, esa obra de culto gestada en el Banfield Teatro Ensamble, una usina que fundó en el conurbano, cuya sede cerró hace cuatro años. El loco y la camisa, todavía en cartel, fue su primer trabajo en el circuito comercial porteño. Desde ese momento, no paró. Ahora, en el ventanal de abajo de El Picadero, hay otra gran cartelería que anuncia La mentira, el texto del dramaturgo y cineasta francés Florian Zeller, el mismo de La verdad, que interpretan Eleonora Wexler, Gonzalo Heredia, Lautaro Delgado Tymruk y Alexia Moyano. Pensar que cuando leyó la noticia de la reapertura de esta histórica sala vio las fotos y se dijo: “Cómo me gustaría trabajar ahí”. Nelson Valente casi que se compró un lote de El Picadero, la sala del productor Sebastián Blutrach.
Luego de un ensayo, este creador que esquiva toda pose se dispone a hablar con LA NACIÓN en el bar del teatro. Tal vez por tratarse de dos caras de la misma moneda, La mentira remite a La verdad, otro texto de Florian Zeller que tuvo dos versiones. La primera, con un elenco en el que se sacaban chispas Juan Minujín, Jorgelina Aruzzi, Héctor Díaz y Valeria Lois). La segunda, con Agustín Sierra, Candela Vetrano, María del Cerro y Tomás Fonzi. Ahora, es el turno de otro cuarteto.
“Es un material que me queda cómodo, en el que ya he buceado, que conozco. Con Eleonora Wexler hacía rato que tenía ganas de trabajar. Con Gonzalo Heredia, luego de otros intentos, esta vez se dio y es muy divertido poder cruzarlos. El elenco se completa con Alexia Moyano y con Lautaro Delgado, con quien yo trabajaría siempre”, admite, y reconoce que la idea de esta obra tiene puntos en común con El loco y la camisa. “Es que el punto central es si se puede vivir diciendo la verdad, si eso no representa en sí mismo a la locura. En este caso, está puesto en otro marco de situación, con varios momentos de enredos tratados con suma delicadeza. Es un material que me divierte armar y manejar”, señala sobre esta obra cuyo disparador es el encuentro de dos parejas con años de amistad en una cena. En ese marco ideal, se va colando la mentira como prueba de amistad o como forma de sostener los respectivos matrimonios. Decididamente, en tono de comedia, algunos platos de la cena no caerán tan bien.
En otro momento de la tarde, Gonzalo Heredia recuerda la génesis de esta obra. Cuando leyó La mentira le gustó, no solamente por su personajes sino por la misma estructura de la comedia. “Es un texto que habla sobre los relatos. En ese sentido, es una obra muy contemporánea. Habla constantemente de lo que es verdad, de lo que es mentir y de los puntos de vista. De que todo puede ser una cosa o la otra depende del lugar en donde te pares. O de las veces que uno miente para poder proteger a las personas que más querés y si estamos preparados para que nos digan toda la verdad. Habla de los vínculos, de cómo se construyen y si somos realmente honestos con ellos”, reflexiona el actor y escritor.
El estreno de La mentira se produce en tiempos de fake news, con noticias falsas convertidas, por unas horas o por varios días, en verdades establecidas. Claro que la obra no aborda esa capa tan en boga. Lo hace a partir de estas dos parejas en el marco de ese encuentro en el que va estallando todo. “De todos modos, inevitablemente, la obra da muchas vueltas sobre el tema de lo falso -apunta Nelson Valente-. Es casi un teorema. El encuentro de esas parejas sirve para pensar otras cuestiones de la vida, incluida a la política”.
En los últimos meses de la cartelera porteña, varias obras vienen haciendo eje en ese límite impreciso entre la mentira y la verdad en una pareja. Sin ir muy lejos en el tiempo, Mejor no decirlo, la obra que protagonizaron Mercedes Morán e Imanol Arias, también indagaban ese filón en tono de comedia. “Es que un tema que está dando vuelta en la sociedad y, por ende, en la dramaturgia. Lo más interesante de todo esto es que el mismo material le pide a los actores que trabajen la verdad desde la actuación para defender las mentiras de los personajes. Y como todo se produce sin solución de continuidad, no queda otra que tirarse a la pileta. En una escena se afirma algo que, en la siguiente, es lo contrario. Eso, durante 75 minutos”.
En el proceso de ensayo, el juego de Nelson Valente es meter el cuerpo, probar el rol, sentir a esos textos en la acción. “Trato de ver qué me pasa. Me vuelvo loco haciendo esas cosas, me gusta. A veces tengo que pedirles disculpas a los actores porque se me va la mano con eso de subirme al escenario-se ríe-. Meter el cuerpo en ensayos me gusta, lo necesito; pero no me bancaría hacer una obra. Cuando hacíamos café concert en el Banfield Ensamble hacía muchos reemplazos. En esto de ser director debe haber algo de ser un actor frustrado. Como dramaturgo, recién a partir de El loco y la camisa me empecé a tomar eso en serio ese asunto”.
Sobre el mes y medio de ensayo, Eleonora Wexler deja su impresión en un mensaje de voz. “El proceso de ensayo fue hermoso. Fluyó desde el primer momento. Hubo juegos, risas y nos ensamblamos muy bien los cuatro. Nelson crea un clima de trabajo muy propicio, muy disfrutable. En lo personal, es muy grato ser dirigida por él”, apunta la talentosa intérprete.
De Banfield a la avenida Corrientes pasando por Barcelona
El traslado del circuito alternativo al comercial (con obras suyas que hacen temporadas en Mar del Plata) fue un trabajo que se fue dando Nelson Valente como de ir en contra de verdades, mentiras y/o prejuicios establecidos sobre los mismos circuitos teatrales. “Siempre me interesó seguir produciendo en la escena independiente como trabajar en una sala como El Picadero. Al mismo tiempo, me siento tranquilo y cómodo en los teatros de la avenida Corrientes”, apunta muy seguro de su propia búsqueda. O, ampliando el mapa, montando obras en Barcelona. De hecho, recién después de haber presentado en un festival catalán El loco y la camisa esa obra fue programada en una sala alternativa porteña. “Yo siempre fui bastante ecléctico con lo que hago y siempre siento haber hecho teatro popular sea en Lomas de Zamora o en la avenida Corrientes. Al teatro lo entiendo como un hecho de comunicación. Si no está el público, el hacer para mí no me resulta, no me cierra. Trabajo para eso. Soy de ir seguido a ver las obras que dirijo, de sentarme en la platea y ver si conmueven o no. Necesito hacerlo”, afirma este creador de una energía inagotable.
De hecho, el relato de los últimos nueve meses de Nelson Valente cansa a cualquiera. En Mar del Plata, el 26 de diciembre estrenó El beso, con Luciano Castro, Mercedes Funes, Luciano Cáceres y Jorgelina Aruzzi. El 5 de enero, en Buenos Aires, Escape Room, con Benjamín Rojas, Brenda Gandini, Sofi Morandi y Gonzalo Suárez. “Ensayé dos obras al mismo tiempo, cosa que nunca más haré en mi vida”, se promete. Al poco tiempo viajó a España para dirigir un espectáculo en el Teatro Nacional de Cataluña. Por si fuera poco, en catalán. Volvió y estrenó Terapia integral, con Juan Leyrado, Carola Reyna, Paola Krum y Carlos Belloso. Ahora, es el turno de La mentira. Y sigue: reestrena en El Camarín de las Musas El declive, con su compañía, y en otro espacio a definir repondrá La mujer que soy, aquella joyita que transcurría en dos departamentos del Abasto. Tras cartón, volverá a Barcelona, en donde vive su marido, para estrenar Laponia, el texto que ya dirigió en la avenida Corrientes.
Al parecer, como le queda algo de tiempo, de voluntad, de pasión y de convicción, también está a cargo de un ciclo de música que se tiene lugar en un psiquiátrico con 900 personas internadas. Esa otra movida se realiza los sábados a la tarde, cada 15 días, en un hospital del conurbano. Hay baile, canciones y clima de fiesta. “Es un momento de verdad”, reconoce quien que algunos sábados a la noche termina en un teatro de la avenida Corrientes rodeado de actores de alto reconocimiento y popularidad. “Al final del día, la pregunta sería cuántos personajes conocí”, comenta entre divertido y asombrado.
Para el primer ciclo de música que hizo en el hospital programó a un grupo de jazz. Mientras miraba la situación, se le acercó una chica. Le preguntó: “¿Vos sos católico?”. Nelson dijo que no. Ella le contó que estaba bautizada por tres cultos distintos, pero “desde que estoy acá estoy dejando de creer”, acotó. Después de un silencio le confesó que era una reina, que por eso mismo llevaba un collar que le mostró con cierto orgullo. Pasó un rato y se le volvió a acercar. Le pidió “10 pesitos”. “Pero, ¿para qué? Si vos sos reina”, le contestó Valente señalando el collar. “Es fantasía”, le aclaró la, ahora, plebeya como si fuera un personaje de La mentira que cambia de parecer de un momento en nombre de algo cercano a la verdad. Nelson cuenta aquello y se ríe. Está jugando el juego que más le gusta.
Para agendar
La mentira, de Florian Zeller y dirección de Nelson Valente. Sala: El Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857. Funciones: los jueves, a las 20; los viernes, a las 22; los sábados, a las 21, y los domingos, a las 19. Entradas: 25.000 pesos.