Antonio Flores: 25 años de la muerte que conmocionó a España y dejó hundidas a Lolita y Rosario
El 16 de mayo de 1995 España se despertaba con una triste noticia: Lola Flores había muerto en el Lerele, su casa ubicada en la urbanización de La Moraleja de Madrid. La faraona llevaba desde 1972 luchando contra un cáncer de mama y su fallecimiento, aunque esperado, sumió en una profunda tristeza a millones de fans y, por supuesto, a toda su familia. Pero hubo una persona que sintió la pérdida en lo más hondo de su alma y que no pudo soportar la falta de su madre: su hijo Antonio Flores, que fallecía apenas dos semanas más tarde, el 30 de mayo.
La unión que tenían Antonio y Lola iba más allá de una relación materno-filial. Su conexión era mental, física y absoluta. Él se refugiaba en ella en sus peores momentos y a ella acudía cuando tenía un mal día. Se podían pasar horas y horas charlando, les daban las luces del alba hablando en el salón de su casa. Porque solo Lola entendía a su hijo, solo Lola sabía cuánto sufría Antonio y cómo de cuesta arriba se le hacía la existencia habitualmente.
La muerte de Lola supuso un palo enorme para su adorado hijo, que se sumió en una profunda depresión al enterarse. Antonio tenía entonces 33 años y como una gran parte de los artistas de su generación, había conocido el infierno de la adicción a las drogas. Trató de desintoxicarse en varias ocasiones y ahí siempre estuvo su madre para apoyarle y para ser su hombro en el que llorar en las recaídas más profundas. Lola dejaba la bata de cola en el armario y usaba esa garra y ese poderío que demostraba sobre el escenario para estar al lado de su hijo como una madre comprensiva y cariñosa.
En una entrevista concedida a El Mundo en 1994, Lola explicaba el dolor que había sufrido junto a su hijo: “Yo no soy madre coraje, pero las madres aguantamos lo que nos echen. Lo que me ha pasado a mí le puede pasar a cualquiera, ya puedes ser la más santa y más entregada del mundo. Yo he presumido de ser la mejor amiga de mis hijos, porque siempre he querido que me contaran sus cosas a mí antes que a nadie, y teniendo mi ojos puestos en el único varón, pues imagínese el drama”, decía.
"Me gusta mucho la noche, trasnochar y beber. Sacarme de la cabeza la responsabilidad y los deberes para mañana", dijo en una entrevista el joven rebelde que hasta se había negado a ir a la iglesia con su familia aún siendo un niño. “Yo no soy rebelde, soy el que ha evolucionado más en las ideas y el que ponía pegas, por ejemplo a ir a la iglesia”, contaba.
La luz de sus ojos: su hija Alba
En el momento de su muerte, Antonio vivía su mejor etapa profesional tras ser reconocido como un gran músico gracias a su disco Cosas mías, que había editado en 1994. Pero no siempre fue así. Pasó un largo periodo de sequía musical en el que parecía que las discográficas se habían olvidado de él. Tuvo algunos temas relevantes como No dudaría o Pongamos que hablo de Madrid a comienzos de los años 80 o Gran Vía en 1988, pero no serían consideradas piezas maestras hasta después de su trágico final. Ese olvido en el que estaba sumido le llevó a vivir en un depresión constante, algo a lo que se unió su ruptura matrimonial de Ana Villa.
Con ella se había casado en una discreta ceremonia civil en Madrid el 19 de marzo de 1986. Siete meses más tarde, el 27 de octubre, llegaría a su vida la pequeña Alba, que se convirtió desde ese momento en la luz de sus ojos. La alegría que supuso la llegada de su hija hizo que Antonio, que llevaba un año sin consumir, “se pegara un homenaje”, como él mismo contó tiempo después, cayendo de nuevo en el pozo de las drogas. "El mismo día que nació mi hija, algo incomprensible sucedió en mi cabeza y volví a tomar caballo", contó el propio cantante.
Ana Villa, que siempre ha querido estar en un segundo plano y mantenerse en un bajo perfil al lado de los Flores, fue un gran apoyo para Antonio en su lucha contra la drogadicción. Se separaron tiempo después, en 1989, aunque Ana siempre quiso estar junto a los Flores, con los que ha mantenido una relación excepcional incluso tras la muerte de Lola y Antonio.
La salida al mercado de Cosas Mías fue una gran satisfacción para el hijo de Lola Flores y el Pescaílla. Sensible desde niño y con una capacidad para escribir letras tan hermosas como desgarradoras, Antonio compuso para ese disco temas que ya son historia de la música y que le convirtieron en un artista maduro y, sobre todo, tan libre como siempre había querido ser. Todos recordamos su voz rasgada en Cuerpo de Mujer, Siete Vidas o Alba, la preciosa canción que dedicó a su hija, el gran amor de su vida.
Pero la muerte de su madre le llevó a lanzarse de nuevo al precipicio. Dos semanas les separaron para volver a estar juntos. En esos quince días, Antonio Flores no estuvo solo. Sus grandes amigos y sus hermanas Lolita y Rosario (a ella estaba especialmente unido) vieron cómo se desmoronaba desde el primer instante. Nada más conocer la noticia del fallecimiento de su madre, Antonio golpeó tan fuerte y con tanta rabia una pared que se rompió un brazo.
“Lloré cuando murió Camarón, que era un genio, y ahora lloro porque se ha muerto un genio que es mi madre", dijo antes de encerrarse en esa cabaña que Lola había mandado construir en el jardín del Lerele para tenerlo siempre a su vera.
Su último concierto
No quiso ir al velatorio ni al entierro de su madre y los más cercanos aseguran que solo pensaba en componer canciones y que bebía más que nunca en sus 33 años. Nada le hacía sonreír, ni siquiera su hija, su gran amor, que tenía entonces nueve años. Durante esas dos terribles semanas, Antonio solo salió para dar un concierto, el que sería el último de su vida. Fue en Pamplona y era el 26 de mayo de 1995.
“Es la primera gala desde la muerte de mi madre. Solo quiero deciros que estoy cansado, que estoy bastante falto de sueño, muy emocionado y que, aparte de dedicaros el show a todos vosotros, va dedicado a Lola Flores”, dijo un emocionado Antonio con aspecto cansado y el brazo aún escayolado. Horas antes había aparecido en una rueda de prensa pidiendo a los periodistas que no le preguntaran por su madre y anunciando que haría una colaboración con su hermana Rosario cuando sacara su segundo disco. Un sueño que nunca llegó.
Solo cuatro días después, Antonio Flores aparecía sin vida a primera hora de la mañana en su cabaña del jardín familiar. Junto a él habían pasado la noche las hermanas Chamorro, Irene y Chelo, buenas amigas suyas. Según relató después la revista Interviú, le escucharon levantarse y lanzarse a la piscina de madrugada. Se había tomado varias pastillas y unos cubalibres. Ellas encontraron su cuerpo sin vida a eso de las nueve de la mañana y corrieron a la casa a comunicárselo su familia. Pero fue el personal de servicio el que avisó a Lolita, que vivía en otra casa al lado, y a Rosario, que no podían creer lo que les estaban contando.
La conmoción fue total en la casa de los Flores y entre sus más allegados. Carmen Sevilla, íntima amiga de Lola Flores, sufrió un desmayo al enterarse mientras iba a los estudios de Telecinco donde entonces presentaba el Telecupón. Las escenas de dolor de Lolita saliendo de la casa familiar gritando a los periodistas con toda sus rabia fueron absolutamente desgarradoras y trágicas. El cuerpo de Antonio fue llevado al tanatorio de la M-30 y su padre no fue capaz de estar presente. Tampoco lo estuvo en su entierro en La Almudena un día más tarde.
Lolita cayó en el alcohol
Sus hermanas tardaron años en superar la muerte de Antonio. Lolita confesó años más tarde en Viajando con Chester que se encerró en sí misma y que empezó a beber y drogarse “hasta que asumí que él quiso irse con su madre, su bastón, su pilar, su luz, su amor”. Lolita se martirizaba pensando que no había apoyado lo suficiente a su hermano y eso le hizo vivir un infierno durante meses. “Es lo peor que he vivido en mi vida. Murió Lola y a los quince días también se muere él. Yo veía a Lolita y a Rosario que pegaban saltos, que levitaban, no paraban de saltar. El padre se quedó con la cabeza agachada y me dijo “sácame ya de aquí”. No podía estar en su casa. Normal, es que Antonio tenía su casa al lado de la de sus padres”, recordaba en el programa de Bertín Osborne Antonio Carmona, líder de Ketama y gran amigo de los Flores.
Lolita salió fortalecida pero con ese dolor en su corazón que dura hasta el día de hoy. Hace dos años escribía en su perfil de Instagram unas bonitas palabras hacia su hermano: "23 años sin ti , sin verte, sin tocarte, vida mía te quiero, sigue dándole luz a mi vida". Rosario, más discreta a la hora de manifestar sus sentimientos, siempre ha dicho lo mucho que extraña a Antonio, que compuso algunos de sus temas más conocidos. “Echo de menos a mi hermano Antonio que siempre me ayudó y murió muy joven, siendo uno de los músicos y de los cantantes de la nueva generación española más grande que había”, comentaba.
Las vidas de las hermanas Flores continuaron y también la de Alba Flores, la hija de Antonio que perdió a su padre cuando tenía 9 años. Hoy Alba, a sus 33 años (la edad a la que murió su padre) se ha convertido en una actriz de reconocimiento internacional gracias sobre todo a sus interpretaciones en series como Vis a vis, pero sobre todo a su papel de Nairobi en la ficción de Netflix La casa de papel que la ha lanzado en todo el mundo. El gran parecido físico con Antonio es visible y sin duda lleva en los genes la sensibilidad y la garra de su apellido.