Netflix y la manipulación de uno de sus realities más exitosos bajo lupa

Netflix encontró un tirón importante al adaptar la telerrealidad en el universo streaming. Desde hace varios años cuentan con producciones de éxito como The Circle, Jugando con fuego, Queer Eye oSelling Sunset. Aunque hay muchas más y para todos los gustos. Sin embargo, una de sus propuestas se encuentra bajo lupa tras la demanda de un concursante.

Se trata de Love is blind, el reality que pretende demostrar si es posible enamorarse a ciegas dejando a un lado las apariencias. Aunque según plasma la demanda, las emociones que consiguen sacar de los concursantes serían fruto de la manipulación forzada.

Cartel de 'Love Is Blind'. Cr. Netflix
Cartel de 'Love Is Blind'. Cr. Netflix

La primera temporada de Love is blind se estrenó en febrero de 2020, seguida por una segunda dos años más tarde, consiguiendo suficiente éxito o notoriedad como para que Netflix aprobara el desarrollo de tres temporadas más (la tercera ya se habría grabado), además de lanzar una versión brasilera y otra japonesa. No obstante, más allá de la curiosidad inicial que provocó el formato, a muchos nos impactó que los concursantes siguieran un molde clásico de apariencia televisiva (delgados, guaperas, etc.), desaprovechando la oportunidad que ofrecía el experimento de demostrar si el amor es ciego al no incluir a personas con discapacidades o tallas grandes. Mientras uno de los detalles que más llamaba la atención -a mí incluida- era el derroche de alcohol que parecía fluir a través de los concursantes. En las citas, fiestas y encuentros, además de hacernos testigos de secuencias donde podemos intuir que algún concursante está hablando o actuando bajo los efectos del alcohol.

Pues un exconcursante ha disparado la alarma al demandar a Netflixy los productores del programa por presuntamente maltratar a los concursantes y manipular las conexiones emocionales a través del alcohol y aislamiento, privándolos de comida, agua y sueño.

Así lo describe Jeremy Hartwell de la segunda temporada de Love is blind en su demanda, uno de los solteros que no terminó de crear conexión con ninguna participante. Según recoge Page Six, describe que “pagaron menos” a los miembros del equipo “intencionalmente”, privándolos de “comida, agua y sueño, atiborrándolos de alcohol y cortándoles el acceso a contactos personales y, en la mayor parte, al mundo exterior”.

Según aseguró la abogada del demandante en un comunicado al medio citado, este conjunto de acciones “hizo que los miembros del elenco tuvieran hambre de conexiones sociales, alterando sus emociones y toma de decisiones”.

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Al igual que sucede con otros realities en España, los concursantes habrían firmado contratos con penalizaciones en caso de que abandonaran el show. En este caso, y según Hartwell, se trataba de 50.000 dólares. “Al ser 50 veces más de lo que algunos miembros del elenco ganarían durante todo el tiempo que trabajaron, ciertamente tenía el potencial de infundir miedo y permitir que la producción ejerciera un control mayor”. Según la demanda, algunos participantes de la segunda temporada cobraron de $1.000 a la semana a $8.000 por toda la duración de la filmación, señalando una supuesta explotación al haber supuestamente trabajado hasta 20 horas al día y 7 días a la semana.

Uno de los detalles de la demanda que se remontan a esos primeros comentarios que provocó el reality, es que Hartwell asegura que las únicas bebidas que les proporcionaban de manera regular eran “alcohólicas, refrescos, energéticas y mezclas” mientras que el agua “estaba estrictamente limitada durante el día”. Lo que justamente explicaría la sensación que a muchos nos provocó a lo largo de sus dos temporadas.

Con todo esto, el concursante nacido en Chicago pone sobre la mesa una demanda que habla de “condiciones de trabajo inhumanas” alegando que alteraban el estado mental de los participantes a través de “una combinación de privación del sueño, aislamiento, falta de comedia y exceso de alcohol” que era “requerido, habilitado o alentado” por la producción. Y si bien el aislamiento es una estrategia habitual en la telerrealidad, asegura que todo esto en conjunto “servía para controlar la conducta de los participantes y provocaba un comportamiento irracional a favor del proyecto final”.

Si bien todos los realities conllevan algo de manipulación de fondo a través del aislamiento, la tentación amorosa, los escenarios elegidos según el formato (casas aisladas, islas paradisíacas, etc.) o un simple premio metálico, en el caso de Love is blind siempre me provocó muchas preguntas. Como dónde y cómo conviven los concursantes cuando no están manteniendo citas a ciegas. Porque si bien los vemos de vez en cuando en lugares comunes, no terminamos de comprender cuál es la dinámica durante todos los días que filman las citas, qué comen o hacen con el tiempo libre. Y tampoco podemos creer que estarán manteniendo charlas íntimas con extraños, divididos por una pared y sin verse las caras, todo el santo día.

Si entonces damos por hecho que están aislados, sin pruebas ni nada que hacer más que mantener citas, entonces imagino que habrá muchas horas muertas, aburridas y de larga espera. Suficientes como para darle muchas vueltas a la cabeza y centrarse de lleno en esas personas al otro lado de la pared.

Es cierto que el consumo de alcohol en este formato es algo que siempre llamó la atención. Al igual que en otros realities de la casa como el más reciente El ultimátum: casarse o dejarlo. En ambos casos las copas son de color (dorado o plateado) y no se puede ver exactamente lo que están tomando, pero las charlas y apariencias embriagadas en varios momentos los delatan.

Netflix aprobó el desarrollo de la tercera y cuarta temporada en marzo de este mismo año, pero tras esta demanda de momento se desconoce cuál podría ser el camino que seguirá la casa streaming.

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