Netflix: la miniserie coreana Black Knight imagina un mundo en el que el oxígeno es la mercancía más preciada
SEÚL, Corea del Sur.- El paisaje que se ver en la primera secuencia es el mismo que asoma por la ventana. Aunque en la pantalla el reflejo dura apenas unos segundos. Rápido, el centro de la capital rodeada de montañas, atravesada por anchas avenidas que culminan en impresionantes palacios y coronada en la altísima torre N desaparece en la nube de polvo provocada por el choque de un asteroide devastador. Ahí es cuando comienza de Black Knight, la nueva miniserie de Netflix que está disponible desde hoy en la plataforma.
La historia basada en un popular webtoon -historietas publicadas digitalmente que forman parte fundamental del mundo del entretenimiento coreano-, imagina un futuro cercano en el que la mercancía más preciada para la humanidad es el oxígeno que un grupo de repartidores se ocupa de distribuir entre la población, siempre y cuando estén en condiciones de pagarlo.
Con la bella Seúl convertida en un desierto en el que la supervivencia parece ser casi imposible, la flotilla de mensajeros atraviesa tormentas de arena y ataques de asaltantes de caminos para entregar su preciosa carga. Entre ellos, se destaca 5-8 (Kim Woo- bin), un legendario repartidor con extraordinarias habilidades de pelea y la convicción de que las injusticias de la sociedad posapocalíptica esconden un siniestro plan para someter a los estratos menos favorecidos a la poderosa corporación Cheonmyeong, literalmente dueña del aire necesario para respirar.
Tan omnipresentes como los vasos de café helado –los coreanos lo consumen llueva, truene o relampaguee–, los repartidores en moto forman un nada silencioso ejército urbano encargado de entregar todo artículo que se le pase por la mente de sus clientes. De las compras del supermercado a la última zapatilla lanzada al mercado y ese pulpo tan fresco que todavía está vivo y será el ingrediente principal de la cena, si está disponible a través de una aplicación, el delivery lo entregará en tiempo y forma.
En un país hiperconectado como Corea, el reparto de paquetes forma parte del trajín cotidiano. Apenas unos días en Seúl dejan al visitante con la impresión de que sin los repartidores, muchos se encontrarían tan perdidos como los personajes de la ficción que apenas avanzan entre la neblina creada por el polvo que, según explica la trama, hizo crecer la polución mucho más allá del límite. Algo de esos lazos entre el presente conocido y el futuro distópico que plantea la trama de ciencia ficción fue lo que atrajo al director Cho Ui-seok para desarrollar los seis episodios de Black Knight.
“Me pareció que la premisa era muy innovadora. Estos no son los mensajeros que conocemos todos sino que se trata de unos guerreros que atraviesan las condiciones más adversas y peligros imaginables para entregar el oxígeno y el resto de los elementos necesarios para que la gente pueda sobrevivir. Esa idea me pareció fascinante”, explicó el realizador en plena promoción del programa que forma parte de las más de treinta propuestas realizadas en Corea del Sur que Netflix estrenará en el transcurso de 2023. El éxito de las producciones coreanas en la plataforma y el interés por ampliar su alcance global quedó confirmado hace pocas semanas cuando durante la visita de estado del presidente del país asiático Yoon Suk Yeol a Washington Ted Sarandos, máximo responsable del contenido del servicio, confirmó que en los próximos cuatro años Netflix planea invertir 2500 millones de dólares en la producción de películas, reality shows y series coreanas.
Esa enorme confianza en la usina coreana ya se vislumbra en la realización de Black Knight que imagina un mundo en el que una porción de la población es identificada con códigos QR tatuados en sus manos y dónde quienes carecen de él son tratados como refugiados, obligados a existir en los márgenes de los territorios habitables y librados a su suerte a la hora de conseguir los recursos necesarios para seguir adelante. En esa sociedad organizada como una pirámide invertida quiénes viven en la desolada superficie están al final de la cadena alimenticia mientras quienes pudieron acceder a la ciudad subterránea construida luego de la colisión del asteroide integran una elite poco dispuesta a compartir sus privilegios. Desde allí, Ryo Seok (Song Seung-heon) el heredero del conglomerado que controla el acceso al aire respirable, planea reubicar a muchos de los marginados en un nuevo distrito que oculta un siniestro plan ya en marcha para asegurar su poder. En el sector general los repartidores distribuyen los recursos a quienes viven en complejos habitacionales sin poder salir de sus despojadas casas mientras que en el sector especial los trabajadores públicos están protegidos de la arena pero llevan décadas sin ver el sol.
Más allá del Gangnam Style
Para el público global el barrio Gangnam está asociado con la pegadiza canción, “Gangnam Style”, del cantante y productor local Psy. El tema y su viral paso de baile -ya superó las cuatro mil millones de reproducciones en YouTube-, hacen referencia al sofisticado barrio de Seúl en el que viven los más ricos e influyentes del país. Una zona en la que los autos importados y las exclusivas casas de moda comparten espacio con las clínicas de cirugía estética que abundan por aquí. Claro que en el universo de la ficción postapocalíptica el área de lujo fue transformada en el desierto que recorre el camión de 5-8 dónde el peligro acecha sin descanso. Allí aparecen, en versiones semi destruidas y abandonadas, puntos reconocibles de Seúl como la turística torre N, el paseo hacia el palacio Gwanghwamun, uno de los cinco ubicados en el área urbana, y el río Han que atraviesa la ciudad devenido en altas dunas. La lograda metamorfosis visual es uno de los elementos más impresionantes y logrados de la miniserie de seis episodios. Se trata de un triunfo tecnológico que la producción de ficción de Netflix en Corea del Sur ya había conseguido en programas de terror como Dulce hogar y Estamos muertos, el relato de ciencia ficción Mar de la tranquilidad y en cierta medida también en la popular El juego del calamar.
En el caso de Black Knight la apuesta era tan alta que la productora encargada de los efectos visuales creó una nueva herramienta de realidad virtual para el proyecto que les permitió “recorrer” con una cámara los escenarios en 3D antes de comenzar a filmar. La novedad fue especialmente útil a la hora de capturar las muchas escenas de acción que forman parte de la narración. Es que además de ser el mensajero más eficiente 5-8 también es una suerte de Robin Hood, el caballero negro del título, que trabaja en las sombras para terminar con la injusticia y las exclusiones sociales que sufre la mayoría. Una cruzada que lo acercará a la militar Jung Seol-ah (Esom) y al joven refugiado y aspirante a repartidor Yoon Sa-wol (Kang You-seokl), pieza clave del misterio que recorre la trama ambientada en ese futuro tan temido.