Es nieto del actor más querido por los argentinos y habla de la herencia recibida: “Un orgullo muy grande”
Desde pequeño Lautaro Parada supo que quería ser actor. No es muy difícil imaginarlo si se analiza su árbol genealógico, ya que nació en el seno de una familia de artistas. Su bisabuela fue una de las artistas más importantes de la Argentina, precursora del radioteatro y la “mala” de las tiras de Cris Morena. Su abuelo fue un capo cómico de primera línea, con memorables personajes que hicieron reír a todos. Sin embargo, cuando les dijo que quería seguir sus pasos, ambos le dieron la misma respuesta: “No lo hagas”.
Pero, él hizo caso omiso y empezó a forjar su propia carrera como actor. En diálogo con LA NACION, Lautaro Disi reveló cómo rompió, a su manera, el mandato familiar y siguió su sueño más profundo de desarrollarse en el ambiente artístico, tal y como lo hicieron su bisabuela Hilda Bernard y su abuelo, Emilio Disi.
Lautaro nunca se vio ni como médico, ni abogado, ni mucho menos como contador. De chico quería ser “actor o estrella de rock”. Se crio entre el Teatro Lola Membrives, el set de Casados con hijos y el programa de Susana Giménez. A los 12 años empezó a estudiar actuación en Teatro La Galera de Héctor Presa para ir en búsqueda de ese anhelado futuro. Sin embargo, se encontró con un “obstáculo”. Recurrió a su abuelo y a su bisabuela y se llevó una sorpresa.
“La respuesta que me dieron los dos fue simple ‘buscate otra cosa’”, le contó Lautaro a LA NACION. “Es una profesión en la que se sufre. Siento que ser artista es algo que si pudieras dejarlo, lo hacés. Tiene que pasarte algo muy fuerte y muy profundo adentro para seguir luchándola. La verdad es que se lucha bastante, en la profesión del artista en general, en cualquier tipo de arte”, reflexionó.
A pesar de ese “rechazo” de parte de dos de sus máximos referentes, ‘Taro’ -como le dicen- no hizo caso y se mantuvo firme con su decisión. “A mi bisabuela le pasó lo mismo. Ella quiso ser actriz en los años 40 y en esa época ser actriz era básicamente ser una prostituta. Así es como lo veía su padre, mi tatarabuelo, que era gerente de un banco. Ella, sin embargo, siendo chica, tomó la decisión de seguir”. Y él también.
Lautaro tuvo un breve paso por la Universidad Nacional de las Artes (UNA) y comenzó en el teatro con Casa de muñecas y Le decían Manuel. “Cuando leo un personaje, me viene directamente a la cabeza cómo hacerlo. Si leo y no me pasa nada, digo que no”, explicó el actor de 26 años que protagoniza Cleopatra en la avenida Corrientes.
El bisnieto de la “mala” de Chiquititas que traspasó generaciones
Hasta hace poco tiempo tuvo la fortuna de conocer, disfrutar y aprender de su bisabuela, Hilda Bernard, madre de su abuela Patricia Zelada, exesposa de Emilio Disi y madre de Emiliano Parada, su padre.
“La acompañé muchísimo. Me comía ensayos de cuatro o cinco horas de textos y me pegaba un embole terrible porque era chico”, aseguró entre risas. Pero hoy, ya adulto, esos momentos le significan “recuerdos súper valiosos” y aún tiene imágenes de la cabeza de su bisabuela con Duilio Marzio en El último encuentro.
“Me enseñó muchísimo sobre lo que es hablar en escena. A ella particularmente se la reconocía por tener un vozarrón y un gran control de la voz. Me ayudó a comprender y memorizar textos a partir de un monólogo, a como subir la voz y hablar con una coma. Leíamos mucho a Federico García Lorca. Hasta los 100 años se acordó un poema de él, La casada infiel. Ya estaba grande, me confundía a mí con mi viejo, pero ese poema se lo acordaba de memoria. Esas son para mí cosas inexplicables”.
Incluso, Disi contó que en la época de Chiquitas, cuando salían juntos, a Hilda la paraban en la calle y saludaba a todos: “Era lo más, muy amable con todo el mundo, atenta y dedicada”.
Bernard fue una actriz que traspasó generaciones. Algunos la conocieron por Radio Splendid, otros por Mataron a un taxista y los restantes por ser la malvada (y muy entrañable) Carmen en las primeras temporadas de Chiquititas. Como sea, todos alguna vez la escucharon nombrar. “Hace poco recibí un premio por Hilda con Cristina Banegas y ella, que es una actriz súper consagrada, me hablaba de cuando era pequeña y estudiaba con mi bisabuela. Generacionalmente, es una brecha enorme. A mí me flashea ese paso del tiempo, de ser la primera mujer del radioteatro a un ícono de una serie para niños, de los años 40 hasta los 90 y los 2000. Es una locura”.
Bernard murió “en paz y con mucha tranquilidad” el 20 de abril de 2022. Tenía 101 años. “En el último tiempo, lo único que quería era subirse a un escenario. Trabajó hasta los 95. Su última obra fue Póstumos, de José María Muscari. Después tuvo un ACV y se contagió de Covid dos veces, pero desde ese momento hasta que falleció lo único que quería era volver al escenario”, reveló su bisnieto.
De tener a su abuelo en un muñequito de plástico a acompañarlo al set de Casados con hijos
El abuelo paterno de Lautaro fue Emilio Parada (o Disi, como lo conoció el público). Incluso, adoptó su apellido artístico. “Lo llegué a hablar con él y creo que estaría súper de acuerdo con eso”, comentó. “Cuando yo tenía 15 años me fue a ver a una de mis primeras obras. Para mí fue un orgullo muy grande. Salió y me dijo ‘muy bueno’. Yo estaba contentísimo”.
“Era un grande. Me reía mucho con él. Tenía el síndrome del comediante. Una persona que hace reír tanto después es medio seria en la vida. De repente estabas tomando un café y te tiraba un chiste que te caías de la silla de lo gracioso que era”, recordó con una sonrisa. Sin embargo, reconoció que Emilio, a diferencia de Hilda, no era “tan amable” cuando los fanáticos le pedían fotos.
Lautaro y Emilio eran muy compañeros y tenían una relación muy especial. No obstante, cuando era pequeño, no tenía real dimensión de a quien tenía en su familia. Después de vivir desde los 4 hasta los 9 años en Miami junto a sus padres, regresó a Buenos Aires y en sus primeros días de clase un compañero le dijo: “Vos sos el nieto de Emilio Disi”. Sobre esa escena, que le quedó grabada hasta hoy, reconoció: “Yo nunca había visto nada de mi abuelo. Fui un par de veces al teatro, pero para mí era normal”. Realmente lo entendió cuando un amigo de Emilio le regaló una figura de acción de su abuelo en Exterminators: “Ahí dije ‘claro, es bastante groso porque hicieron un juguete de él’”.
Lautaro, además, fue al colegio con Johanna ‘Yoyi’, la hija menor de Guillermo Francella. Los actores, que compartieron varias películas juntos, se encontraban en los actos escolares y más de uno podrá imaginarse lo que sucedía: “Estaban atrás charlando como si nada y la gente se volvía loca”.
A diferencia de lo que ocurrió durante los últimos días de Bernard, la despedida con su abuelo fue “un poco fea”. El protagonista de Brigada explosiva tuvo cáncer de pulmón y su nieto contó que aunque durante su primera atapa en el hospital estuvo “relativamente bien”, el final fue difícil: “Sufrió al irse”.
No obstante, y más allá de la enfermedad, hasta el último minuto, Emilio no perdió la esencia: “Un día se escapó del hospital. Los enfermeros no estaban, se puso un pantalón que le llevó un amigo, una chomba y unas zapatillas y se fue al bar de la esquina a comer una milanesa napolitana con papas fritas y tomar un vino. Para mí él ya sabía que era su último tiempo de vida”, contó Lautaro.
Pero, la anécdota no terminó allí, dado que como no tenía plata para pagar lo que consumió, le pidió al mozo que se lo anote. “Toda la familia estaba desesperada buscándolo hasta que el amigo que le llevó la ropa les explicó la situación”. ¿El desenlace de la historia? Emilio volvió solo al hospital y Elvira Ferrer (su última pareja) fue a pagar la cuenta. El actor falleció el 14 de marzo de 2018 a los 75 años.
Romper el mandato y trazar un camino propio
Lautaro tuvo la posibilidad de experimentar el arte en casa. Además de su bisabuela y su abuelo, su tío abuelo, ‘Pepe’ Parada, fue un reconocido productor de espectáculos y el segundo marido de Hilda, Jorge Goncálvez, fue productor y director. “Uno de chico tiene el imaginario de ser artista, pero a medida que fui creciendo y me fui golpeando con la realidad lo seguí eligiendo y lo seguí abrazando. Hay algo ahí que no me permite hacer otra cosa”, reconoció.
A pesar de las objeciones, Disi eligió cumplir ese sueño de niño, formarse como actor y adoptar un apellido tan imponente como el de su abuelo: “Siento que fui bastante independiente en poder generar mi propio camino. La gente que me conoce y trabajó conmigo sabe que queda anecdótico todo. Más que un peso siento que a la profesión le debo algo, un respeto por el linaje, porque toda mi familia, de una manera u otra, trabajó en el medio”.
Hoy, el día a día de Lautaro se reparte entre ensayos, funciones, grabaciones y producciones de fotos. Los sábados a las 18 protagoniza un clásico, Cleopatra, en el Teatro Multiescena (avenida Corrientes 1764) y los viernes a las 21 se luce en la comedia Losers en el Teatro Gargatúa (Jorge Newbery 3563), bajo la dirección de Gigi Fallotico. Además, convive con su pareja, Micaela Oro, quien también es actriz y directora en Microteatro.
Incluso ya piensa a largo plazo. Sueña con actuar en el San Martín, un teatro que para él tiene mucha historia familiar y trabajar con el actor Gonzalo Urtizberéa y el director Mariano Stolquiner. Actualmente, filma un proyecto audiovisual y escribe algunas cosas propias para, en un futuro, lanzarse como director.
A pesar de que cuando era niño su bisabuela y su abuelo le dijeron que no fuera actor, él hizo caso omiso y luchó por su pasión. Hoy, a la distancia, considera que todo fue “una prueba”. Ambos artistas fueron muy respetuosos y le dieron espacio para que trazara su propio camino. “Siempre que les pedí ayuda me la dieron, pero siento que no vieron la necesidad de ponerme más presión de la necesaria”, explicó y aseguró que, aunque en un momento le dijeron otra cosa, tanto Hilda como Emilio estuvieron “tremendamente orgullosos” de que haya seguido sus pasos.