En la serie de Osel, el niño lama español, está una de las claves de la vida

Póster de 'Osel', cortesía de HBO Max
Póster de 'Osel', cortesía de HBO Max

Osel Hita Torres apenas había empezado a caminar cuando sus padres españoles y monjes tibetanos decidieron cuál era su destino. Tenía 14 meses cuando a este niño nacido en 1985 en el pueblo granadino de Bubión, lo sometieron a pruebas tradicionales budistas para comprobar si, como creían muchos, se trataba de la reencarnación de Lama Yeshe, un monje carismático y de sonrisa perpetua que había desafiado las tradiciones de su cultura al forjar fuertes lazos con Occidente.

Sin conocimientos ni conciencia alguna sobre lo que estaba haciendo, Osel superó cada una de las pruebas y fue reconocido por el Dalai Lama como dicha reencarnación. Y así, sin voz ni voto, inició un camino de vida inusual, creciendo en un monasterio tibetano lejos de su familia numerosa y la cultura española, convertido en el niño póster de la reencarnación budista. Pasó a ser conocido como Osel, el niño lama español, dando entrevistas, siendo protagonista de infinidad de reportajes y viajando por el mundo como el vivo ejemplo de la conversión entre Occidente y Oriente.

Pero el tiempo pasó y Osel desapareció del radar público al llegar a la adolescencia ante la necesidad imperante que reclamaba la búsqueda de su propia identidad, a la par que descubría los excesos del caos, la fiesta y las drogas en Ibiza. Sin embargo, a sus 36 años reaparece para contar su historia en HBO Max a través de Osel, una de las series documentales más recomendables de la temporada. Porque a lo largo de cuatro episodios no solo comparte su increíble historia, sino que aplica todo lo aprendido recordándonos una de las claves de la vida.

Fotograma de 'Osel', cortesía de HBO Max
Fotograma de 'Osel', cortesía de HBO Max

La relación entre Osel y Lama Yeshe no fue una coincidencia salida de la ficción como pasaba en la película de Bernardo Bertolucci, Pequeño Buda (1993, con una historia similar pero con un niño de Seattle, EE. UU., como reencarnación de un lama). Sus padres habían sido alumnos de este monje afiliado al movimiento hippie occidental y habían participado en la creación de un centro de retiro budista en España apadrinado por el propio monje. A través de esta conexión y un sueño que tuvo María Torres, la madre de Osel, tras la muerte de Lama Yeshe, los monjes tibetanos comenzaron a especular con la posible reencarnación en el cuerpo de este niño español. Y una vez verificado le cambiaron la vida para siempre.

Fotograma de Lama Yeshe en 'Osel', cortesía de HBO Max
Fotograma de Lama Yeshe en 'Osel', cortesía de HBO Max

Porque Osel creció desde los dos años bajo la estricta enseñanza de un monasterio tibetano, durmiendo apenas unas seis horas diarias y pasando la mayor parte de su tiempo estudiando. Era venerado como una deidad viviente pero vivía bajo una estricta disciplina. Era un niño sentado en un trono que no podía jugar ni conectar con otros de su edad. Era una especie de ídolo cuando era un pequeñajo sin uso de razón, adoctrinado como futuro monje célibe y lejos de su familia. Porque así como lo cuentan los propios protagonistas, sus padres lo dejaron allí creciendo bajo el destino de la creencia de la reencarnación. Veía a sus progenitores y hermanos un par de veces al año, teniendo 2, 4, 6 o 10 años… Y creo que solo escuchándolo a él mismo contar su historia es que podemos llegar a comprender la increíble experiencia que ha sido su existencia, pero también el trauma, la soledad y la sensación de abandono con la que creció durante toda su infancia y adolescencia.

El ser un extranjero en tierra tibetana, adoctrinado como la continuación de otro ser humano que dejó huella. Así como el abandono familiar, la sensación de no pertenecer en el monasterio ni en su familia, le generaron traumas que fueron encontrando formas de salir a medida que fue creciendo. Visitar a su familia en Ibiza durante la adolescencia le abrió las puertas a otro estilo de vida, al cuerpo femenino, las drogas y la fiesta, desembocando en un camino de rebeldía contra todo lo impuesto que optó por abrirse alas y buscar su propio camino.

A lo largo de la serie, Osel revela el poder contraproducente escondido en la manipulación y la acción de forzar el camino vital de un niño. Ver a ese pequeño llorando en su trono, pidiendo entre lágrimas que alguien lo alce en brazos, queriendo jugar pero siguiendo las tradiciones, rezando con los monjes, meditando, atendiendo invitados, se traduce en una experiencia profundamente conmovedora. Hay algo en la imagen de un niño triste que consigue tocarnos en lo más profundo, y mientras conocemos los polos opuestos que impusieron sus padres y su vaivén de opiniones, ayudándolo a escapar del monasterio para luego devolverlo más tarde, nos presentan una historia de vida en donde Osel logró aplicar todo lo vivido para descubrir su propio camino.

Fotograma de 'Osel', cortesía de HBO Max
Fotograma de 'Osel', cortesía de HBO Max

Al salir del monasterio Osel se dio a la rebeldía pasando de una vida adoctrinada y disciplinada, a la Ibiza de los 90s. Renegaba del budismo y no quería saber nada con su vida pasada. Me sentía libre, pero no era libre porque no tenía las herramientas para gestionar esa libertad” explica en el cuarto capítulo. De repente se dio de bruces con el mundo real, lejos de la protección tibetana y optó por experimentar la vida en todas sus facetas. Tuvo pareja, durmió en la calle, vagabundeó… incluso vivió en las calles de Italia por elección propia. Quería descubrir la vida en general y así, afianzándose en la búsqueda de su propia identidad, se fue encontrando. Y perdonando.

Porque después de escuchar y ser testigos de una historia de traumas, sensación de abandono e infancia difícil, Osel revela que “sigue teniendo problemas psicológicos, dificultades y conflictos” por no haber crecido en un ámbito familiar, pero aun así logró llegar a un punto de comprensión y comunicación con su familia, sobre todo con su madre, dejándonos una lección vital para tener en cuenta. “Las cosas malas se me olvidan, no guardo rencores” explica al recordar el tiempo de discordia que vivió con su progenitora y los años que pasaron hasta que hicieron las paces. “Yo no quiero canalizar eso, no quiero tener esas frecuencias en mi cuerpo, por lo tanto, lo olvido. Y si lo recuerdo es para poder aprender a mejorarme a mí mismo y no cometer los mismos errores”.

Es decir, no nos habla de enterrar los traumas, sino de aprender de ellos y comunicarse para beneficio propio. “Hay otras muchas cosas mucho mejores que tener rencor a gente que ha intentado hacerlo lo mejor posible dentro de sus posibilidades” añade. “No culpabilizo a nadie, de hecho, la culpa no existe, solo existe la responsabilidad. Al final yo tomé responsabilidad por mi vida para quitarle responsabilidad a los demás porque no me interesaba tener que culpar a nadie” sentencia.

Fotograma de 'Osel', cortesía de HBO Max
Fotograma de 'Osel', cortesía de HBO Max

Esta liberación de culpa, de reconocimiento humano dentro de las circunstancias que vive cada uno, se antoja como una de las claves de la vida para vivir sin rencores y en armonía con el prójimo. Porque la historia de Osel acongoja. Por momentos incluso contagia cierto nivel de rechazo o rabia contra esos adultos que impusieron sus ideales sobre un niño vulnerable sin conciencia del camino que estaban forzándole. Nos entristece pero también nos inspira.

Porque después de conocer toda su historia , los traumas que fue generando y tuvo que ir procesando a lo largo de su vida adulta, Osel logra llegar a un clímax personal que lo convierten en un maestro de vida al que da gusto escuchar.

Dirigida por Lucas Figueroa (Despido procedente, Viral), Osel es una serie documental cautivante y reveladora. Porque no solo estamos ante una historia de vida repleta de matices, anécdotas y aprendizajes, sino de un camino que su protagonista continúa transitando, aprendiendo y compartiendo, sirviendo como ejemplo de supervivencia y resiliencia con una humildad hacia la vida inmensamente inspiradora.

Osel está disponible al completo en HBO Max desde el 3 de noviembre.

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