En No hay osos, el iraní Jafar Panahi sigue firme con su batalla personal contra la censura

No hay osos, de Jafar Panahi, estreno del jueves 18
No hay osos, de Jafar Panahi, estreno del jueves 18

No hay osos (Irán/2022). Dirección: Jafar Panahi. Guion: Jafar Panahi. Fotografía: Amin Jafari. Edición: Amir Etminan. Elenco: Jafar Panahi, Naser hashemi, Vahid Mobaseri, Bakhtiyar Panjei, Mina Kavani, Reza Heydari. Duración: 107 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: muy buena.

Ver una película de Jafar Panahi es una experiencia especial. Desde 2010, este gran cineasta iraní, premiado tanto en el Festival de Cannes como en el de Berlín, viene teniendo serios problemas con el gobierno de su país. La historia de ese entredicho es muy larga e incluye encarcelamientos, salidas transitorias, huelgas de hambre, reclamos de organismos de derechos humanos y de colegas y otros artistas de todo el mundo y finalmente una condena efectiva a seis años de prisión por “colusión contra la seguridad nacional y por propaganda contra el sistema”, según la justicia iraní.

En febrero de 2023, Panahi logró que le concedieran la libertad provisional tras el pago de una fianza parecida a la que ya había tenido que entregar en 2010 (unos 200.000 dólares), la primera vez que estuvo preso por su participación en protestas antigubernamentales. En todo este tiempo, el gobierno iraní se ocupó de evitar que Panahi filme películas, conceda entrevistas o viaje al extranjero. Logró los dos últimos objetivos. Detener al Panahi que filma es más complicado.

El cine de este artista rebelde se ha transformado en un reflejo cada vez menos solapado de sus circunstancias. Pero Panahi encuentra siempre alguna forma creativa de canalizar su impotencia, su angustia y, sobre todo, sus denuncias. Así como alguna vez hizo llegar a Cannes su largometraje Esto no es un film (2011) en un pendrive contrabandeado en el interior una torta de cumpleaños, en No hay osos filtra toda la información que le interesa dar a conocer a través de una muy singular historia de “cine dentro del cine”.

Panahi es el protagonista de esta ficción de tono documental en la que está tratando de dirigir desde Irán un largo que se filma en Turquía, dado que no puede salir de su país. Pero en lugar de hacerlo en Teherán, la capital –donde él vive normalmente– elige trasladarse a un pueblito fronterizo donde todo empieza a tomar el color de una comedia de enredos.

En los entresijos de una cadena de inconvenientes insólitos se hacen notorios los asuntos que el director considera importantes, los que precisamente inquietan a quienes lo persiguen: en un primer plano, el machismo, la violencia latente y el despliegue delictivo en una zona de Irán donde las condiciones de vida son realmente precarias. Y más profundamente, las hipocresías adheridas al discurso religioso dominante en una sociedad desigual y con libertades limitadas.

Lo que al principio parece una simple desventura -el intento de controlar un rodaje a la distancia y en un entorno casi imposible que da pie a algunas situaciones graciosas- se va transformando en una tragedia oscura, en la película quizás más cruda y brutal de Panahi, como si la persistencia con la que lo agobia la censura ya empieza a dejar heridas muy profundas en él.