La película más aterradora de esta temporada es argentina, y su creador quiere que sufras

No hay nada mejor que superarse constantemente. Incluso cuando se trabaja en el cine de terror, que sigue siendo visto de manera despectiva por quienes lo descalifican en términos artísticos, pero que es capaz de alcanzar dimensiones sublimes en los mismos términos y es, además, uno de los géneros favoritos de la comunidad latina.

Luego de dirigir y escribir “Aterrados” (“Terrified”), considerada con justicia como una de las producciones más espeluznantes de los últimos años, Demián Rugna abandona los recintos estrictamente urbanos de sus cuatro películas anteriores para asumir aires rurales, incrementar las dosis de espanto y lograr una historia más redonda en “Cuando acecha la maldad” (“When Evil Lurks”), un largometraje contundente y perturbador que se estrena este viernes en salas de todo el país, antes de su lanzamiento del 20 de octubre en la plataforma de Shudder.

Aqui, Pedro (Ezequiel Rodríguez) y Jimmy (Demián Salomón) son dos hermanos de pueblo que, luego de enfrentarse a una serie cada vez más alarmante de sucesos sobrenaturales, empiezan a desplazarse a lo largo de la región que habitan con la finalidad de evitar un contagio relacionado a entidades malévolas.

En entrevista con Los Angeles Times en Español, Rugna habló de la evolución de su filmografía, de los detalles que hacen que esta sea una película distinta, de sus influencias cinematográficas, de su trabajo con los actores que lo acompañan y de la manera en que construye un sentido del terror que resulta tan realista como implacable.

Demián, tus películas han evitado siempre caer en lugares comunes, tanto en lo que respecta a sus temática como al uso de locaciones, pese a que se han filmado en Buenos Aires. Pero “Cuando la muerte acecha” es diferente en el sentido de que nos traslada a un medio rural o semirural que no habíamos visto antes.

No creas que se hizo muy lejos de Buenos Aires. La locación más lejana estaba a una hora. Pero sí, después de hacer “Aterrados” y de estar trabajando en un ‘remake’ que se frustró, necesitaba escribir algo que me sacara del concepto de una película que se desarrollaba en una, dos o tres casitas y con cuatro personajes. Quería hacer una especie de ‘road movie’ y usar muchas locaciones. Fue entonces que concebí la idea de esto, que considero una ‘road movie’ de terror.

“Aterrados” era una película más orientada hacia las conversaciones, hacia los espacios cerrados. En este caso, el relato se abre; hay mucha más acción. Me pregunto si eso tuvo que ver también con la idea de retomar ciertos mitos que pueden estar vinculados a zonas extraurbanas. ¿O los mitos que aparecen son  inventados?

Obviamente, jugaba con la idiosincrasia de las personas que viven en el interior de nuestro país, que tienen sus propias teorías y sus propios temores sobre lo que pasa a su alrededor. Pero todos los mitos que presento son inventados, y no involucran ni siquiera a la religión.

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Las criaturas que presentas son una suerte de seres poseídos a los que los protagonistas llaman ‘encarnados’ en ‘embichados’. ¿Esos términos no provienen de mitos reales?

El concepto de ‘encarnado’ alude a un demonio que se te mete en la carne, y la gente del pueblo, como una forma de ‘slang’, lo ha cambiado a ‘embichado’. También está inventado.

Hay de todos modos conexiones interesantes con otros mitos latinoamericanos, como el de La Lechuza, que proviene del norte de México y afirma que no puedes matar al monstruo de manera tradicional, disparándole, por ejemplo. ¿Es una coincidencia?

Sí. La idea de esto surgió al imaginar lo que pasaría si uno se enfrenta con un demonio. No puedes hacer esto, no puedes hacer lo otro. Eso refuerza los obstáculos que tienes para librarte de él, y eso fue lo que me llevó a crear reglas.

Todo sale de tu mente, entonces. ¿Pero cuáles son tus referentes en la creación de universos fantásticos?

A mí me gustan mucho Clive Barker y Stephen King. Y en lo que respecta a la creación de universos, Guillermo del Toro, que es uno de mis directores favoritos. Esta película se encuentra también inspirada de algún modo en la cinta coreana “The Wailing” y, obviamente, en la “Evil Dead” de Sam Raimi.

Pero se siente de todos modos muy argentina. Debe ser algo que llevas en el ADN, ¿no?

Bueno, la filmé en Argentina, y no traté de esconder que estábamos ahí. Hay muchas películas argentinas que usan incluso una forma de hablar más neutra para tratar de ser más internacionales. Cuando yo era muy joven e hice mi primera película, “The Last Gateway” [2007], la condición de los inversionistas era que se hiciera en inglés, simulando que estábamos en Estados Unidos. Y nos salió cualquier cosa, porque nadie hablaba bien ese idioma. Creo que hubiera tenido mucha más repercusión de la que tuvo si admitíamos su origen.

Hay constantes en tu filmografía, como la buena dirección de actores y el buen desarrollo de los personajes. Aquí tenemos a dos hermanos que se involucran en todo este asunto de los ‘embichados’. Son interpretados por Ezequiel Rodríguez y Demián Salomón, y están increíbles.

He trabajado mucho con Demián. Es como mi actor fetiche. Estuvo en “Satanic Hispanics”, estuvo en “Aterrados”. A Ezequiel lo conocí el año pasado, mientras hacíamos el casting; y me dejó deslumbrado. Él sí conocía a Demián, y establecieron entre ellos una química hermosa, de superación como actores, de apoyarse y criticarse mutuamente. Eso me facilitó mucho más la tarea, porque además de tener que dirigir a los actores, tenía que crear este mundo y hacer que funcionan las escenas con efectos.

Tu manera de aproximación a las escenas de terror es muy de la vieja escuela, con efectos prácticos.

Lo de la vieja escuela se da por dos motivos. El primero es que los efectos prácticos surgen de la necesidad de que todo se sienta real. Y el segundo es que no tengo el dinero necesario para trabajar con CGI y que quede bien. La decisión se dio desde el día en que me senté a escribir la primera línea. Por suerte, sé hacer postproducción y sé hacer FX, que ayuda a los efectos prácticos pero es un retoque, no una herramienta de CGI.

He visto los cortos que hiciste al iniciar tu carrera. Eran más bien humorísticos, satíricos, como lo era también tu tercer largo, “No sabés con quién estás hablando”, que era una comedia negra. El resto de tus películas, en cambio, son súper duras; son realmente de terror para adultos. Y en ese terror también hay personajes de niños que la pasan muy mal. Eso puede ser chocante para algunas audiencias, sobre todo las que gustan del terror comercial.

La verdad que el desafío más grande en este rodaje fue cumplir con las regulaciones de minoría en Argentina. Encima, estábamos saliendo de la pandemia, y por ley, no podíamos tenerlos más de tres horas por día. Había que trabajar con esos horarios y trucar las escenas que eran truculentas para ellos. En realidad, trabajar con niños es un riesgo y una gran fuente de estrés.

¿Por qué lo haces así a pesar de que algunos se puedan horrorizar más de la cuenta? ¿O lo haces así sabiendo justamente que se van a horrorizar más de la cuenta?

Si hago una película de terror, no quiero hacer ninguna concesión. No quiero ser políticamente correcto. Creo que eso es lo que más valoro de haber podido hacer esto. Cuando el espectador se sienta a verla, se tiene que atener a las consecuencias. No estoy jugando. Tal vez llegará en algún momento un estudio grande a mi vida, y en ese momento, no me dejarán hacer nada. Por ahora, tengo libertad completa, y si dejas que te haga pasar un mal momento, lo voy a hacer.

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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.