'Pesadilla en el Paraíso' comente un error imperdonable con Bea y Dani

Bea y Dani en 'Pesadilla en el paraíso' (Twitter/@pesadillaparais)
Bea y Dani en 'Pesadilla en el paraíso' (Twitter/@pesadillaparais)

Pesadilla en el paraíso sigue quemando todos sus cartuchos para contentar a la audiencia (sin demasiado éxito, por cierto). En su intento por generar contenido, el reality ha dado un paso que se antoja cuestionable y que hace un flaco favor tanto a los protagonistas implicados, Dani y Bea, como al público. La relación entre ambos ha resultado ser bastante conflictiva y tóxica, todo menos un ejemplo a seguir, más bien, todo lo contrario. Por eso era innecesario recurrir a lo que se hizo en este debate, un gesto que les ha valido un sinfín de críticas con toda la razón.

La estrategia de incluir a Bea Retamal en Pesadilla en el paraíso como nueva residente de la granja fue una gran idea, al César lo que es del César. Tras su compleja ruptura con Dani hacía meses, verles juntos de nuevo podría remover sus sentimientos y provocar una reconciliación. Dicho y hecho. La parejita retomó su romance inmediatamente y aquello, al menos al comienzo, parecía la casa de Heidi. Pero, como era de esperar, con las caricias debajo de las sábanas también llegaron los reproches.

Y no cualquiera, unos muy graves. La pareja tiene demasiados asuntos que resolver y un reality no es precisamente el mejor lugar para hacerlo. Pero lo peor no ha sido verlos pasando por una crisis existencial, sino la manera en que lo enfrentan y tratan de arreglar las cosas, la forma en la que se tratan y la dinámica de su relación no es la más adecuada. Fácilmente podríamos recurrir a esa palabra que, desgraciadamente, se ha vuelto tan de moda y que define a la perfección el tipo de interacción entre Dani y Bea: tóxica.

Lo han dicho por activa y por pasiva sus compañeros en la casa que viven con ellos 24 horas, también los colaboradores en plató, las madres de ambos y el público que opina desde las redes. Lo suyo es una constante batalla de gritos, acusaciones, lágrimas, insultos y mucho más. Una montaña rusa de sentimientos tan desagradable como dolorosa para todos. Un ejemplo claro de cómo no debe ser una relación sentimental que en ningún momento debería fomentarse, todo lo contrario.

Por eso, la nueva sección incorporada por Pesadilla en el paraíso ha sorprendido tanto. Hace una semana, unían a Danna y Manuel en una cena romántica con preguntas escritas en sus platos para ver si así, hablando civilizadamente y sin agentes externos, por fin llegaban a un acuerdo. Lo lograron. Aquello resultó ser un acierto y los primero amigos, más tarde algo más, y luego enemigos, resolvieron sus conflictos para bien a través del diálogo y la comunicación.

Esta semana decidieron continuar con esta interesante propuesta, pero con Dani y Bea. Y ahí es que siento que se equivocaron. Aunque su cena salió de maravilla y ambos se portaron como dos auténticos enamorados, regalándose miradas y frases bonitas, todos sabemos que su situación no se resuelve con seis preguntas románticas frente a las cámaras. Lo suyo, si quieren salvarlo, requerirá de otro tipo de ayuda.

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El concepto y la intención es buena, pero no es lo apropiado para dos personas cuyos problemas van mucho más allá de peleas de enamorados. El rencor, el dolor y las heridas no se han curado, por eso, primero tienen que resolver sus conflictos personales para poder entablar una relación sana, tanto con ellos mismos como entre ellos como pareja. Verles sonreír como si nada pasase, haciendo ver que lo suyo es la historia de amor más bonita del mundo, me generó mucha tristeza porque no me parece que sea tan real. Creo que pocos entendimos esta situación. Si bien a corto plazo puede que les haya hecho bien, no eran las personas adecuadas para pasar por esa mesa.

Las preguntas que les hicieron fueron, a diferencia de las de Danna y Manuel, todas muy positivas. Tipo, qué te enamoró del otro, si te ha hecho mejorar como persona, lo que sienten el uno por el otro. Aquello fue una lluvia de piropos y declaraciones de amor de película. Por un momento es cierto que se nos olvidó el mal rollo que existe entre ellos, por primera vez hablaban y no se gritaban. Pero rápidamente entendimos que todo fue más un estado de alucinamiento temporal que, desafortunadamente, no se prolongará en el tiempo.

En todo momento se les mantuvo contentos gracias a que esas preguntas escritas sobre el plato eran cordiales y amorosas. Se evitó a toda costa tocar temas más intensos y delicados que pudieran generar un cabreo monumental de los suyos y destrozar la escena. Y menos mal que lo hicieran porque aquella mesa, comida incluida, hubiera podido saltar por los aires. Lo que está claro y así lo han demostrado, es que Dani y Bea, tan pronto se quieren como se odian, se acarician como se gritan e irrespetan. No hay un término medio entre ambos y ahí radica todo. No hay equilibrio.

La intención del programa fue buena, pero no la apropiada. No son los destinatarios adecuados para esta reunión que, si bien es cierto que amansó a las fieras que tienen dentro cada vez que se mosquean, no representa la realidad de la pareja. Ese no es su estado natural la mayoría del tiempo. Tampoco descubrimos nada nuevo. Sí, Bea y Dani se quieren mucho, pero se quieren mal. Y eso no se resuelve con dos primeros platos y un postre.

Los dos se fueron felices y contentos a la granja, incluso me atrevería a decir que motivados y decididos a empezar desde cero, como si el dolor y el daño hecho en el pasado se pudiera eliminar de un plumazo. La intención se aprecia, pero no creo que tengamos que esperar mucho para volver a verles enzarzados en un pelea desagradable cargada de reproches por heridas no curadas de forma correcta.

Las palabras, como se suele decir popularmente, se las lleva el viento, ahora les toca afrontar lo más difícil, trabajar en su relación, si es que de verdad se quieren como aseguraron en esta romántica velada. El decorado fue muy bonito, pero el contenido no es más que una ilusión. Y creo, desde el cariño hacia dos personas que viven en un círculo vicioso, que la escena sobraba por su propio bien.

Ellos no necesitan de psicología de bolsillo, requieren de algo mucho más fuerte que, sinceramente, espero sean capaces de entender y procesar a su salida del reality cuando vean las desagradables situaciones y los estados tan extremos a los que han llegado. Eso no es como debería ser el amor entre dos personas, y una cena frente a miles de espectadores es la manera de arreglarlo.

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Imagen: Twitter/Pesadilla en el paraíso