Cuando tus hijos se convierten en tus maestros o qué aprender de la generación Z
"Discuto frecuentemente con mi hija de 14 años de edad porque ella está empeñada en que la ropa no tiene género; también le molesta cuando digo que el sobrepeso está mal y que es un problema de salud; e incluso me dijo que los chicos pueden usar maquillaje y barniz de uñas sin ser gays. En definitiva, me gusta que sepa que en el mundo hay lugar para todos, pero hay cosas muy difíciles de aceptar para mí", me cuenta Y. Cristina, de 44 años y madre de tres Generación Z.
Comprendí su angustia como una especie de abismo comunicacional entre quienes somos padres de estos chicos, porque definitivamente hay una cantidad de paradigmas por romper en virtud de un mundo mejor, más inclusivo y, sobre todo, respetuoso.
Y es que la comunicación entre padres e hijos está afrontando un momento determinante en cuanto a valores, creencias y paradigmas. El mundo está cambiando constantemente y hoy luce muy distinto a aquel en el que fuimos criados. Los padres que somos Generación X estamos ante nuestro mayor desafío: mantenernos conectados con nuestros hijos y guiarlos a través de una vida cuyos parámetros son muy diferentes a los establecidos en nuestra infancia y adolescencia.
Según estudios de la Universidad de Harvard, quienes se ubican en la Generación X son los nacidos entre 1965 y 1984, y suelen ser padres de Millennials y Gen Z, y son precisamente los de ese último grupo, nacidos a principios de los 2000 en adelante, quienes están definiendo realmente una nueva manera de expresarse y de defender sus criterios.
La generación de la esperanza
Quizás su gran capacidad de defender sus puntos de vista es lo que se nos hace difícil de manejar. La psicólogo Giovanina Vivas señala que los padres necesitamos sensibilizarnos y flexibilizarnos en cuanto a nuestros propios paradigmas para poder estrechar la brecha en la comunicación con ellos.
"Aunque los padres siempre pueden orientar a sus hijos, también deben confiar un poco en que ellos piensan por sí mismos. La mentalidad, y la psicología de los adolescentes no está exenta de criterio, ellos también tienen su forma de ver el mundo. Los adolescentes hoy en día están teniendo un comportamiento más cercano a la adultez, pero aún así demandan ser escuchados, de manera que hay que tratar de entenderlos, abrirse, y evitar la postura adultocentrista de imponerse porque eres mayor y sabes más, y ellos no. Bajar un poco la guardia como papás puede ser una forma de abordarlo".
Con ella coincide el psicólogo especialista en adolescentes Leandro Olszanski, quien asegura que lo más importante es saber estar y acompañar a nuestros hijos, escucharlos, tratar de mantenernos al día con qué es lo que se está viviendo actualmente en la sociedad, cuáles son los temas de debate que tanto han cambiado en los últimos 15 o 20 años, pero advierte que también es necesario hacerles saber que todo nuestro conocimiento es válido también, no todo lo que sabemos es obsoleto, que tenemos experiencias que hemos vivido durante 30, 40 o 50 años de las que ellos pueden aprender también.
"Para algunos de los padres de nuestra generación no es tan fácil porque la realidad es que los paradigmas con los cuales nos manejamos hoy en día no son los mismos con los que crecimos, hay una gran diferencia, que muchas veces depende también del país en el que nos criamos y de nuestra cultura, y vivir en una sociedad como la de hoy, hace difícil mantener ciertas cuestiones. De manera que tenemos que saber escuchar, acompañar, pero también guiar. Allí está la clave”.
Olszanski además ha revelado que, según su experiencia, esta generación le transmite mucha esperanza en relación al futuro, porque se caracteriza por aceptarse el uno al otro en una forma de la que los mayores deberíamos aprender. Se aceptan sin juzgarse, sin discriminación, sin señalarse y eso, para el experto, es algo de lo que deberíamos aprender.
En este sentido, la especialista María Amelia Aguilar, en una entrevista para el programa Sale el sol de Imagen Televisión también afirma que los chicos de la generación Z son mucho más conscientes que sus generaciones predecesoras, son muy creativos y tienen mayor consciencia del planeta, pero no tienen paciencia y son inmediatos. “Si quieres hablar con tus hijos, tiene que ser concreto y rápido porque su mente va mucho más rápido que la nuestra. Ellos son maduros y autosuficientes”.
Sin embargo, advierte que emocionalmente son jóvenes muy solitarios, “con lo de la socialización entre amigos y en pareja no les va tan bien porque están acostumbrados a la comunicación digital. Hay una desconexión de valores y empatía, de manera que somos indispensables como papás. No solo (tenemos que) hacerlos parte de una familia, hay que abrazarlos, amarlos, hacerles sentir que tienen un espacio amigable, de amor, donde podemos hablar…”
Aguilar sugiere fomentar las ocasiones para que ellos hablen de sus sentimientos. “Cada chico es diferente, como padres tenemos que encontrar las maneras de comunicarnos con ellos. Hablarles por WhatsApp puede funcionar… es entrar en su plano, donde se sienten cómodos para hablar, pero hay que buscar el plano físico, hay que ofrecer tiempo de calidad, que se sientan seguros con tu presencia… debemos brindarles esa seguridad de que son aceptados y amados”.
Vivas por su parte recomienda, además, promover la autoestima de los muchachos, que sean fieles a sus valores y principios y estimular la comprensión. “Tal vez no estarás de acuerdo nunca en que la ropa no tiene género, pero eso no quiere decir que esa opinión que tiene tu hijo esté mal. No tiene que pensar igual que tú. Allí se deben trabajar el respeto al pensamiento diverso, pensar que son temas que se están renovando y cuando cambiamos ese enfoque de cómo percibimos a otros, los prejuicios bajan a cero”.
Clasificar o etiquetar a las personas, juzgarlas por las apariencias, o por sus decisiones no son códigos de estas nuevas generaciones. Entonces se hace necesario enseñarle a nuestros hijos que sí somos capaces tanto de respetar las opiniones de otros, como de exigir respeto por las nuestras.
Debemos aceptar que toda esta conversación nos enriquece en el sentido de que podemos poner en el tapete cuáles son nuestros propios paradigmas y que reconocemos que no necesariamente son la verdad absoluta de los otros.
Respetar sus criterios, aunque no estemos de acuerdo, es darle valor a su opinión, a la seguridad que tienen en ellos mismos. Y tal vez sirva para tranquilizarnos el hecho de que mientras inculquemos valores como el amor, la solidaridad, la honestidad, la tolerancia, la justicia, la libertad, la humildad y la gratitud, entre otros, estaremos asegurando que irán por el “buen camino” aunque ese camino hoy en día luzca diferente al que nos tocó recorrer.
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