¿Por qué nadie puede matar a Mickey Mouse?
Todos podemos mentir y decir que Mickey Mouse no ha despertado el más mínimo interés en nosotros a lo largo de nuestra vida. Podemos agrandar más la mentira y asegurar que ninguno de los personajes que conforman el ‘Mundo Mágico de Disney’ nos ha movido alguna entraña, sentimiento o emoción. Podemos engañarnos de múltiples formas, pero en el interior sabemos que eso no es cierto.
Ya han pasado 50 años desde la apertura de Walt Disney World y a juzgar por lo que puede apreciarse al interior de sus cuatro gigantes parques temáticos, la fascinación por vivir LA EXPERIENCIA (así, con mayúsculas ) de inmersión de alguna de las múltiples cosas que a través del cine, la música o la televisión nos ha marcado a alguna edad, sigue más viva que nunca.
Porque hay que ser honestos, una de las primeras sorpresas que uno se lleva al mirar a la gente que decide visitar Disney World en Orlando, Florida, (abierto ya en su totalidad y sin las restricciones que impuso la pandemia) es la sensación de que no importa la edad que uno tenga, todo mundo encuentra algo para divertirse. El calificativo de que se trata del ‘lugar más feliz sobre la Tierra’ cobra mucho sentido cuando uno advierte que, en ese alarde de festividad perpetua, se vuelve realidad ante nuestros ojos lo que en términos lógicos debería ser imposible.
Si en algún punto la incredulidad se convirtió en asombro al ver en la pantalla las producciones ‘live action’ (de personajes animados con actores reales), eso se transforma en perplejidad al verlo reproducido en vivo, sentirlo e incluso olerlo (¿sabes a qué huele Pandora, la luna de Avatar?). Y eso se multiplica de manera drástica cuando Disney decide echar la casa por la ventana y poner en marcha una torna fiesta de 18 meses para celebrar 5 décadas con nuevas atracciones a lo largo de ese tiempo.
Así, es pasmoso (no hay otra forma de decirlo) constatar que es posible compartir una aventura de persecución a lado de Remy a través de toda la cocina y restaurante del chef Gusteau, con el corazón acelerado para no ser encontrado por el infame y malvado chef Skinner, no sin antes trasladarte a las calles de París en una reproducción de la Ciudad Luz en EPCOT, donde las crepas, las cavas repletas de exclusivos vinos y la comida gourmet no podían faltar.
Porque si algo hay que admitir es que el desborde de tecnología aplicado en atracciones e interacciones llega a un nivel tal, que no solo es posible toparse con el Halcón Milenario en tamaño real (y si tienes suerte encontrarás la réplica miniatura escondida debajo de él) o convertirse en un piloto de una galaxia muy lejana, sino experimentar la teletransportación de la Tierra al espacio exterior en el nuevo Guardians of the Galaxy: Cosmic Rewind (creado por un mexicano y una colombiana, dicho sea de paso).
Pero admitámoslo, eso sería solo ciencia aplicada si no fuera porque todo va ligado a un recuerdo, que tienes o que estás gestando. Y esa es quizás la respuesta a la pregunta que titula este texto. Por más de medio siglo un personaje como Mickey Mouse y su legión podrían haber pasado de moda y terminar en la venta de garage de tu consciencia, como los juguetes descompuestos de Toy Story (llora aquí al recordar el incinerador).
En ese orden, no tendría ningún sentido que millones de personas se dieran cita año con año para conocer o reconocer Magic Kingdom, EPCOT, Hollywood Studios o Animal Kingdom. Pero eso no es así por una sencilla razón: siempre hay algo nuevo qué sentir, qué vivir.
En un mundo donde lo efímero y desechable es lo ‘normal’, la experiencia en Disney World se vuelve un ente de permanente transformación que no puede sino conmover cada que lo identificas. En otros y en uno mismo.
Como las y los jóvenes que vestidos con toga y birrete acuden acompañados de sus padres a fotografiarse para celebrar su graduación, en una conjunción de los momentos felices que hilan el presente y el pasado con un mismo e inalterable fondo: el Castillo de Cenicienta.
Lo mismo con las bodas que llegan a celebrarse a las orillas de los lagos, las despedidas de solteras y solteros, los aniversarios, las vacaciones familiares, el romance, la jubilación. Es sorprendente la cantidad de gente de la tercera edad disfrutando, en parejas o en grupo, de un lugar que quizás conocieron y vuelven para recordar o que quizás nunca vieron y es justo ahora el momento ideal para hacerlo, constatando que no hace falta ser niño para emocionarse aquí.
Pero quizás no haya nada más emotivo y conmovedor que ver cómo la fantasía se vuelve terrenal y tangible. No tienen comparación los gritos de estupefacción, sobre todo de los pequeños, al ver que las princesas de Disney se paran delante de ellos, de carne y hueso y encima son tal y como las imaginaron. O que un dragón escupe fuego real con toda su majestuosidad. O, en el clímax de todo, ver que de la torre del castillo en Magic Kingdom emerge y vuela sobre todos, destacando en la oscuridad de la noche, la figura alada y luminosa de Tinkerbell (Campanita).
Poder abrazar otra vez a Mickey y compañía (acto restringido por la pandemia que vuelve a permitirse) vuelve simbólico uno de los mayores deseos del mundo y da cuenta de por qué, aún con 50 años encima en Disney World, nadie puede puede matar a Mickey Mouse. Porque nadie permitirá jamás que le aniquilen lo que más valora en el mundo: sus momentos de felicidad.