¿Por qué viajar fuera de temporada gana cada vez más adeptos?

Apuntan algunos informes -uno reciente de Airbnb y otro de Rastreator- la tendencia creciente a irse de vacaciones cuando el resto ha vuelto. Es decir, fuera de temporada. Las ventajas de viajar cuando los demás trabajan son muchas y quienes prueban lo más probable es que quieran repetir siempre y cuando les sea posible. Los angloparlantes llaman a ese periodo entre temporadas ‘shoulder season’ y cada vez cuenta con más adeptos.

Viajar fuera de temporada implica, por lo general, precios más asequibles, menos aglomeraciones e, incluso, mejor temperatura. (Foto: Getty Images)
Viajar fuera de temporada implica, por lo general, precios más asequibles, menos aglomeraciones e, incluso, mejor temperatura. (Foto: Getty Images)

Aunque hay quien puede cogerse días libres en otros momentos del año, lo cierto es que la tradición y lo más común es que el gordo del periodo vacacional se disfrute en verano. A algunos (familias con niños o autónomos que cierran en agosto porque el volumen de negocio es menor y por tanto las pérdidas también) no les queda más remedio que irse en los meses de estío. Sin embargo, hacerlo cuando todo el mundo implica una serie de inconvenientes que pueden llegar a ser muy molestos e incluso, por qué no decirlo, amargarle las vacaciones a más de uno.

En un estudio publicado por Rastreator en julio y recogido por Europa Press se señalaba la existencia de esta tendencia a irse fuera de temporada pese a que aún un 50% de los españoles solo viaja una vez al año y lo hace en verano. En el informe de 2017, un 40,5% reconocía preferir hacerlo en otro momento. Entonces, Fernando Summers, CEO de dicho comparador, explicaba que “el boom turístico (…) está intentando cambiar los patrones de estacionalidad tradicional que se concentran especialmente en verano. Por ello, los viajeros cada vez demandan más a las empresas esa flexibilidad necesaria para comparar y elegir las opciones que mejor se ajustan a las necesidades individuales, sin importar la época del año”.

Uno de los principales inconvenientes de viajar cuando todo el mundo es el precio tanto de los distintos medios de transporte como del alojamiento. Viajar en agosto es más caro que hacerlo en septiembre, por ejemplo. Y no digamos ya de octubre o noviembre. Basta con asomarse a cualquier portal de viajes online para comprobarlo. Una afirmación que corroboran los datos publicacos por Vrbo y recogidos por Lonely Planet según los cuales algunas zonas de Estados Unidos podían ver reducido su precio en hasta un 29% simplemente de un mes a otro.

Y lo mismo que pasa con el alojamiento, ocurre con los vuelos. Es una fórmula básica del mercado. A más demanda, mayor precio. Además, huelga decir que cuando no queda más remedio que veranear en verano, al turista no le que da otra que aceptar los precios de la temporada alta. El empresario sabe que si no es uno, será otro quien acabe pagando. Al contrario, pasados los meses ‘fuertes’ la demanda baja y para atraer más público se reducen los precios y surgen las ofertas.

El precio no es el único ‘pero’. Existen otros inconvenientes que más que al bolsillo afectan a la paciencia, pudiendo llegar a agotarla por momentos. ¿De verdad son vacaciones si hay que madrugar para coger sitio en la playa? ¿Alguien puede disfrutar de tener que hacer colas y más colas para comer o para comprar una simple botella de agua? Situaciones ambas tediosas que suelen sobrellevarse mejor si se está de vacaciones pero que pueden crispar incluso a quien lo está.

Peor es aún para aquellos autóctonos que, por la razón que sea, han de quedarse en su lugar de residencia mientras hordas de turistas sedientos de diversión lo inundan todo. Un informe sobre las tendencias en otoño de Airbnb citado por Apartament Therapy explicaba que zonas como Beatenberg (Suiza), Obertraun (Austria) o Puerto Rico habían visto cómo crecía el número de reservas en otoño de viajeros deseosos de evitar los atascos de la temporada alta.

La temperatura puede ser también un inconveniente cuando se hace turismo en verano. Si se va a ir a la playa, los 40 grados que tan fácilmente se alcanzan en España (y cada vez en más países europeos) son ideales para darse un chapuzón, pero ¿qué pasa si se es más de patearse una ciudad? Caminar kilómetros para empaparse de la arquitectura de una ciudad no es igual de agradable sudando a cada paso y teniendo que hidratarse de continuo como puede serlo en octubre o marzo.

Para hacerse una idea de la diferencia de viajar en temporada o fuera de ella, un buen ejemplo puede ser Venecia, ciudad turística donde las haya. Hacerlo en julio supone aguantar una humedad y un calor asfixiantes, enfrentarse a una marabunta de viajeros que se aglutina por callejuelas en su mayoría estrechas, colas en restaurantes, heladerías, museos, iglesias y palacios y el vaporetto (el barco municipal que hace las funciones de autobús) lleno hasta la bandera. Eso, en pleno mes de julio es así. Y lo mismo en agosto.

Sin embargo, el mismo viaje, en marzo, justo el fin de semana después del Carnaval, por ejemplo, el paisaje es otro. Es posible que quien vaya se encuentre el pavimento salpicado de confetti, pero le habrán costado más barato tanto el vuelo como el alojamiento, comerá sin tener que esperar tres cuartos horas a que le sirvan su plato de pasta al dente, la cola para entrar en el Palazzo Ducale será casi ridícula y hacerla no supondrá tener que aguantar el solazo. Eso sumado a poder recorrer sus calles sin cruzarse con procesiones de gente hacen que la visión de la ciudad cambie por completo.

Por último, una cuestión psicológica. Es cierto que trabajar en agosto, con todos los demás en la oficina de vacaciones, puede ser algo deprimente. Pero no deja de ser gratificante irse después, cuando todo el mundo ha vuelto y ya nadie se acuerda de que hace solo una semanas se había olvidado hasta de cómo se encendía el ordenador.

Viajar fuera de temporada no es solo hacerlo más allá de los meses de julio y agosto. Semana Santa, puentes o Navidad también son considerados temporada alta. En estos casos, la temperatura poco ideal para hacer turismo puede que no sea tanto el calor excesivo como el frío o la lluvia. Por lo demás, los inconvenientes y ventajas son prácticamente los mismos.