Premios Oscar 2024: dónde ver las cinco candidatas a mejor película animada, y para qué edad están recomendadas
Con el estreno este jueves de Mi amigo el robot, película del español Pablo Berger, el espectador argentino puede completar las cinco películas animadas nominadas al Oscar de la especialidad. Se le presta poca atención mediática, pero siempre vale la pena revisar cada año a la categoría de Mejor Largometraje Animado. No solo porque suele haber en las elegidas bastante más arte e invención que en las películas de acción en vivo, sino porque también permiten ver las tendencias temáticas y narrativas de todo el cine.
En general (hay excepciones, pero pocas) la Academia elige films realizados por la industria para toda la familia. Es decir, incluye a los chicos, así que la narración debe de ser menos compleja o enrevesada que en películas más adultas, la paleta de temas es más chica -o, si incluye cuestiones adultas, se las trata metafóricamente- y siempre se diseñan para el éxito de taquilla, lo que implica una manera de usar la dimensión espectáculo del cine de manera creativa. Pero pocas veces como en este año las películas animadas de largometraje tienen tal variedad tanto de estilos como de procedencias: entre ellas hay un film japonés y otro, como dijimos, español, ambos con grandes posibilidades de alzarse con el premio. Y pocas veces la calidad es tan pareja. También se da otra circunstancia: más allá de que todas estas obras pueden ser vistas con chicos -y vamos a contar cómo, a partir de qué edad y etcéteras-, tienen vibraciones que van más allá de la pura y noble intención de entretener y crear nuevos mundos.
Las cinco películas que compiten por el Oscar son Spider-Man, a través del Spider-verso, Nimona, Mi amigo el robot (estreno cinematográfico de este jueves 29 en salas), Elementos y El niño y la garza (actualmente en salas, pronto llegará a Netflix). Otra curiosidad: las dos películas no estadounidenses (Mi amigo el robot y El niño y la garza) son dibujos animados tradicionales en 2D, algo cada vez menos frecuente en este campo. Y una última curiosidad: de modos diferentes, todas estas películas hablan de la aceptación de las diferencias y de duelos y pérdidas. Quizás sea signo de los tiempos. Algo más, y probablemente en sintonía con lo que sucedió en 2023 con el “regreso” (¿fugaz, permanente?) del cine en salas, solo una película de la lista tuvo estreno directo en streaming.
Spider-Man: a través del Spider-verso
Después del enorme éxito de Spider-Man: un nuevo universo (2018), que se alzó con el Oscar en 2019 y fue la primera película de superhéroes en lograr un galardón grande de la Academia (si se descuenta el premio póstumo a Mejor actor de reparto para Heath Ledger por El caballero de la noche en 2009), aparece esta secuela en dos partes (la próxima se estrenaría en 2025) sobre las andanzas de Miles Morales en el multiverso de hombres (y mujeres, y bichos) arañas. El estilo mezcla la textura del dibujo de historieta, exagerando rasgos como los “puntos” de color que arman las ilustraciones, con la dinámica de la animación digital en 3D. Visualmente es una fiesta de color y movimiento. Miles tiene que luchar aquí por ser quien es y por evitar un acontecimiento que va a causarle muchísimo dolor, algo que se resolverá en la secuela. La película en realidad juega en el campo del coming-of-age, en el momento en el que un joven adolescente se enfrenta con el dolor de crecer, tanto para el protagonista como para Gwen Stacy. Algo muy interesante es que entre ellos -ella rubia; él, latino y afroamericano- hay una corriente romántica que se expresa naturalmente y sin subrayados. Por momentos es demasiado vertiginosa y tiene mucho humor, aunque el final es bastante oscuro y un “suspenso” para la continuación. Aunque cualquier chico puede verla, se entiende mejor de diez años en adelante. Disponible en HBO Max.
Mi amigo el robot
Dirigida por el español Pablo Berger, realizador de dos largos anteriores “para adultos” (el premiado Blancanieves y la comedia de terror Abracadabra), está realizada en animación tradicional y tiene un diseño engañosamente simple que abreva en muchos tópicos del dibujo animado más clásico. Por ejemplo, casi todos los protagonistas son animales, salvo un par que son, lo dice el título, cibernéticos (más un hombre de nieve y flores que bailan). La historia gira alrededor de un perro solitario que adquiere un robot. Ambos se transforman en mejores amigos. Por momentos, todo apunta a que sea la metáfora de una auténtica pareja, aunque el sexo jamás forma parte del relato, que se encarga de que todas las especies y personajes permanezcan en una situación de igualdad respecto de los otros. Pero un accidente hace que el robot deba quedarse meses detenido y consciente, aunque sin movilidad, en una playa, mientras que el perro intenta primero rescatarlo y luego, sin olvidarlo, hacer su propia vida. El robot, mientras tanto, sufre algunos problemas, encuentra amigos, conoce el mundo sin moverse, y sueña. Hacia el final, las cosas se vuelven agridulces. Sin embargo, sucede algo brillante: no causa la menor infelicidad. No hay diálogos y todo se define por el movimiento y los gestos de los personajes; la trama se desarrolla en episodios mezclando cierto “realismo” (propio de ese mundo) y los miedos de los personajes transformados en secuencias oníricas y poéticas. Por el diseño y la forma de narrar, es perfectamente comprensible por chicos muy chicos (este redactor la vio con niños de cuatro años en adelante, todos entusiasmados y contentos). Para los adultos, es una película sobre las pérdidas, el duelo y la reconstrucción muy efectiva que habla de toda clase (toda) de relaciones. Colores claros y líneas claras la acercan a la ilustración infantil y la historieta, lo que explica su efectividad. Estreno de este jueves 29 en salas.
Elementos
La película de Pixar/Disney transcurre en un mundo donde cada elemento (tierra, aire, fuego y agua) conviven personificados y esto le otorga una dimensión alegórica. El núcleo de la historia es la relación y el romance entre un sensible chico agua y una explosiva chica fuego. Pero lo que en realidad funciona detrás es la construcción de un mundo que muestra los problemas del nuestro. Por ejemplo, las complejidades de la inmigración, la tensión entre conservar particularidades culturales y la integración multiétnica, más algún dejo de pensamiento ecologista y global (que, por estar integrados perfectamente en los resortes de la historia, funcionan muy bien y lateralmente, sin bajada de línea). El diseño en 3D es lujoso, a veces demasiado omnipresente, y el realizador Peter Sohn nunca fuerza los elementos melodramáticos para llegar a un final que está en la tradición más clásica del cuento de hadas, con sacrificio y renacimiento incluidos. Más allá de que hay muchos elementos narrativos que pueden requerir explicaciones de los espectadores más chicos, el cuento funciona bien, es comprensible y no faltan algunos de esos “momentos Pixar” de pura creatividad visual que conquistan el ojo (el encuentro deportivo, la cena de presentación, el viaje por las grutas, etcétera). De paso, también tira algún palo merecido contra la burocracia y la indiferencia de las instituciones públicas. La puede ver cualquier espectador a partir de cuatro años. Disponible en Disney+.
Nimona
Película complicada de realizar, dado que era un proyecto de BlueSky, la firma de animación detrás de la serie La era de hielo y socia de Fox. Cuando Disney compró el estudio, la película fue desechada y el proyecto, después de varias idas y vueltas, terminó en Netflix, con la mayoría de lo realizado hasta entonces. Basado en un cómic, transcurre en un mundo de ciencia ficción donde cierto guerrero es perseguido como villano hasta que se une a él una jovencita con la capacidad de adoptar la forma de cualquier animal. El punto “polémico” (las comillas son pertinentes a esta altura del siglo) consiste en que el protagonista es gay y ha sido pareja del villano. Y aunque mediante este elemento se habla de la tolerancia y la integración, la película es sobre todo un cuento de aventuras perfectamente realizado y con momentos de enorme despliegue gráfico, de esos que cautivan el ojo. Especialmente en las transformaciones de Nimona, la jovencita cuyos “animales” recuerdan más al cartoon tradicional en cuanto a diseño que a una apuesta totalmente hiperrealista. Ese estilo, el absurdo en ocasiones llevado a un humorístico extremo, y la humanidad de los personajes la vuelven una película muy atractiva. Sin embargo, aunque puede disfrutarse a cualquier edad, ciertos elementos de la trama son más comprensibles a partir de los diez años, sobre todo por preadolescentes. Disponible en Netflix.
El niño y la garza
Quizás la favorita para el Oscar por varias razones. La primera, es una obra de autor, la última película a la fecha (quizás sea “la última” a secas) del gran Hayao Miyazaki. La segunda, se llevó el Globo de Oro y el Bafta (siempre aclaremos: es el “Oscar británico”), que implican un peso enorme a la hora de los galardones de la Academia de Hollywood, aunque no el Annie (que es el premio específico del mundo de la animación en los EE. UU., que este año se llevó Spider-Man). La tercera, que es una película muy bella y compleja sin ser difícil. No es contradicción: hay muchas líneas narrativas y esto incluye detalles autobiográficos (la madre enferma, aquí fallecida, no así en la vida de Miyazaki; la niñez durante la Segunda Guerra Mundial, el padre diseñador de aviones; la relación con la hermana de la madre), un cuento de hadas tradicional (el viaje por una tierra desconocida), la aparición de personajes fantásticos de pura invención (la garza/hombre, las almas migrantes), y un tratamiento absolutamente original del tema de los “multiversos”. Incluso así, con tantos elementos, la trama se sigue con absoluta claridad. El mundo de los adultos es retratado con pequeños gestos; el mundo de la fantasía tiene la misma sutileza pero es, al mismo tiempo, más épico. Como Mi amigo el robot, El niño y la garza habla de la pérdida, el duelo y la aceptación de los cambios. El estilo es el clásico japonés, pero Miyazaki lo llena de un virtuosismo y atención al detalle que excede con mucho al animé tradicional. Ese estilo, la aparición de la fantasía y del humor (aunque no carece de momentos truculentos, como la aparición de una falsa “tía” en cierto momento clave) y la exuberancia visual hacen de la película algo disfrutable para chicos de cualquier edad. Pero para que el jugo sea completamente nutritivo, cuaja mejor de diez años en adelante. Disponible en salas y próximamente, en Netflix.