Prima facie: un alegato universal contra los juicios de abuso sexual

En Prima facie, Julieta Zylberberg encarna a Romina, una abogada con temple de acero que se ve obligada a ponerse, por una vez en su vida, en los zapatos de la víctima
En Prima facie, Julieta Zylberberg encarna a Romina, una abogada con temple de acero que se ve obligada a ponerse, por una vez en su vida, en los zapatos de la víctima - Créditos: @Nacho Lunadei

Autoría: Suzie Miller. Dirección y adaptación: Andrea Garrote. Intérprete: Julieta Zylbelberg. Vestuario: Betiana Temkin. Escenografía e Iluminación: Santiago Badillo. Música original y Sonido: Ian Shifres. Sala: Multiteatro Comafi (Corrientes 1283). Funciones: lunes y martes, a las 20.15. Duración: 100 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

“A primera vista”, o “en principio”, son los significados de la locución latina prima facie. En el campo jurídico, es la prueba considerada suficiente para establecer una conclusión hasta que sea refutada. Quien eligió este título es la dramaturga australiana-británica Suzie Miller, autora del unipersonal Prima facie: es abogada penalista y sabe de argumentaciones. En especial, cuando las que denuncian son mujeres víctimas de la violencia sexual; serán ellas quienes tendrán que probar que no exageran o que no consintieron o que no están confundidas o que, directamente, no mienten.

Cuando estalló el movimiento #MeToo, en 2017 en los Estados Unidos (a raíz de las denuncias de abuso sexual contra el productor Harvey Weinstein), la autora se decidió a plantearlo desde las entrañas del entramado legal. Y la repercusión fue inmediata no bien se estrenó, en 2019, en Sidney, Australia; después en el West End londinense (2022) y, el año pasado, en Broadway, en ambos casos con Jodie Comer, la actriz de la serie Killing Eve. La onda se expandió también a España (con Vicky Luengo), entre otros países europeos, y a Sudamérica: Chile (con dirección de Daniel Veronese), Brasil (con Débora Falabella), Colombia (con Cristina Umaña) y ahora en Buenos Aires, con la actuación de Julieta Zylbelberg, la dirección de Andrea Garrote y la producción general de Valentina Berger, Sebastián Blutrach y Tomas Rottemberg.

Julieta Zylberberg en el unipersonal Prima facie; un tour de force actoral que lleva adelante con maestría
Julieta Zylberberg en el unipersonal Prima facie; un tour de force actoral que lleva adelante con maestría - Créditos: @Nacho Lunadei

Romina es una abogada penalista prestigiosa. Gana juicios donde defiende a hombres acusados de violaciones y abusos contra mujeres. Es la ley, dice, el debido proceso. Es muy pilla y encuentra ese resquicio donde colarse para liberar a sus clientes. No le importa la verdad, si lo hizo o no, sino cómo lograr que la justicia institucionalizada -jueces, tribunales, jurados- dicte inocencia o sobreseimiento. Y por ese camino, escalar en su carrera, paso a paso como lo hizo desde un primer momento a pura voluntad y dedicación; viene de abajo, no tuvo privilegios de clase, reconoce con facilidad el desdén de los otros y sabe cómo usarlo a su favor para dar el gran golpe en sus alegatos.

No cuesta imaginar, al verla pisar tan fuerte, que a esta Romina de hielo y acero le espera una caída, algo que dará vuelta su existencia para siempre: transitar la experiencia de la víctima, estar en esos zapatos, sufrir la asfixia de un sistema judicial armado para apabullar a la denunciante, para convencerla de que era mejor guardarse y callar. Como dos seres distintos -la defensora de violadores y la víctima de una violación, la aprovechadora de confusiones y la confundida, la segura y la balbuceante, la legal y la legítima-, una misma mujer recorre los dos lados del mostrador: ¿Se conocían de antes? ¿Ya habían tenido sexo? ¿Bebieron alcohol? ¿Usted dijo claramente que no quería tener relaciones íntimas? ¿Se aseguró de que él la escuchara? ¿Qué hizo con sus manos y piernas? ¿Pidió ayuda?¿Sí o no?

Si el estado de shock conspira contra una narración articulada en causas y consecuencias, si el hecho traumático provoca lagunas en la memoria que lleva tiempo reponer, parece obvio que demostrar con pruebas tangibles la ausencia de consentimiento no es un problema para el acusado sino para la víctima, que queda totalmente desprotegida ante esa imposición: esta peripecia es la que padece el personaje, de un estado a otro, de señalar a ser la señalada.

Julieta Zylberberg en Prima Facie, una obra en dos actos, que conmueve e interpela al público
Julieta Zylberberg en Prima Facie, una obra en dos actos, que conmueve e interpela al público - Créditos: @Nacho Lunadei

Por su actuación en Prima facie, Jodie Comer ganó dos premios consagratorios, el Laurence Olivier (en Londres) y el Tony (en Broadway). Lamentablemente no la vimos en la Argentina, pero sí podemos ver ahora a la gran Julieta Zylberberg, que realiza un tour de force monumental poniendo cuerpo y alma en un papel de enorme compromiso artístico pero también con su tiempo y su género. No hay “purismos” que valgan en este sentido porque en el aquí y ahora (quizás con el tiempo deje de resonar de esa manera y esta obra envejezca mal), hoy es un grito contenido y transversal a diferentes clases y países. Tal vez (¿cómo saberlo?) Prima facie se convierta en el fenómeno social que fue Monólogos de la vagina, de Eve Ensler, hace más de dos décadas.

Ahora bien, las dos partes o actos, divididos por un contador de días entre la denuncia y el inicio del juicio (782 días), son dos obras distintas o, por lo menos, dos momentos muy diferentes de los cuales, aunque el segundo tenga el contenido de todo lo que queremos escuchar, es el primero el más interesante, el que mete el dedo, el que divierte en el sentido que pueden hacerlo obras como Potestad de Tato Pavlovsky: observar el comportamiento de aquel con quien no coincidimos , aquel que está en las antípodas, al otro lado de lo que sufrimos. El personaje de la abogada penalista es más atractivo teatralmente que el de la víctima. Pero, por supuesto, la emoción nos toma: es conmovedor, en un escenario despojado, con un gran telón pintado de fondo, ver y escuchar el discurso final de Romina, que es a su vez muchas otras mujeres. Algo tiene que cambiar.