“Mi querido presidente”: el regreso de un gran actor dramático que ahora también genera risas

Mi querido presidente, el regreso de Miguel Ángel Solá a la calle Corrientes
Mi querido presidente, el regreso de Miguel Ángel Solá a la calle Corrientes - Créditos: @Victoria

Autor: Mathieu Delaporte y Alexandre de la Patelliere. Director: Max Otranto. Intérpretes: Miguel Ángel Sola y Maxi De La Cruz. Escenografía: Alberto Negrín. Iluminación: Carolina Rabenstein. Vestuario: Fátima Pra. Sala: Teatro Apolo (Av. Corrientes 1372). Funciones: jueves a las 20:30, viernes a las 21, sábados a las 20 y 22 y domingos a las 20:30. Duración: 75 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

La obra marca el regreso de Miguel Ángel Solá a un escenario porteño (a siete años de su “visita” con Doble o nada, que protagonizó con su ahora ex mujer Paula Cancio, en un alto en su estancia en España, donde vive y trabaja desde 1999) y eso, desde ya, es todo un acontecimiento. Durante su ausencia su estilo, nivel interpretativo y autoridad escénica no pudieron ser imitados. Eso hace que su espacio en el medio teatral local continúe siendo único e imposible de ocupar.

Lo sorprendente de su retorno es que lo haga con una comedia. Es verdad que ya se había probado en esas lides con buenos resultados (por ejemplo, en la versión original de Los mosqueteros del rey, de 1991). Pero el grueso de su carrera está compuesto, claramente, por dramas (desde Equus y El águila de dos cabezas hasta Camino negro y Sin testigos, pasando por El hombre elefante y Federico García viene a nacer).

Tal vez esa impronta natural de actor dramático (con esa voz profunda, ideal para los clásicos) –por la que alguna vez fue definido como el claro sucesor de Alfredo Alcón– es lo que convierta aún en más gracioso su desempeño en Mi querido presidente, la inteligente pieza de los franceses Mathieu Delaporte y Alexandre de la Patelliere (los mismos de la exitosa Le prenom, que se vio aquí en 2016). El que lleva el pulso cómico de la obra, en todo caso, es Maxi De la Cruz, el actor y conductor uruguayo que aquí despliega todo su arsenal de tics y capacidad para las imitaciones. Juntos componen una dupla tan rara como efectiva, posiblemente la más original de la actual cartelera teatral comercial.

Miguel Ángel Solá en Mi querido presidente
Miguel Ángel Solá en Mi querido presidente - Créditos: @Victoria

En Mi querido presidente Solá compone a un psiquiatra al que acude un nuevo mandatario (De La Cruz) en el día de su asunción, aquejado por una repentina picazón de nariz que no le permite abordar seriamente su discurso inaugural. Durante poco más de una hora el profesional deberá desentrañar los conflictos que anidan desde la niñez en la psiquis del elegido para regir el destino de una nación y, así, desactivar el molesto síntoma. La acción y el nivel de comicidad van de menor a mayor, hasta llegar casi al delirio (rap mediante, cantado a dúo, y varios aplausos a telón abierto) en el tramo final.

La obra no tiene un contenido político ideológicamente explícito, ni alude a la realidad nacional actual, pero seguramente algunos latiguillos (fundamentalmente los pronunciados por Solá) resonarán muy cercanos entre los asistentes al Teatro Apolo. ¿Cómo no sonreir, al menos, cuando Solá asegura: “no le puedo prometer nada que no vaya a cumplir; soy psiquiatra, no político”. Esto convierte a la propuesta en una rara avis en una cartelera poblada de comedias sobre madres, padres y conflictos de pareja. Y encima protagonizada por un elenco enteramente masculino, algo muy poco habitual últimamente.

Maxi De La Cruz en Mi querido presidente
Maxi De La Cruz en Mi querido presidente - Créditos: @Victoria

Mi querido presidente, como es habitual en cualquier producción de RGB, cuenta con rubros técnicos irreprochables. Por empezar, la sobria y elegante escenografía de Alberto Negrín y el diseño de luces de Carolina Rabenstein, que incluye el recurso denominado ciclorama, que varía el color del fondo del escenario según las situaciones, y suma dinamismo al espectáculo. Este marco visual resulta el ideal para acompañar dos grandes actuaciones, sin fisuras, en una pieza plena de gags y apuntes irónicos sobre el mundo de la política (sindicalismo incluido) y la especie humana en general. Mención aparte para el director Max Otranto, que supo amalgamar todos los recursos con idoneidad, sacarle provecho al texto y dirigir con mano férrea a dos intérpretes muy disímiles que aquí se sacan chispas y se lucen, por igual, de principio a final.