Recetas de familia grabadas en piedra Bueno, en lápidas
Es común que Charlie McBride hornee la tarta de duraznos de la receta de su madre en su casa de Washington D. C. Cada vez que vierte la cobertura sobre la fruta, recuerda a su madre, tías y abuela sentadas bajo un árbol en Luisiana contando sus historias entre risas mientras pelaban los duraznos para luego hacerlos en conserva y enlatarlos para el invierno.
A McBride le gustaba tanto la tarta de esta receta familiar que cuando su madre, O’Neal Bogan Watson, falleció en 2005, la mandó grabar en su lápida del cementerio New Ebenezer, en Castor, Luisiana, un pueblo de unos 230 habitantes. Las instrucciones de su madre eran sencillas: hornea el pastel a 176 grados Celsius “hasta que esté listo”.
“En verdad es una receta estupenda”, comentó McBride, un consultor de políticas públicas de 78 años.
En panteones que van desde Alaska hasta Israel, algunas familias han conmemorado a sus seres queridos grabando en piedra las recetas más preciadas de los fallecidos. Estos platillos —en su mayoría postres— son una manera de recordar los momentos dulces para los familiares, quienes esperan que les den un poco de alegría a los visitantes que los descubren entre los monumentos más tradicionales.
“Hay una sola oportunidad para dar una última impresión”, mencionó Douglas Keister, fotógrafo y escritor que ha realizado varios libros sobre cementerios, entre ellos “Stories in the Stone: A Field Guide to Cemetery Symbolism and Iconography”. (Para su propio monumento conmemorativo, Keister quiere una banca con la inscripción “Aquí van los Keister”).
Keister explicó que las recetas grabadas en lápidas son un fenómeno relativamente nuevo en la larga historia de la iconografía de los panteones. Pero en internet se les ha dado un seguimiento entusiasta. En su canal de TikTok, @ghostlyarchive, Rosie Grant comparte las recetas que encuentra en lápidas, lo que atrae a cientos de miles de fieles seguidores fascinados por la convergencia entre los cementerios y la gastronomía.
“Los panteones son museos al aire libre”, señaló Grant, una mujer de 32 años que vive en Washington D. C.
Los avances recientes en la tecnología de las lápidas, como los rayos láser que pueden grabar de manera directa sobre la piedra, han hecho más fácil que se puedan hacer monumentos conmemorativos más personalizados, explicó Keister. Algunos incluyen códigos QR que llevan a sitios web conmemorativos.
“Nosotros usamos los monumentos de los cementerios como una expresión de arte”, comentó Jonathan Modlich, propietario de Modlich Monument Co., en Columbus, Ohio, y presidente de Monument Builders of North America. “Nuestro trabajo como memorialistas es captar una parte de la historia que puede contarse a generaciones futuras”.
Años antes de que falleciera Martha Kathryn Kirkham Andrews, se agregó su receta de fudge (caramelo suave a base de leche) a la lápida que en algún momento compartiría con su esposo, Wade Huff Andrews. Esta receta atrajo a tantos curiosos al cementerio de la ciudad de Logan en Utah, que el área donde estaba su lápida empezó a conocerse como “la sección del fudge”.
Ella y su marido habían leído un libro sobre epitafios chistosos y decidieron que su lápida fuera una representación de sus vidas. Él decidió que su vida fuera recordada a través de varias imágenes en su lado de la lápida: por ejemplo, el bombardero B-24 Liberator que piloteó en la Segunda Guerra Mundial y al que llamó Salt Lake Katie en honor a su esposa. Ella eligió la receta de fudge que casi siempre llevaba a los eventos de la iglesia, las reuniones del club y cualquier otro tipo de reuniones.
“Siempre que hacía fudge, casi era seguro que iba a salir”, contó Janice Johnson, su hija de 75 años que vive en Syracuse, Utah.
Cuando murió Wade Andrews en el año 2000, la empresa de monumentos que contrataron para hacer la lápida cometió un error al grabar la receta: pusieron demasiada vainilla en los ingredientes. Probablemente toda una generación de visitantes del panteón hizo dulces de fudge demasiado correosos antes de que se corrigiera el error después del fallecimiento de Martha Andrews en 2019.
Para Richard Dawson, un habitante de Chester Springs de 71 años, los recuerdos de las fiestas familiares se conmemoran mejor comiendo las galletas de mantequilla que hacía su madre, Naomi Odessa Miller Dawson. También eran muy apreciadas en la oficina de Richard Dawson, pero cuando una vez alguien del trabajo le pidió la receta, su madre dijo que no se la daría.
Dawson mandó grabar la receta en su lápida. “En algún momento, pensé que tal vez ella sentiría que la había traicionado”, confesó. “Pero creo que está contenta por toda la atención que se le ha dado a la lápida”.
Allison C. Meier descubrió la receta de las galletas de mantequilla de Naomi Dawson hace algunos años mientras caminaba por el cementerio Green-Wood del distrito de Brooklyn de la ciudad de Nueva York en busca de lápidas poco comunes para las visitas guiadas que ofrece. Le llamó la atención la forma de libro abierto que tenía esa lápida y, cuando se acercó a ella, le sorprendió ver una receta en vez de una imagen religiosa.
Este hallazgo inspiró a Meier a coescribir una revista durante la pandemia acerca de las recetas que había hallado en lápidas. La llamó “Cooking With the Dead” (Cocinando con los muertos).
“Las recetas son una manera muy linda de recordar a las personas”, dijo Meier, una habitante de 37 años de edad del barrio de Flatbush en Brooklyn. “Seguimos sus enseñanzas y usamos los ingredientes de la misma manera en que ellas lo hacían”.
Uno de los primeros epitafios de este género se inscribió en la lápida de 1994 de Maxine Kathleen Poppe Menster, en el cementerio Cascade Community, en Cascade, Iowa: se trata de la receta de galletas de Navidad alemanas de sus bisabuelos. Cuando era niña, los padres de Menster colgaban las galletas de azúcar en su árbol de Navidad, relató su hija de 66 años, Jane Menster, de Bernard, Iowa.
Siempre que hacía las galletas cada diciembre, Maxine Menster les asignaba diversas tareas a los miembros de la familia en la cocina: ella estiraba la masa, su madre horneaba las galletas y sus hijos las decoraban con chochitos de colores.
“Los panteones no tienen por qué ser un lugar para estar tristes”, comentó su hija. “Pueden ser un lugar de recuerdos muy bellos. Pueden motivar a la gente a hablar de los recuerdos bonitos y no del último recuerdo”.
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