Síndrome de la chica buena o cuando ser buena persona puede volverse contra ti

Marta Martinez Novoa

Ser una persona buena, a priori, es un virtud, ¿verdad? Sin embargo, ¿qué ocurre cuando esa bondad se convierte en un obstáculo para establecer límites, enfrentarse a los conflictos y defender tus propios valores? En definitiva, ¿cómo afecta a tu identidad y tus relaciones con los demás?

La reconocida psicóloga Marta Martínez Novoa ha escrito un libro, 'El síndrome de la chica buena' (Zenith) en el que te invita a emprender un fascinante viaje de autoanálisis. El objetivo es claro: construir un futuro en el que tú seas tu prioridad número uno. Hemos hablado con ella para que nos explique qué es este síndrome y por qué no podemos dar por sentado que ser siempre 'la más buena' es lo mejor.

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¿Cómo definirías el 'síndrome de la chica buena' y por qué decidiste abordar este tema en tu libro?

El síndrome de la chica buena, aunque de primeras puede sonar a nuestra enfermedad, no tiene nada que ver. Es más bien un patrón de comportamiento, de pensamiento y de relación con una misma y con los demás, que tiene mucho que ver con dar por hecho que tenemos que anteponer las necesidades de los demás a las propias, ser muy correctas, tener siempre a los demás mucho más presentes que a nosotras mismas, porque de esa forma nos sentiremos válidas ante sus ojos y, por tanto, válidas en general. Y así nos sentiremos protegidas ante el mundo, a través de esta mirada que los otros nos devuelven cuando somos lo que esperan. He decidido abordar este tema en mi libro porque aparte de ser algo que yo misma he vivido, gran parte de mi vida a nivel personal, es un tema que veía que se repetía recurrentemente en consulta y que no tenía un nombre como tal, que su nombre científico es síndrome de sobreadaptación, pero que no se había hablado lo suficiente sobre él para la población general. Entonces, siendo un síndrome que está no solo muy normalizado socialmente, sino incluso reforzado, porque se refuerza esta idea de bondad como sumisión, como complacencia, como darte a los demás y no tenerte en cuenta a ti, porque si no estarás siendo egoísta. Teniendo en cuenta esto, he visto importante hablar de ello como lo problemático que es y poner sobre la mesa todo lo que nos perjudica en nuestra calidad de vida.

¿Cuáles son las señales más comunes de que alguien está sufriendo el síndrome de la chica buena, según tu experiencia?

Las señales más habituales son, primero de todo, como ya comentábamos, que la persona anteponga las necesidades de los demás a las propias. También la dificultad en la toma de decisiones, porque ninguna opción parece lo suficientemente perfecta y nos definimos por cuántas veces acertamos o nos equivocamos, incluso en las decisiones más cotidianas. Esto tiene mucho que ver con otra característica muy habitual de este síndrome, que son la autoexigencia, la hiperresponsabilidad y el perfeccionismo. Estas personas nunca se sienten suficientes y siempre están buscando más, buscando más en un camino totalmente agotador que no lleva a ningún lugar más que a la insatisfacción. Y por otro lado, la represión de emociones y la evitación del conflicto. Las personas con síndrome de la chica buena tienen mucho miedo al conflicto porque pone en riesgo sus vínculos importantes y por tanto su sensación de seguridad y de que la gente las acepte que es un poco lo que las hace sentir válidas, como comentábamos. Entonces, se evita el conflicto activamente y reprime mucho emociones tales como la ira que pueden resultar muy incómodas para los demás y que tiene una connotación social muy negativa porque hemos aprendido que ira es hablar a gritos, discutir, y no hemos aprendido que la ira al final es una emoción muy necesaria para entre otras cosas poner límites y que cuando sabemos regularla de manera efectiva es completamente útil y necesaria.

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¿Cómo influye el entorno social y cultural en la prevalencia y perpetuación del síndrome de la chica buena?

Influye de manera bastante determinante porque hay como muchas frases hechas que hemos escuchado desde que somos pequeñas y que son ya parte del imaginario colectivo y de lo que entendemos por bondad, como comentábamos, que son como la de “calladita estás más guapa”, “qué buena es esta niña que no molesta”, “no seas marimandona”, “siéntate como una señorita”, todo eso a lo que da a entender es que la corrección es lo más importante que alguien debe tener en la vida, mucho más que su propia comodidad, mucho más que sus propias necesidades, mucho más que darse espacio. Lo importante es la imagen que damos y cómo nos sentimos seguras y válidas a través de esa imagen.

Hablas de las 'falsas exigencias de bondad'. ¿Podrías proporcionar ejemplos específicos y cómo impactan en la vida de quienes las experimentan?

Con falsas exigencias de bondad me refiero a cómo muchas veces se entiende cuando te sacrificas por los demás. Sacrificio no es lo mismo que esfuerzo, por ejemplo. Tú puedes estar cuidando mucho un vínculo cercano a nivel de escuchar a la otra persona, tratar de tenerlo en cuenta a la hora de tomar decisiones que le afecten, etc. Pero no es lo mismo eso, que eso sería esforzarse, que sacrificarte. Querría decir que ignoras absolutamente lo que necesitas y quieres tú simplemente para que la otra persona esté bien. Entonces, con esto no es difícil saber que va a haber mucho impacto y mucho deterioro en la vida cotidiana de quienes se mueven desde estas falsas exigencias de bondad, porque al final no te permiten estar realmente conectada contigo misma y con lo que quieres tú, sino únicamente con lo que quieren los demás. De este modo, es imposible tener un bienestar, porque tú no estás teniendo espacio ni un papel protagonista en tu propia vida.

En tu libro mencionas los 4 tipos de silencio. ¿Cómo influyen estos tipos de silencio en la vida de una persona que padece el síndrome de la chica buena?

Bueno, estos cuatro tipos de silencio son una respuesta muy habitual de las chicas buenas ante la represión de la emoción de ira, que como hablábamos antes se hace muy a menudo porque se entiende como algo que no tiene cabida en los vínculos y que pone en riesgo los vínculos, la expresión de la ira. Entonces, para poder reprimir esta ira, la chica buena ha desarrollado diferentes estrategias y una de ellas son estos cuatro tipos de silencio que básicamente se basan en someterte a través de callar o apaciguar una situación de posible conflicto a través de callar o castigar a la otra persona a través del silencio. Es decir, por ejemplo, que la otra persona note que estás enfadada y tú no lo quieras decir porque no quieres expresar esa ira, pero de un modo indirecto sí se lo dices a través de tu silencio. Y luego está el silencio triste, que es cuando conectas con esa sensación de vacío e insatisfacción cuando notas que... o sea, no notas consciente que estás reprimiendo tu ira, pero sí notas que tus necesidades no están puestas sobre la mesa. Entonces decides callar un poco conectando con este sentimiento de insatisfacción.

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Exploras seis facetas del síndrome de la chica buena. ¿Podrías compartir ejemplos y consejos para superar cada una de estas facetas?

Estas seis facetas del síndrome de la chica buena son más bien defensas psicológicas que la chica buena al llegar a la adultez va desenvolviendo dentro de sí misma internamente para poder sentirse segura en las en cómo se relaciona con los demás y consigo misma. Entonces, por ejemplo, hay la faceta de la chica buena cuidadora que se siente segura a través de cuidar a los demás. La idea principal sería que mientras yo te cuide a ti, tú dependerás de ese cuidado que yo te doy y por tanto yo estaré segura porque seguiré en ese vínculo contigo y seguiré teniendo tu mirada de aprobación a través de ese cuidado. Luego, por ejemplo, está la chica buena policía de sí misma, que se protege a través de la autocrítica, pero esta autocrítica al final termina siendo una trampa, porque lejos de llevarla a esa supuesta profección que ella busca, lo que hace es alejarla de poder equivocarse, de ser más flexible consigo misma, y la desgasta absolutamente al ir generando un diálogo interno muy negativo sobre sí misma.

Por otro lado, está la defensa psicológica de la chica buena e ingenua que intenta protegerse a través de infantilizarse porque cree que si se muestra frágil, los demás la cuidarán. Pero al final esto también termina siendo una trampa porque al mostrarse frágil está mucho más expuesta a que personas puedan manipularla, aprovecharse de ella, etc. Por otro lado, está la chica buena moralista que se protege a través del control, que también termina siendo una trampa porque ella parte de la premisa de que que si todo lo hago bien, todo mira bien, pero luego pues obviamente no funciona así porque por suerte o por desgracia no podemos controlar todo lo que nos sucede en la vida. Entonces al final también te termina frustrada desde esa parte. Otra de las partes es la chica buena escondida que intenta protegerse a través de invisibilizarse sintiendo que si no me ven no me harán daño. El problema es que si al final no te ven tampoco cumplirán tus necesidades ni tus expectativas lo que necesitas en la relación. Y por otro lado está la chica buena farsante que cree que se protegerá fingiendo, fingiendo ser de una manera que quizás no es pero que cree que es más deseable socialmente etcétera y cree que si finjo me lo acabaré creyendo y acabaré siendo válida a través de fingir. La trampa aquí también está bastante clara, al final es vivir sin estar conectada realmente con una misma, con la esencia y de este modo es bastante ser feliz y tener un bienestar.

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Hablas de conceptos como la indefensión aprendida y el temperamento de dependencia de la recompensa. ¿Cómo estos conceptos se relacionan con el síndrome de la chica buena y qué impacto tienen en la vida diaria de quienes lo experimentan?

Esto se estudió cuando se estudiaba cómo funcionaba la depresión y no quiere decir que esto suceda solo en situaciones de depresión, pero sí que es un mecanismo habitual cuando los seres humanos estamos en una situación desagradable. Que aprendamos que no podemos hacer nada para cambiarla, porque quizás en algún momento concreto sí que no hemos tenido recursos para poder cambiarla, pero al final, a lo largo del tiempo, pues quizás sí que los vamos teniendo, pero ya no hacemos nada para salir de esa situación. Esto lo explica muy bien Jorge Bucay en una metáfora, la del elefante encadenado: habla sobre un elefante que cuando era pequeñito estaba encadenado a un palo y, lógicamente, por tamaño y por fuerza, no podía liberarse de él, pero según iba creciendo con el tiempo, su fuerza iba aumentando, su tamaño también, podría desprenderse perfectamente del palo, pero no lo hacía porque había aprendido a vivir así y había dado por hecho que no podría salir de esa situación. Esto tiene mucho que ver con el síndrome de la chica buena porque ha aprendido desde muy pequeña que lo único que le sirve para estar segura es ser lo que esperan los demás, que es una situación que realmente no la hace estar muy satisfecha. Ahí conecta con esa insatisfacción vital, teniéndolo todo, supuestamente, pero tampoco saben qué otra cosa hacer, ni ven otras alternativas, ni han aprendido a escucharse, que al final es lo que necesitan para salir de ahí, entonces siguen ancladas a esa situación. Y el temperamento de dependencia a la recompensa es un tipo de personalidad relativamente innato, es decir, que viene más genéticamente, por así decirlo. y nos hace ser más susceptibles a que los demás nos aprueben. Por eso, muchas veces se da que en casos de síndrome de la chica buena, estas personas traen de base, aunque luego se puede reforzar o todo el contrario, no reforzar a través de lo que vamos viviendo, a través del ambiente, pero ya vienen con cierta predisposición a que su valía y su autoestima dependan de la recompensa que reciben o no por parte de los demás.

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En tu libro, destacas el concepto de 'secuestro amigdalar'. ¿Podrías explicar en qué consiste y cómo afecta a quienes padecen este síndrome?

Pues bien, el concepto de secuestro amigdalar se refiere a esos momentos donde de repente notamos que perdemos el control de nosotros mismos a nivel de que sentimos emociones muy intensas que es imposible que sepamos gestionar. Esto sucede cuando de repente, por ejemplo, lanzamos un grito cuando nunca solemos gritar y de repente le gritamos a alguien que queremos mucho, o cuando de repente perdemos el control absolutamente de nuestros actos, incluso dañando a personas que queremos de algún modo cuando no queríamos hacerlo. Todo esto porque se nos ha generado una emoción muy intensa que no sabemos regular. Claro, lo que ocurre en el cerebro con esto es que aunque el cerebro suele actuar como un todo, hay partes que tienen más influencia en el procesamiento racional o en el procesamiento emocional. La amígdala es una parte del cerebro que tiene mucho que ver en el procesamiento emocional y por tanto en sacar nuestros instintos más básicos de supervivencia y protección. Entonces, lo que ocurre muchas veces es que si en nuestro entorno ocurre algo que nuestra amígdala a través del hipocampo, que es la parte que compara nuestros recuerdos emocionales con recuerdos pasados para saber qué significan, si nuestra amígdala identifica que la situación que estamos viviendo, puede ser amenazante. Todo esto sucede en milésimas de segundo, reacciona con una respuesta emocional muy muy exagerada que no llega a pasar por el corte superefrontal que es la parte de nuestro cerebro que procesa de una manera más racional.

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Por último, ¿Podrías proporcionar algunas estrategias prácticas para iniciar este proceso de liberación?

Bueno, lo primero de todo creo que es resignificar el concepto de bondad, entender que como lo hemos aprendido socialmente quizás no es lo que tiene que ser para nosotros porque, como hablábamos antes ,tenemos unas falsas exigencias de bondad, entendiéndola como sacrificio, como tener en cuenta solo a los demás y no a nosotras mismas. Y quizás en la bondad puede convivir el priorizarnos y al mismo tiempo también atender las necesidades de los demás y escucharlos. Entonces creo que tenemos que empezar por ahí.

Y por otro lado tenemos que aprender sobre autocuidado, saber cómo autocuidarnos a nivel emocional, a nivel social. Para esto es muy importante que aprendamos a escucharnos, que es algo que las chicas buenas no han desarrollado porque han estado demasiado pendientes de escuchar a los demás. Entonces, sea cual sea el punto de la vida en el que se encuentren, es interesante dejarse espacios para no hacer nada, algo que sé que a veces es muy difícil, con el ritmo frenético de vida rápido que llevamos en esta sociedad, pero es muy importante dejarnos esos momentos de no hacer nada para poder conectar con qué queremos realmente, preguntarnos si nos gusta nuestro día a día, preguntarnos si hay algo que cambiaríamos, si hay algo que nos sobra, si realmente estamos satisfechas. si realmente hay algo que necesitemos y no lo estamos escuchando. Y una vez tengamos eso, va a ser muy importante trabajar en nuestra autoestima, ya sea a través de una terapia psicológica, o como mínimo, a través de lecturas y demás, hacer un poco de autoconocimiento, para aprender a darnos el lugar que merecemos en el mundo, el lugar que merecemos en los vínculos, y para eso también será muy importante, que esto lo explico en el libro y doy muchas herramientas. Aprender a comunicarnos bien, a quedar mal con los demás, sabiendo que eso muchas veces implica poder quedar bien con nosotras mismas y no seguir reprimiendo ira o arrastrando una insatisfacción vital horrorosa. Aprender a discutir bien y también a aprender cómo cortar vínculos de personas que solo nos quieren cuando somos buenas, entendiendo buenas como sumisas.

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