El salto a la popularidad de Lorena Vega, la psicóloga de Griselda Siciliani en Envidiosa
En Envidiosa (Netflix), Fernanda tiene el pelo lacio. Lorena, en cambio, luce rulos. Tampoco es seria como su personaje, para el que trabajó con excelencia y por el que se llevó todos los aplausos. Incluso fue nominada por la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina (ACCA) como Mejor actriz de reparto.
Ese reconocimiento, sumado al del público, es el que Lorena Vega disfruta por estos días. Y lo cuenta en esta entrevista con LA NACIÓN.
—¿Cómo vivís el éxito de tu personaje en Envidiosa? ¿Imaginabas que podía llegar a pasar esto?
—El éxito de la primera me resultó una sorpresa enorme al punto que llegó. Obviamente lo viví con alegría, pero no imaginaba que iba a pasar todo eso con la serie y con mi personaje en particular que recibí con mucho cariño, mucho rebote, mucha onda, muchos chistes buenísimos de la gente. Lo recibí con mucha felicidad.
—Con tantos proyectos en los que trabajaste a lo largo de tu carrera, ¿este se podría decir que fue el más popular? Por lo que vivís en las redes sociales, en la calle...
— Sí, yo nunca había vivido algo así, como decís vos, de lo más popular que me pasó. Yo hago muchas obras de teatro y siento que son materiales súper populares también, que la gente sigue un montón y que generan adhesión. Pero no se puede comparar con una escala como esta, en la que pueden ver la serie en todas partes del mundo, y donde de pronto me escribe gente por las redes para hacerme comentarios y agradecerme: me escriben de México, de Brasil, me dicen: “Acá en Búzios es furor Envidiosa, nos encantan las terapias”. En Madrid también, después alguien me vino a ver al teatro y a la salida me presenta a su hermana y me dice: “Vení a Miami que ahí sos famosa, Fernanda es furor ”. Me pasan ese tipo de cosas. La verdad es que no había vivido algo así.
—Cuando aceptaste ser parte de la serie, ¿intuías que sucedería algo así con tu personaje? ¿Qué fue lo que te motivó a decir que sí?
—De ninguna manera. Ni lo imaginé ni lo esperaba . Lo acepté porque me parecía una recontra buena propuesta de trabajo, un desafío muy grande. Y me entusiasmaba de sobremanera trabajar con Griselda, y el equipo actoral era brillante. Obviamente me daba ganas de ser parte y de pertenecer a ese elenco y a ese proyecto. Todo eso estaba en mí dando vueltas, pero cuando te llega el proyecto, como actriz estás más preocupada por si lo vas a actuar bien, cómo lo podés construir, cómo lo vas a armar, somos ese tipo de entidades, ese tipo de sujetos las actrices. Estamos pensando en cosas muy minúsculas, que puede ser desde cómo pisa el personaje, cómo va a respirar, cómo va a mostrar los dientes. Ese tipo de cosas, porque ese es nuestro instrumento. Estaba más en eso. Sí se habló en los ensayos: “Este es un lugar donde vamos a ver a Vicky de otra manera. Es importante. Se va a recortar un poco, porque acá vamos a entender otra cosa de su personaje, de nuestra protagonista”. Y yo entendía que tenía ese valor, y por supuesto lo entiendo así de las terapias, es un espacio donde pasan otras cosas. Esa era la única diferencia. En ese marco yo empecé a hacer este trabajo. Lo hicimos, lo disfrutamos, lo trabajamos de un modo increíble con Gri, con todo el equipo. Estaba contenta de lo hecho, me parecía que lo que habíamos hecho estaba bueno, pero te juro que ni me imaginaba todo lo que iba a venir después.
—Cuando trabajaste en la composición y en la construcción de tu personaje, ¿hubo lugar para la improvisación o agregar algo que estaba fuera del guion?
—Sí, por supuesto que yo me sumé a las consignas y las directivas que estaban desplegadas ahí en la serie. Cuando grabé, ya se habían grabado muchos de la primera temporada, eso fue a favor, porque Griselda ya tenía un recorrido físico por los momentos que después su personaje trata en terapia. Entonces, yo por supuesto, entré a trabajar bajo las directivas de las propuestas del equipo de dirección, de producción, con mucha coordinación con Griselda. Entre las dos, pensábamos y hablábamos de la escena, pasábamos el texto que nos llegaba, y tomábamos muchas decisiones de ritmo.
—¿Cómo fue la experiencia de compartir el set con Siciliani?
—Nos entendimos mucho en el código de actuación. Lo pensábamos mucho rítmicamente, este ida y vuelta, confiando un poco en lo que proponía la dirección, que era darle espacio a los silencios, no temerles, que eso era parte, que eso también era texto de alguna manera, que iba a ser importante todo lo gestual, que confiemos en los detalles. Todo eso es algo que a mí me encanta actuar, y me parecía que era un sueño poder hacerlo en un espacio como este . Y después sí que estaba el espacio para que lo que nos surgiera a partir de todo lo que teníamos ya pautado para decir, si nos surgía algo se podía sumar . Y muchas veces pasó, porque estábamos tan adentro, tan en ritmo, que aparecían cositas, y nosotras las dejábamos salir. Después, si sirven, sirven. Algunas de esas quedaron y está buenísimo.
—Imagino que cuando hicieron la segunda ya estaban más cancheras y con más complicidad entre ustedes.
—Sí, es verdad que ya teníamos como más aceitado un mecanismo. Me parece que ahí había que igual cuidar, no pasarse de determinada ecualización, pero sí darle también la pizca de que ya se conocen ellas. No se hablan como al principio, cuando Vicky está recién empezando el tratamiento, sino que hay una complicidad y ya hay cosas sabidas. Entonces, se puede ir más rápido a otros puntos. Me parece que eso está, no era sencillo hacer la segunda, en el sentido de que había que mantener ese punto que te digo: un equilibrio entre la confianza, pero todavía la distancia y que no se pase de rosca.
—¿Sos autoexigente o autocrítica? ¿Te gusta ver tu trabajo y analizar si hay algo para mejorar?
—Primero, sí soy autocrítica y autoexigente. Sí, mil por mil. Soy mi peor villana, eso seguro. Ahora, en relación a qué procedimiento utilizo, depende en cada caso, porque cuando estás haciendo un trabajo donde hay tanta gente involucrada, ocupando lugares y sabiendo lo que hace y que son buenísimos en lo que hacen, bueno, lo entrego, lo dejo en manos de esas personas. Pero si yo estoy más involucrada en la dirección o tengo como alguna participación en la construcción de eso que se está haciendo, ahí sí capaz que me puedo llegar a mirar. Pero hablo de proyectos donde quizás yo comparto la dirección o comparto la autoría, pero no dirijo. Soy muy respetuosa de los roles y la verdad es que en general siempre he trabajado con gente que quiero, admiro y tengo mucho para aprender. Entonces, me parece importante confiar y delegar a cada uno su tarea.
—Después de tantos años de carrera, ¿qué analizás cuando llega un proyecto? ¿Cuesta más aceptar o rechazar?
—Me cuesta decir que no porque yo me entusiasmo mucho, porque todo el tiempo me encienden las cosas cuando digo que hay gente que está haciendo algo que está bueno. Todo el tiempo pienso que es una oportunidad. Tengo que ejercitar decir que no. Después, sí analizo mucho. Soy bastante consciente de los tiempos, de la agenda, de los compromisos, y en ese sentido es donde más esa situación me ayuda a decir que no, ser responsable con los tiempos. Elegir algo tiene que ver con un montón de cuestiones, porque por ahí, qué sé yo, dudás de algún aspecto del trabajo, pero sentís que justo el personaje que te ofrecen está bueno porque nunca hiciste eso. O porque justo es algo que vos entendés y sentís que lo podés hacer, entonces lo querés hacer igual. Pueden pasar un montón de cuestiones. O porque querés trabajar con tal persona, y no importa el personaje, pero es un artista en el que confías y entonces querés estar ahí. Por lo menos en mi caso, no hay un método ni un procedimiento que se repita siempre igual.
-Entonces...
-Y en general, me convocan los trabajos donde hay artistas que me interesan o que conozco y me gustan sus poéticas y ahí estoy. Pero cuando he dicho que no, fue más por un tema de agenda que por el proyecto en sí o por el papel. O, por ejemplo: cuando tuve a mi hijo, estaba en pleno posparto y me llegó un guion que era un protagónico, pero era de una madre que acababa de parir, el hijo se le moría y caminaba por el campo ensangrentada. Le dije: “che, no es mi momento para hacer esto”. Ya ni me acuerdo cuáles eran las condiciones, pero lo que quiero decir es que no había un problema en otro sentido. El asunto era que no era mi momento para que mi cuerpo esté atravesando esa experiencia, aunque sea ficcional.
—¿Cómo sigue tu año laboral?
—Yo repongo todas las obras de teatro que estoy haciendo, tanto como actriz y como directora: ahora en febrero tengo Precoz, en Timbre 4, que es una obra que dirijo y actúa Valeria Lois con Tomás Wicz; después arranca Las cautivas en el Metropolitan; La vida extraordinaria en El picadero; en marzo estreno una obra que se llama Civilización, que la dirijo. Esa ya se hizo en pandemia dentro del Teatro Cervantes y ahora la vamos a hacer para que la gente la pueda ver en vivo en la platea, en Teatro Dumont; voy a hacer una función de Yo, Encarnación Ezcurra en el Teatro Roma de Avellaneda el 15 de marzo; también voy a hacer Testosterona en El Picadero en junio; e Imprenteros en El Picadero, en agosto. Bueno, todo eso. Un montón.
—¿Y con Envidiosa se puede decir lo que va a pasar? ¿Hay más?
—Lo que se puede decir es que estamos habitando la segunda temporada y que ojalá guste mucho como la primera. Y que todo eso siga siendo como una enorme bola de nieve que sigue creciendo y nos traiga más cosas . Ojalá.