Santiago Maratea: de una restricción en Warner a recaudar más de 100 millones de pesos para Corrientes, quién es el influencer que sueña con crear una ONG más grande que Google
La primera vez que Santiago Maratea notó que había gente ajena a su círculo que hablaba de él fue cuando tenía 18 años, allá por 2010. “Una vez volvía de misa y vi que una chica me había escrito. De hecho, hace tiempo que me escribía gente en Twitter que yo no conocía. Le respondí y vi que la chica puso que no podía creer que le hubiera contestado. Yo ese día flasheé”, recordó tiempo atrás a LA NACION este influencer que hoy en su perfil de dicha plataforma se jacta de su dominio del mundo digital con una frase picante, pero digna de su estilo: “Fui tendencia más veces que vos mi ciela”.
Este joven, que este fin de semana batió su récord y en menos de 24 horas logró recaudar más de 100 millones de pesos para ayudar en los incendios de Corrientes, comenzó su camino en Twitter, en 2013 se inició en YouTube y en 2015 comenzó en Instagram. Esa red social, para muchos frívola y un portal de “vidas perfectas”, se convirtió en el escenario principal de sus colectas solidarias, con las que pegó el gran salto, logró trascender generaciones y se consolidó como una de las personas con mayor influencia. Maratea se ganó la credibilidad de la sociedad a un punto tal que logra recaudar cifras millonarias en solo cuestión de horas. Pero, ¿quién es?
Santiago nació el 25 de junio de 1992 y creció en Las Lomas de San Isidro. Es el hijo menor de Rafael Maratea y Mariana Chevallier Boutell, quien se suicidó en agosto de 2019. “Eso es muy interesante, porque me obliga a incluir en el proceso de la muerte de una madre al respeto. Ella lo decidió, yo no lo entiendo, me dolió mucho, pero el gran desafío para mí es respetarla”, reflexionó Maratea en una entrevista con el programa PH: Podemos Hablar.
Uno de los primeros quiebres en su vida se dio cuando tenía cinco años y caminaba junto a su mamá rumbo a la casa de su abuela en Acassuso. En ese paseo se cruzó con una grabación de Chiquititas, la famosa tira de Cris Morena, y entonces lo supo: quería ser famoso.
Decidido a alcanzarlo, este joven -que hoy tiene más de 2,6 millones de seguidores en Instagram- se “rateaba” del colegio para ir a Telefe y, una vez dentro, le pedía a un cámara que lo dejara pasar como su sobrino, tal como el mismo contó. Con ese mismo ímpetu, pasaba días enteros en la puerta de las grandes productoras con la esperanza de que lo contrataran. “Una vez fui a Pol-Ka con una casa de cartón, y dije: ‘Me voy a plantar acá hasta que salga [Adrián] Suar y me de bola’, era muy chico. A las horas, salió Lali, me preguntó como me llamaba y me felicitó por la garra que le ponía. No lo podía creer. Suar salió a las ocho y me dijo: ‘Si querés dejá unas fotos en recepción’”, recordó en PH. Pese a su entusiasmo, eso no ocurrió, y este adolescente, que pasó por siete escuelas, dedicó esos años a caminar por la calle, descalzo, espacio donde hablaba con desconocidos y recolectaba anécdotas.
Lejos de frustrarse, hizo eso mismo en la puerta de Warner Brothers, en Estados Unidos, con la ilusión de conocer a Ellen DeGeneres. De hecho, una vez se coló en el estudio de la presentadora de televisión, por lo que terminó detenido cinco horas. “Tuve una hora de restricción con Warner. El juez me dijo: ‘No podés volver a más de 300 metros a la redonda, de por vida. Si volvés, vas preso tres meses’. Entonces, le dije: ‘Firmo, pero si a mí Ellen DeGeneres alguna vez me invita a su programa, yo vengo y voy preso tres meses, no me importa’. Ahí le cuento mi historia y él cambia el documento y pone que eso es ‘excepto que Ellen DeGeneres me invite’”.
El primer referente mediático que le dio una oportunidad fue Mario Pergolini. Así, se sumó en 2018 a Radio Vorterix, donde trabajó durante dos años como coconductor de Generación Perdida, junto a la locutora Sofía Carmona. Finalmente, decidió irse en 2020 en busca de otros rumbos, aunque ya alejado de los medios tradicionales. De hecho, hoy es muy crítico de cómo la televisión utiliza su lugar de privilegio y poder.
Contrario al mundo de Cris Morena, con el que soñaba de chico, desde entonces, Maratea fue protagonista de múltiples polémicas: intervino los siete libros de Harry Potter en donde reemplazó la palabra “Harry” cada vez que aparecía en la obra de J. K. Rowling por “concha” y vendió los ejemplares a 20 mil pesos cada uno. “Cada obra sale lo mismo aunque hay libros más grandes que otros y entendiendo la situación del país hice los pp (precios populares). Dije: ‘Voy a cobrar la obra lo que sale, ni más ni menos’: 20 mil lucas cada libro con envío gratuito”, dijo en aquel entonces, y anunció: “Hace dos semanas dije que me iba a convertir en artista y me convertí en artista, hice una obra de arte”.
Otro escándalo que lo puso en el ojo de la tormenta fue cuando participó, en junio de 2020, del programa El Precio Justo, el ciclo que conducía Lizy Tagliani por Telefe, y se grabó mientras fumaba marihuana en el baño de los estudios. “Tiene que ver con la naturalización. No pensé, ‘voy a fumar porro en televisión’, porque yo fumo porro todo el tiempo: en mi casa, cuando voy a un evento, cuando voy a comer con mi viejo...”, explicó en Los Ángeles de la Mañana al aclarar que con sus acciones no buscaba hacer apología de la droga, sino que es su estilo de vida y prefiere no ocultarlo.
En una entrevista con LA NACION, Maretea se refirió al “amor” como “una de las drogas más alucinógenas que hay”. El influencer ha reflexionado sobre este punto en varias ocasiones en sus redes sociales, donde explicó que lucha contra las etiquetas y prefiere no encasillarse al poder vincularse sexo afectivamente con personas más allá de su género.
Esa concepción del amor y su consciencia sobre los daños que generan cuestiones como “la masculinidad frágil” han sido ejes de muchas de sus reflexiones, tal como ocurrió en enero de este año cuando salió a cruzar al conductor televisivo Flavio Azzaro por burlarse de la sigla LGBTIQ+(lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersex, queer) y relativizar el ataque homofóbico al bar Maricafé, ubicado en el barrio porteño de Palermo. Es que una de las mayores cualidades de Maratea es no callarse ante lo que lo indigna o lo moviliza.
Por eso, con tenacidad, se carga causas al hombro, un camino que comenzó en 2017 cuando lideró la donación de una camioneta para el centro social SonRisas o cuando, entre ese año y 2019, contribuyó con los trabajadores de delivery con la propuesta “1000 pesos de propina”. De todos modos, fue en 2021 cuando se metió de lleno a ayudar. Desde entonces, recaudó plata para diferentes causas: los incendios de Corrientes; el viaje de los atletas argentinos al Sudamericano de Ecuador; la comunidad wichí de Misión Chaqueña; la Asociación Madre Víctimas de Trata; o para que bebas con Atrofia Muscular Espinal tipo 1 (AME) como Madeleine o Emmita accedan al medicamento “más caro del mundo”; entre otras luchas. Además, recientemente -en medio de un ida y vuelta tirante con el Instituto Obra Médico Asistencial (IOMA)- lanzó un documental con el que busca visibilizar el dolor de 17 familias que, a lo largo del país, pelean hasta el cansancio por conseguir este tratamiento para sus hijos, diagnosticados con AME. Su presencia muestra, una y otra vez, la ausencia del Estado, aunque lejos de embanderarse como el referente de la solidaridad, Maratea aclara: “No es caridad lo que hago”.
El joven de 29 años montó todo un negocio en torno a las redes sociales y reconoce que la beta solidaria le permitió ganar más dinero a él mismo dado que, con cada colecta, cada vez más gente ve sus historias de Instagram. Este crecimiento en nuevos seguidores potencia luego su trabajo con las marcas. Por este motivo, Maratea decidió renunciar a su trabajo con grandes empresas porque consideró contradictorio que su imagen esté vinculado con ellas mientras, al mismo tiempo, se volcaba a determinadas causas sociales.
“Yo vivo del laburo de siempre, que es con las marcas y como influencer. Tengo un negocio armado que camina solo, puedo desaparecer cinco meses y va a seguir funcionando”, explicó en ese sentido al conversar con Ángel de Brito. Y añadió: “Si bien he dejado empresas que eran las que mejor me pagaban, la fuerza que tiene lo que hago genera mucha más plata que el trabajo que puedo tener parándome solamente desde el humor, la belleza, hablar pelotudeces o tirar mala onda. Pasé por todas, pero nada funciona tanto como esto”.
Pero, como él aclara, no todo es beneficencia y lo dice sin tapujos. De esta manera, Maratea reconoció que juntó mucha plata para él: “Cuando termino una colecta solidaria, hago una para mí para comprar algo que no tenga ningún sentido y que sea totalmente frívolo. La gente se copa mucho. Que no me agarren cuando tenga unas zapatillas caras porque las voy a tener. Me va a ir bien en la vida y voy a darme esos lujos”.
Si bien con los años, se reinventó y cambió su devoción por la televisión por un anhelo mucho más profundo, hay algo que aún mantiene en común con ese niño que deseaba ser famoso y tener una casa con toboganes en el sur argentino: su capacidad de soñar. Hoy tiene un nuevo objetivo en la mira. Santiago Maratea repite que quiere construir una ONG más grande que Google.