Señales de que tu hijo se siente ignorado y cómo reconectar con él
En medio del frenético ritmo diario, a veces es más fácil de lo que creemos no dar toda la atención que merecen a los hijos, por mucho que todo gire en torno a ellos. Las obligaciones y la falta de tiempo hacen mella en ellos y, en ciertos casos, mucha más de lo que a priori podría parecer, puesto que el vínculo entre madres/padres e hijos “supone la base de un desarrollo emocional y cognitivo satisfactorio y pleno”, tal y como indica la Dra. Ana Isabel Sanz, psiquiatra especializada en trastornos afectivos, ansiedad, infancia y adolescencia, y directora y fundadora del Instituto Psiquiátrico Ipsias (institutoipsias.com), por el que recientemente ha sido reconocida en los Premios Europeos de Medicina.
“En cada momento de la vida de los niños y niñas, ese vínculo tiene características y repercusiones diferentes, pero en todas las etapas resulta un elemento fundamental para su salud emocional presente y futura”, subraya. De ahí que buscar esta vinculación deba ser siempre una prioridad para los padres del niño o del adolescente.
La vinculación con los menores supone la base de un desarrollo emocional y cognitivo satisfactorio y pleno
Por fortuna, los menores suelen manifestar de una forma u otra que algo les causa malestar, aunque no siempre sea fácil de reconocer e identificar por parte de sus adultos de referencia qué es lo que genera ese malestar. Para ello, lo primero es reconocer las posibles señales de alerta de que algo está ocurriendo.
De este modo, las señales de que esa relación especial está siendo insuficiente o inadecuada se concretan, en muchos casos, en trastornos en la conducta (rabietas, estallidos desproporcionados de agitación, agresiones verbales o incluso físicas, mentiras, falta de respeto a las normas…), según explica la Dra. Sanz.
“En otros casos, la señal de alarma se concreta en malestar emocional: ansiedad al separarse de los padres, timidez, tristeza, aislamiento, falta de vitalidad, dificultad de relación con otras personas o, por último, en trastornos somáticos (dolores de cabeza, dolores abdominales, otros dolores difusos, o enuresis (que es la incontinencia urinaria que les hace hacerse pis en la cama durante la noche) a los que no se encuentra explicación médica”, añade.
¿Qué puede implicar la falta de conexión entre padres e hijos?
La psiquiatra infantil recalca que la relación con los progenitores resulta un pilar crucial del desarrollo emocional y cognitivo de los hijos, así como de su personalidad en conjunto; esto es, en cómo se autoperciben, en la forma en que entienden y reaccionan ante el mundo y ante los otros.
“Una vinculación con carencias (negligente y de falta de atención a los aspectos emocionales más básicos) o de características dañinas (descalificadora, hiperprotectora, violenta verbal o físicamente, abusiva en lo físico o incluso lo sexual) altera severamente el desarrollo emocional e incluso cerebral de los menores”, advierte.
Y no es preciso ir a casos demasiado evidentes de trato abusivo hacia los hijos, pues “se sabe, por ejemplo, que los gritos o las descalificaciones persistentes afectan el desarrollo de zonas cerebrales vinculadas con la expresión emocional y que esa alteración puede condicionar de forma persistente la estructura de la personalidad de ese sujeto, tanto en el presente como en la vida adulta”.
La doctora nos habla también de la neglicencia en la crianza que se produce en el caso opuesto, cuando lo que se da es sobreprotección: “la hiperprotección genera miedos, sentimientos de insuficiencia y baja valía personal, temor a crecer que deriva en incapacidad para asumir responsabilidades en su futuro como adultos”.
¿Cómo recuperar la conexión con los hijos?
“Lo primero para reconducir por caminos sanos la conexión con los hijos es darse cuenta de qué estamos haciendo mal o de forma insuficiente, y ser conscientes de la importancia jerárquica que tiene la comunicación con los hijos en el conjunto de todos nuestros proyectos vitales”, recomienda la directora del Instituto Psiquiátrico Ipsias.
Teniendo en cuenta que la prioridad como padres debe ser dedicar tiempo de calidad a los hijos y compartir con ellos satisfacciones y preocupaciones, nos dice, “encontrar la vía implica acercarse no exclusivamente como figuras de autoridad, sino como personas que -teniendo esa autoridad- quieren además entender aquello que interesa o preocupa a sus hijos y que desean escuchar antes de sermonear o dar recetas mágicas para tranquilizar (principalmente a ellos mismos)”.
Una vinculación con carencias o de características dañinas altera severamente el desarrollo emocional e incluso cerebral de los menores
“Es muy importante comprender que los hijos no suelen buscar soluciones cuando hablan con sus padres, sino que desean sentirse tenidos en cuenta, respetados en lo que para ellos es importante y considerados como capaces de escuchar lo que sus padres les pueden aportar, que no imponer”.
La Dra. Ana Isabel Sanz considera fundamental que los padres sean capaces de admitir que no tienen todas las respuestas y de entender que lo que sus hijos necesitan es que les ofrezcan colaboración para dar con dichas respuestas. “El mundo que viven niños y jóvenes plantea retos diferentes a los que experimentan los adultos y, por lo tanto, esas soluciones que se buscan tendrán que servirles a ellos, aunque difieran del punto de vista de los mayores”.
Hace hincapié, además, en que la autoridad de los padres y de las madres no puede traducirse en imponer alternativas que no son de utilidad para sus hijos, que pertenecen a una generación diferente a la suya. “Por eso, asesoramiento, sí, incluso marcando los límites de lo que es admisible y de lo que no lo es, pero, por favor, evitar los sermones o el porque yo lo digo”.