Sebastián Zurita y su esfuerzo por demostrar que es más que un apellido famoso

Sebastián Zurita vive uno de sus mejores momentos como actor al participar en series extranjeras. (Photo by Jaime Nogales/Medios y Media/Getty Images)
Sebastián Zurita vive uno de sus mejores momentos como actor al participar en series extranjeras. (Photo by Jaime Nogales/Medios y Media/Getty Images)

Portar el apellido de un familiar famoso es un arma de doble filo. Como puede abrir puertas, también puede cerrarlas. En gran medida eso depende de quien lo lleva y cómo lo dignifica, o lo mancilla. Ocurre en la política, la cultura, el deporte y, por supuesto, en la industria del entretenimiento. De entrada, las comparaciones y las suspicacias persiguen a la persona que desea abrirse camino. Sebastián Zurita, por ejemplo, es muestra de ello.

Hijo de una dupla de actores (Humberto Zurita y Christian Bach), el chico decidió seguir los pasos de sus progenitores. Su primera incursión actoral fue con la telenovela Cañaveral de pasiones (1996). Tenía 10 años cuando hizo esa aparición, por lo que se consideró su participación como un trabajo enternecedor. Las opiniones cambiaron 12 años después cuando protagonizó En nombre del amor (2008) como un actor juvenil en forma. Allí comenzó a observarse su desempeño con lupa.

En su caso, el físico también fue motivo de conflicto. Surgieron cuestionamientos acerca de qué tan talentoso era, qué tanto influyó ser un chico apuesto y cuánto pesó ser un Zurita Bach para recibir el rol protagónico sin tener experiencia previa como actor de reparto, o sin tener un recorrido con apariciones en otros proyectos. Hizo dos telenovelas más (Corazón salvaje y Cuando me enamoro). En 2011 fue elegido para protagonizar el remake de Cañaveral de pasiones, no obstante, de último momento, lo sacaron del proyecto para darle su lugar a David Zepeda. Fue un caso en el que su apellido no fue redituable para su trayectoria.

Molesto por lo sucedido brindó una rueda de prensa para referir que había sido avisado de su inesperada salida por la productora Angelli Nesma sin darle mayores explicaciones. Apenada, ella le hizo saber que eran órdenes de arriba. En ese instante, el actor apuntó hacia un directivo de Televisa como responsable de lo acontecido. Posteriormente, una de las informaciones que circuló en los medios para explicar su despido fue que no cumplía con la edad adecuada para el personaje.

Entonces se topó al cine con Ángel caído (2010), de Arturo Anaya. La película no generó impacto en cartelera y recibió malas críticas pese a ser una producción mexicana que apostaba por contar una historia de fantasía, un género poco o nada explorado en la industria cinematográfica nacional. El fracaso incrementó las críticas hacia Sebastián, al que se le seguía señalando por ser un favorecido del apellido y de la galanura. Sin embargo, y de manera sorpresiva, su labor frente a cámaras fue vista con atención por Felipe Cazals, cineasta experimentado y respetado.

Director de obras trascendentales del cine mexicano como Canoa, El apando, Las poquianchis y Los motivos de Luz, Cazals confió en Sebastián para que fuera protagonista de Ciudadano Buelna (2013), película que cuenta la historia del coronel Buelna, una de las figuras revolucionarias que suelen olvidarse al hablar del conflicto armado de inicios del siglo XX en el país. Su interpretación gustó a la crítica cinematográfica.

Fernanda Solórzano, crítica de cine, escribió lo siguiente sobre Sebastián en su texto publicado en la revista Letras Libres: "El actor hace verosímil la lucha (una más) de Buelna por imponer respeto y enfrentar los prejuicios generados por su apariencia… Zurita convierte su vulnerabilidad en un tipo de rudeza que uno imagina idéntica en Buelna. Es imposible –y al final no importa– saber qué de la biografía de Zurita sirvió al director para ponerlo en el lugar de un idealista entre tiburones. El efecto, sin embargo, sí forma parte del cine".

Sintiéndose cómodo en el cine, Sebastián continuó desenvolviéndose en él, pero no solamente como actor. Le atrajo la producción, área de la industria que despertó su interés desde Ángel caído. Por eso prosiguió con Amor de mis amores (2014), una comedia romántica del director Manolo Caro. Tampoco recibió críticas favorables, pero significó el despunte para Zurita en su involucramiento con contenidos cinematográficos. Poco después, con el boom de las plataformas de streaming, encontró otro territorio por explorar para producir series como Cómo sobrevivir soltero (2020).

En el plano actoral, Sebastián vive un parteaguas en su carrera en este 2023 gracias a su participación en la serie Las flores perdidas de Alice Hart junto a Sigourney Weaver. Personifica a Dylan, un hombre violento y cobarde que maltrata a Alice (Alycia Debnam-Carey). Alejarse por completo de los perfiles que lo han encasillado en contenidos mexicanos, le permite mostrarse en un rango interpretativo que lo exprime para bien como actor. ¿Qué vendrá después? He ahí lo interesante. A sus 36 años vive su mejor momento como intérprete.

Mostrando que puede acoplarse sin dificultad a producciones extranjeras respecto a idioma y dirección actoral, exponiéndose con personajes más densos y duros, saliéndose de su zona de confort, Zurita demuestra que posee talento y no necesita de su apariencia física para resaltar. ¿Hasta dónde llegará si se anima a seguir por ese camino?

Quizá desde 2013 hubo esa claridad sobre su porvenir cuando Felipe Cazals detectó en él las cualidades para hacer papeles que sacan lo mejor de sus capacidades a cuadro. Igualmente, paso a paso, es constante en sus esfuerzos como productor para desmarcarse de la etiqueta que se le impuso desde el principio, es decir, ser el hijo de Humberto Zurita y Christian Bach.

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