Si tienes sueño, no serás feliz
Que cada uno necesite ocho horas de sueño diariamente, no proviene de un cálculo mágico. Los expertos dicen que, en la mayoría de las personas, son suficientes entre siete y nueve horas de descanso, preferentemente nocturno y relajado. Se sostiene que nuestra creatividad, ingenio, confianza y toma de decisiones pueden destacarse simplemente durmiendo lo adecuado. Ni hablar de la salud que se verá enriquecida, ya que existe conexión directa entre el sueño y nuestro estado físico.
Durante décadas —quizás actualmente en algunos lugares—, la privación del sueño solía ser una medalla de honor, un signo de que una persona era muy importante y ocupada, y que muchos demandaban de sus irremplazables servicios. Por consiguiente, ya el dormitar un poco le haría perder prestigio y el conciliar el sueño, sería para debiluchos.
El sueño podría ser un potenciador del rendimiento, pero posiblemente no todo lo eficaz que desearíamos. Es cierto que la gente puede “funcionar” con menos horas de sueño. Así atestiguaría un informe de 2008, publicado por el Pentágono (la sede del Departamento de Defensa de los Estados Unidos), bautizado como “Rendimiento Humano”, que examinó la posibilidad de un futuro en el cual los soldados podrían desempeñarse acertadamente con el sueño de sólo un par de horas.
A pesar de algunas diferencias individuales y que habitualmente parecería que las horas necesarias de sueño se reducen a medida que aumenta la edad, en realidad lo que cambia son los patrones del sueño. De ese modo, los ancianos suelen dormir menos durante las noches, pero requieren de la intervención de cortas siestas durante el día.
Más allá de tecnicismos y elucubraciones demasiado específicas, dormir mal o no dormir del todo nos coloca en un estado de malestar e incomodidad con nuestro entorno. Motivos: muchos son los que conspiran contra el reposar profundo y placentero. Desde una ola de calor nocturna a inconvenientes financieros que no nos dejan desconectar de las molestias y los trastornos.
El insomnio puede ser “multicausal”; algunas de los motivos requieren de tratamiento médico o psicológico. A menudo la aparición del insomnio coincide con una circunstancia vital determinada, pero en muchas ocasiones el elemento desencadenante permanece sin detectarse o es la suma de varios factores que no llegan a ser identificados con certeza.
Algunos hábitos que pueden estar impidiendo que sueñes cada noche son estos:
Comer mucho, tarde y/o pesado: Por ejemplo, aquellas recetas abundantes o elaboradas con cantidades considerables de especias, así como acostarse inmediatamente después de cenar, potencia la subida del contenido ácido del estómago al esófago, provocando síntomas como el ardor o las náuseas.
Posponer el momento de dormir: Ya sea porque levantarse del sofá para lavarse los dientes y ponerse el pijama a veces resulta fatigoso, desarrollar este tipo de procrastinación, nos resta horas de sueño. Y tendrá consecuencias adversas el día siguiente.
El celular en la mesita de noche: mirar Internet segundos antes de dormir, quedar atrapado por las redes sociales justo en ese momento que requiere desconexión, es una costumbre perniciosa. Por otro lado, según un estudio llevado a cabo por la Wayne State University de Estados Unidos y el Instituto Karolinska de Suecia, las radiaciones que emite el móvil causan dolores de cabeza, cambios de humor e interrupciones en patrones vitales del sueño.
Estudios científicos de la Universidad de California demostraron que los empleados con trastornos de sueño y excesiva somnolencia diurna tienen un 70% menos de probabilidades de obtener una promoción laboral, como consecuencia del bajo rendimiento y productividad, en comparación con las personas que consiguen un sueño adecuado.
Además, dormir poco, a mediano plazo, nos podría transformar en personas negativas y pesimistas. Por consiguiente, no tiene sentido arriesgar…