¿Qué significa la gorra MAGA ahora?
¿Qué pasa con la mercancía de campaña después del conteo de los votos?
Con bastante frecuencia, lo que no se vende se dona a organizaciones benéficas, se recicla, o se le regala al personal y a los voluntarios como recuerdo. Los candidatos optimistas almacenan el exceso de inventario en caso de que puedan usarlo de nuevo. Los artículos que ya se encuentran en circulación se convierten, de la noche a la mañana, en objetos de interés, símbolos de victoria o derrota. Algunas calcomanías permanecen como para decir: “Te lo dije”, o simplemente porque son difíciles de quitar.
Las playeras y los botones, en su mayoría, se quedan abandonados en armarios y gavetas. Luego terminan en tiendas de segunda mano y, después, en tiendas de antigüedades. Al final se convierten en artículos coleccionables, aunque solo sean accesorios irónicos. El futuro de la mercancía de campaña es inusualmente sombrío porque, después del día de la elección, esos objetos experimentan algo similar a la muerte.
Sin embargo, todo esto depende de que la campaña de hecho llegue a su fin. ¿Qué ocurre si no es así?
En 2016, desde los primeros días de la campaña de Donald Trump, era evidente que la gorra roja con el lema “Make America Great Again” (“Hagamos a Estados Unidos grandioso de nuevo”. MAGA, por su sigla en inglés) había llegado para quedarse. Era un artículo inusual desde el comienzo, que promovía un lema en vez de un nombre o un logotipo, y era usado frecuentemente por el propio candidato. En Trump, la gorra se encaramaba de manera incongruente sobre una imagen laboriosamente fabricada: traje caro, corbata cara, el rostro, el pelo y luego, de repente, el rojo llamativo.
La mayoría de los productos de campaña son prendas de vestir genéricas sin modificaciones. Este año, la campaña de Biden-Harris distribuyó enormes cantidades de carteles, playeras, botones y accesorios a sus simpatizantes en todo el país, pero esos artículos serán recordados por lo que decían —“La verdad sobre la mentira”, por ejemplo— y no por la forma que tomaron.
Por el contrario, la gorra MAGA, se definió por su color y su forma. Para el año 2016, las gorras rojas de cualquier tipo causaban reacciones de asombro. A fines de 2019, la campaña de Trump anunció que estaba a punto de vender la gorra número un millón, pero la cantidad real, incluidas las gorras de Trump no autorizadas que se vendieron en mítines, tiendas de regalos, y en todo Washington, D. C., seguramente es mucho mayor. Estas gorras no son realmente recuerdos u objetos con un valor sentimental; siguen produciéndose y forman parte de un espectáculo que continúa.
En Amazon, las gorras MAGA no oficiales son comercializadas por miles por emprendedores chinos del comercio electrónico, bajo firmas como VPCOK (una marca de la fábrica de Shenzhenshi Nuobei Muying Yongpin Youxian Gongsi, cuya reseña con mejor calificación en Amazon es: “Voy a usar la mía cuando vaya a votar :)”) y AMASSLOVE (de Shenzhen Longhua New area Yemili GarmentFactory que tiene 1000 reseñas). Estas gorras varían en diseños y textos, además vienen decoradas con banderas, o sutiles diferencias en la tipografía, pero transmiten el mensaje. El 9 de noviembre, la gorra de AMASSLOVE fue la más vendida de la semana en la sección: “Nuevas gorras de béisbol para hombres” de Amazon.
A pesar de ganar en 2016, Trump nunca aceptó completamente los resultados de la elección, afirmando la existencia de fraude electoral para justificar la pérdida del voto popular. Tampoco dejó de hacer campaña. Sobre la cabeza del presidente, la gorra MAGA cumplía la función de unir dos imágenes: Trump, el candidato, y Trump, el presidente.
Encaramada sobre la cabeza del gobierno, literalmente, la gorra MAGA adoptó un nuevo significado. Seguía siendo una manera de expresar apoyo al mandatario, sus políticas y su orientación con respecto al mundo, pero su poder de provocación creció a la par de la influencia de su portador más conocido.
Por supuesto que la gorra MAGA nunca fue una manera sencilla de expresar una preferencia a la hora de votar porque lleva una frase con una carga histórica importante y sugiere que Estados Unidos, asediado por enemigos externos e internos, debía ser rescatado de esas amenazas.
En enero de 2019, Robin Givhan del Washington Post describió la evolución de la gorra como un símbolo. “Al principio, la gorra MAGA tuvo múltiples significados y matices”, escribió la periodista. “Pero esa definición ha evolucionado. La nostalgia optimista se volvió engañosa y rancia”.
“La gorra MAGA apela a la grandeza de Estados Unidos con mentiras de omisión y contexto”, añadió. “Usar una gorra MAGA es arroparse con una bandera confederada”. Charles Blow, columnista de opinión de The New York Times, escribió que lo que una vez fue mercancía de Trump se había convertido en un suplente visual del “trumpismo”, “una nueva iconografía de la supremacía blanca, la rebeldía nacionalista blanca y la defensa de la cultura blanca”.
Estas lecturas fueron desestimadas por muchos de los simpatizantes del presidente como otra calumnia más, como un intento de difamar a las personas que apoyaban al mandatario, al tacharlos de neoconfederados cuando, en realidad, ellos votaban en grandes cantidades por las políticas oficiales del partido. Christine Rosen, de Commentary, las definió como un “esfuerzo por demonizar a sus oponentes al retratar a los simpatizantes de Trump como ‘el otro’”.
Aun tomando en cuenta tal crítica, y dejando a un lado las insinuaciones de un solapamiento ideológico, meses después, en un contexto político nuevo, las comparaciones hechas por Givhan y Blow todavía plantean las preguntas correctas acerca de lo que les pasa a los símbolos políticos después de la derrota.
Si bien los detalles del porvenir de la gorra MAGA están en duda, su futuro ciertamente no lo está. Con la negativa del presidente de reconocer su derrota en la elección, las demostraciones de apoyo ahora están ligadas a su negación, su desobediencia y la insistencia en que ha sido perjudicado.
En 2015, el lema de MAGA se defendía como una amplia expresión de añoranza por un pasado no específico; después de 2016, los detalles de esa añoranza se hicieron más difíciles de negar. En 2021, una gorra MAGA, fiel a su eslogan, aún podría referirse a un deseo de restauración, pero no solo de esas imprecisas generaciones de los “días dorados” sino de los cuatro años anteriores. Ya hay indicios de un futuro de la gorra MAGA fuera del país, pues movimientos de derecha, débilmente relacionados, la han adoptado, o usan sus propias versiones con el entendimiento, correcto, de que su lema nunca fue meramente literal.
La gorra MAGA del futuro podría ser el símbolo de una causa perdida; una esperanza, o una amenaza de que un movimiento pueda surgir otra vez; y, finalmente, sería la expresión de una ideología que considera ilegítimo a cualquier gobierno que no sea el propio, pero que sería defendida, por inverosímil que parezca, como una mera expresión de apoyo a la equidad y la seguridad en las elecciones.
Si nunca hubiese existido una gorra MAGA, sería difícil encontrar un artículo que se adaptara mejor a las necesidades del presidente y sus más fervientes seguidores, mañana y en los próximos años, con todo y el lema. Es una mercancía convertida en símbolo del Estado que ahora está lista para cumplir su destino final como un producto comercial. Un presidente que nunca cede, aunque se haga a un lado, está contando una historia que deja abierta una opción reconfortante para los millones de personas que tienen gorras MAGA en casa: podrán seguir usándolas.
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This article originally appeared in The New York Times.
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