Los Simpson | Cómo es que la familia amarilla llegó a la cumbre de la cultura pop
Ya entrada la tercera década del siglo XII, para algunos parecería que ahondar en el fenómeno cultural causado por Los Simpson pudiera resultar redundante. Sin embargo, más allá de la célebre habilidad de esta serie animada por predecir el futuro, su impacto cultural sigue forjando el presente dentro y fuera de la industria del entretenimiento.
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Si naciste antes de la llegada del nuevo milenio, es probable que sepas de primera mano que esta caricatura de Fox fue uno de los programas de televisión más influyentes de su tiempo, además de que ha prolongado su vida hasta nuestro días —de momento si fecha cercana a su cancelación. Tras una serie de éxitos mayúsculos, esta colección de cortos emitidos en The Tracey Ullman Show durante 1987 derivó en un suceso sin precedentes dentro de la cultura pop.
En primera instancia, la serie se convirtió en un marco de hiperreferencialidad, primero en tiempo real para pasar a hacerlo a futuro, tal y como los hemos visto en los memes “los Simpson predijeron”. Los productores de la serie, David Silverman y Matt Selman , han hablado sobre cómo el equipo creativo simplemente notó ciertos patrones dentro de la cultura americana, con los cuales crean escenarios absurdos. Muchos de estos casualmente terminaron materializandose en años posteriores, sólo para demostrarnos cuán predecible es la humanidad.
Para entender las peculiaridades e implicaciones del concepto de hiperreferencialidad, empezaremos hablando de su hermana, la intertextualidad. Este concepto, ampliamente estudiado y validado por la literatura desde hace muchas décadas, tira al suelo las lecturas del texto o narración como obra única y cerrada creada por el genio del artista. Esto es sin más, la demostración de que todos los textos se encuentran conectados unos con otros, por lo que la noción y discusión crítica sobre la originalidad simplemente es esteril.
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El investigador Ívan Villalobos, la define como la reciprocidad entre los textos, en un espacio que trasciende el texto como unidad cerrada. Este puede ejercer como adjetivo y sustantivo, con lo que es posible hablar de intertextual, intertextualidad, e incluso de inter- textar. También afirma en su texto La noción de intertextualidad en Kristeva y Barthes, que la teoría de la intertextualidad se refiere a una idea general: en la comunicación, en la transmisión de los saberes y los poderes, de los textos, no existe tabula rasa.
Es decir, no hay nada nuevo bajo el sol, y la originalidad ha “muerto con el autor”. El lienzo en el que un texto se escribe es un lienzo ya escrito, es decir, un campo estructurado, pero donde también cabe la posibilidad de estructuración y de inscripción. De ninguna manera esto sucede de manera mística e inexplicable, sino que lo hacen a través de estructuras, lugares comunes y arquetipos universales que todos conocemos en el arte de la narración. El héroe de las mil caras, los tropos narrativos y los clichés serían ejemplos claros de esta propuesta teórica.
Así, todo texto sería una reacción a los textos precedentes, y éstos, a su vez, a otros textos, y así hasta el origen de la narración oral. Tal como lo indica la teoría de la muerte del autor, del mismo Barthes, donde esta hace una referencia explícita que en la literatura, el texto no es una unidad cerrada. Por lo cual la figura del autor pasa a un segundo plano y se le da lugar al receptor-lector.
Y justamente, estos son los dos máximos exponentes de este tema, los célebres literatos Roland Barthes y Julia Kristeva. Por una parte, Barthes se apega a su línea sobre la muerte del autor, argumentando que este no es el origen del texto, sino que este contiene elementos de un amplio abanico de discursos culturales e históricos, así como todos sus posibles entrecruces. Del mismo modo afirma que el autor no posee control —ni autoridad— sobre una posible lectura o significado del texto, ya que este se encuentra sometido a cualquiera de las posibles interpretaciones que su receptor-lector le dé. Subsecuentemente, se da paso a las teorías de recepción del texto, donde la interpretación del lector es la mitad más importante de su significado, lugar de donde se desprenden muchas de las posturas de los actuales fan studies.
Por su parte, Julia Kristeva realiza un análisis mucho más apegado a los elementos textuales, en la faceta más matemática de la lingüística, pero desde la mirada de la psicología. Para Kristeva el texto es una unidad en constante diálogo con el resto de los textos que contiene, es decir, aquellos de quien sin saberlo hacer referencia. Así, este proceso es un constante encuentro entre texto y lector, que permea la psique humana para formar subjetividad y en consecuencia identidad. Por consecuencia, los seres humanos —nuestra cultura, historia, lenguaje y narraciones edificantes— nos encontramos interconectados por medio de las historias que creamos.
La hiperreferiencialidad no es otra cosa que todo lo anteriormente mencionado, pero con intencionalidad. En otras palabras, bajo los parámetros de este concepto, todas estas concesiones textuales se asumen como tales y se da rienda suelta a sus posibilidades para explorar la ficción, y quizá más importante, sus nexos con el mundo real.
Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con Los Simpson y su impacto en la cultura pop?. Pues bien, esta serie animada nació dentro de un contexto social que pedía un contenido distinto y “original”, donde la dinámica familiar, tanto en la vida pública como en lo privado, se atreviera a cuestionar todo un status quo. En el particular caso de la escena de la comedia prime time estadounidense, algo que fuera una referencia de su modo de vida. Y el acierto entonces de sus guionistas fue hablar de lo que ya estaba ahí, en su cultura, sociedad y, de alguna manera, en la del resto del mundo.
A lo largo de sus treinta y cuatro temporadas —y contando—, esta serie se ha encargado de crear una extensa mitología, llena de gags y frases legendarias, todo aludiendo a la ironía de la existencia humana. Desde la política, los deportes, la música, los movimientos sociales, las bellas artes y desde luego, el cine y la televisión, estos campos han encontrado cabida en el universo de los habitantes de avenida Siempreviva 742.
Al tomar como marco una historia familiar, inexplicablemente dirigida a adultos, la animación logró reimaginar la comedia reflejando cada uno de los patrones conocidos dentro de su sociedad. Con sus icónicos personajes se encargó de crear referentes culturales que sobrepasan las fronteras geográficas de su país de origen, así como las de su idioma original.
Y es que al tiempo de hablar de Los Simpson en latinoamérica no podemos dejar de lado el superlativo trabajo del equipo de doblaje encabezado por los legendarios Humberto Vélez , Patricia Acevedo y Claudia Motta. Más allá del arduo trabajo de actuación e interpretación semántica de estos actores, quizá el logró con más valor fue dotar al humor de esta serie de un carácter universal dentro de los distintos
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El elemento narrativo conseguido con este doble en particular, afecto la forma en que toda una región del mundo percibió y se mimetizó con este tipo de humor. Es posible afirmar que toda una generación se vio influenciada por la adaptación hecha con este doblaje, donde se le otorgó mayor importancia al humor dentro de los acontecimientos mundanos que a lo mordaz que se apegaba al idioma original de esta serie. Nuestros memes son una prueba de ello.
Pero desde su ámbito nativo, también es verdad que series animadas de un tono mucho más irreverente como Ren y Stimpy, South Park, Family Guy, o la “refinación” del género con Daria, Archer (92%) y BoJack Horseman (56%) no podrían ser explicadas sin la existencia de la familia amarilla más famosa del planeta. Si bien la crítica ácida es sólo una de las armas de esta serie, cuando decidía ir a estos lugares enteramente sardónicos, no fallaba en entregar maestría y risas.
Así, retomando el concepto de hiperreferencialidad, es probable que Los Simpson lograran perfeccionar las cualidades universales y lo particular dentro un meme. Estas unidades abiertas de lenguaje son generadoras de humor, y aunque han logrado un alcance sin precedentes en la era digital, tiene mucha historia detrás que data de inicio de la misma industria audiovisual del entretenimiento. Acuñado por el biólogo evolutivo Richard Dawkins, el término meme se creó para nombrar a video humorísticos en la década de los noventa, época en la que eran muy populares los shows televisivos que emitian videos caseros de humor, el popular "fail" que conocemos hoy en día.
Su origen etimológico providence del griego "mimeme", que significa "algo que se imita", y Dawkins los catalogó como una forma de expresión cultural transmitida de persona a persona, y aunque puede ser contenido por una idea de cualquier índole, —moda, música, pintura, etc—, se conduce mediante el humor. Así, la expresión humana encontró una lingua franca en las experiencias de Homero, Marge, Bart, Lisa y Maggie.
Al igual que la intertextualidad asevera que todos los textos alguna vez escritos se encuentran interconectados entre sí, el fenómeno cultural de Los Simpson sugiere que los seres humanos somos capaces de conectar por el humor y por el lenguaje utilizado en su creación. pero Dawkins va más allá que indica que el meme posee una cualidad análoga a los genes.
De tal manera que, si un un gen tiene la capacidad de adaptación y evolución, los memes harán lo propio en la esfera cultural. En su libro de 1976, The Selfish Gene, el autor afirma que esta adaptación va desde el boca a boca a los transmediático. Las narraciones transmedia son aquellas que forman parte de un relato que atraviesa medios y plataformas, todas consideradas canon —aunque con el paso del tiempo puedan ya no serlo—, y su eje principal se encuentra en la colaboración de receptor-lector-espectador-usuario para ampliar su propio universo.
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Por este motivo, un memes es capaz de poseer características universales, como el uso de un lenguaje común, ciertos patrones de comportamiento o temas que son comprensibles en diferentes culturas. Pero también pueden tener características particulares que son específicas de una cultura o comunidad en particular.
Este potencial material para memes que se presentaba en la serie fue entregado por medio de un humor que respetaba a su audiencia, considerándola lo suficientemente inteligente para atar estos cabos culturales en su cabeza y sin necesitar una explicación manifiesta de todo aquello que se suponía debía ser gracioso. En este sentido su contenido se gana rápidamente la confianza de la audiencia, con lo que resulta más fácil crear esa relación de reciprocidad tan importante en el campo de la recepción.
La autora Hayley Carr indaga sobre las claves del éxito de Los Simpson, posesionando a la honestidad como su mejor arma, ya que el show emplea todas estas técnicas para crear un programa reflexivo que, no solo investiga su propio medio, sino que expone y ridiculiza la construcción perezosa que las narrativas televisivas poseían en la década de los ochenta.
Alejándose de las interpretaciones metaficcionales que culpan al agotamiento o muerte de la ficción antes de la llegada de esta serie, aboga por el propio juicio de los televidentes, cada vez más conscientes de cómo se construyen y autorizan los valores y las prácticas de la sociedad, donde la metaficción empatiza con las audiencias modernas, rompiendo así la estructura del tipo de televisión que refleja la realidad con mayor profundidad y “realismo”, encasillada como seria.
En ningún periodo de sus existencia Los Simpson han aspirado a ser tomados en serio, lo cual desde luego ha tenido un efecto inversamente proporcional en todos aquellas personas que realizan una lectura social, cultural o situacional por medio de una referencia a los hechos de esta serie. Y no es de extrañar, teniendo en cuenta que a pesar de todos los elementos satíricos, ácidos e irreverentes, estas historias siempre contaron con mucho corazón —o al menos en sus primeras diez temporadas— con lo que la empatía por sus personajes juega otro rol fundamental en la asimilación cultural de su contenido.
Es probable que las verdaderas repercusiones del impacto de Los Simpsons en la cultura pop moderna aún no sean dimensionados en su totalidad, puesto que así como la intertextualidad, este es un proceso que continúa construyéndose en nuestro lenguaje y psicología. A pesar del éxito mercadotécnico que llenó las habitaciones de los niños de los noventa de algún tipo de memorabilia de la familia más disfuncional de Springfield, su legado se extiende continuamente hacia el futuro.
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