Soledad Silveyra: la condición que puso para volver a los escenarios, su amor carioca y el sueño que le queda por cumplir
“Quisiera poder vivir del teatro” , confiesa Soledad Silveyra, que acaba de regresar a las tablas con ¿Quién es quién?; una comedia fresca y aguda que habla sobre el amor, la comunicación y la búsqueda de la felicidad. “La obra es sobre un matrimonio que lleva 30 años de casados y espera a otra pareja para una comida. Los invitados no llegan y, en esa espera, ella empieza a maquinarse. Hay situaciones de emoción y otras divertidas”, anticipa la actriz, que ni bien leyó el guion quedó fascinada.
Sin embargo, hubo una condición innegociable para aceptar la propuesta: que Luis Brandoni sea su coprotagonista. “Si no está Brandoni, yo no hago la obra” , le dijo tajante a Tomás Rottemberg y Juan Manuel Caballé; productores de esta adaptación francesa. “Brandoni, para mí, es el mejor actor. Es un tipo donde la gracia está en cómo habla, en cómo dice; es genial. Yo sentía que él era el actor para esta obra, el que yo necesitaba, con el que yo me iba a sentir más apoyada, más contenida”, explica convencida. Y no se equivocó. Desde su estreno, el pasado 8 de enero, esta dupla de actores no para de agotar localidades y lidera la cartelera porteña.
-¿A quién se le ocurrió esta locura hermosa de juntarte con Beto Brandoni?
-Fue un pedido mío a Tommy Rottemberg y Juan Manuel Caballé, que son los productores. Caballé me había mandado dos o tres obras y dije: “Voy a leer esta, por el título”. Decía Pajaritos de colores y después lo cambiaron. La leí y le dije: “Mirá, yo esta obra la puedo hacer solo con dos actores, si no, no la hago”. Uno era Brandoni, el otro no lo voy a nombrar porque en ese momento estaba en otro proyecto y no se lo convocó. “Si no está Brandoni, yo no hago la obra”, les dije.
-¿Y por qué Brandoni?
-Porque Brandoni para mí es el mejor actor. Una vez que se nos fue Ulises Dumont, es el mejor actor dentro de lo que es el naturalismo. Es un tipo donde la gracia está en cómo habla, en cómo dice; es genial. Y o sentía que él era el actor para esta obra, el que yo necesitaba, con el que yo me iba a sentir más apoyada, más contenida. Hasta ahora vengo como tirando del carro, así que necesitaba a alguien de ese talento, y lo estamos disfrutando como locos. Nos dirige Héctor Díaz, a quién no conocía como director. El hecho de ser actor es bueno porque nos conoce así que estoy muy contenta. Espero hacer un buen trabajo porque se lo merece él, Brandoni y el público.
-Vos sos una mujer de muchas temporadas, ¿Qué significa para vos quedarte en Buenos Aires?
-Yo adoro Buenos Aires en verano. Me gusta mucho más que ir a Mar del Plata, mucho más que ir a Carlos Paz porque hay poca gente. Estamos en el Teatro Liceo, que es casi un monumento histórico.
-¿Y cómo es ese personaje que te toca interpretar?
-Es muy difícil el personaje porque es, de alguna manera, la bastonera de la obra. ¿Quién es quién? es una situación que pasa en tiempo real de un matrimonio de 30 años de casados que esperan a otra pareja a comer. Ese matrimonio no viene, no llega y, en esa espera, ella empieza a maquinarse. Hay situaciones de emoción y otras divertidas. El personaje de Beto es un hombre muy machista. Es una obra francesa y siempre me acuerdo de una crítica que leí, que dice: “La obra no es feminista, la obra es humanista” y me encantó eso, porque es así. Termina la obra y cada uno interpreta qué es lo que pasa. Es más, Beto tiene una opinión, yo tengo otra y el director otra (risas). El público después decidirá qué fue de la vida de estos dos personajes que, en el fondo, son muy adorables.
-Tan adorables como ha sido tu vida… Una mujer que pasaste todas, desde una infancia complicada hasta una vida como actriz consagrada, pasando por varias historias de amor...
-Cuando miro para atrás, generalmente me emociono como en este momento (llora). El año pasado cumplí 60 años de laburo. Yo empecé en esta profesión a los 12 años por necesidad, sin saber si quería ser actriz o no . A principios de 2024, empecé a tener como una crisis creativa, de decir: “No quiero más”. Y gracias a mi amigo Sebastián Spreng, que está en Miami y es crítico de arte y pintor, empezamos a trabajar un unipersonal. Sabía que era el único que podía sacarme de esa crisis. Es un hijo postizo de la [China] Zorrilla. O sea que, desde el cielo, todavía sigue conmigo la Zorrilla. Tuve ese privilegio y por suerte, pude salir de esa crisis porque también tenía que seguir trabajando. No soy millonaria.
-No sos millonaria, pero ¿ganaste bien? ¿Te diste los gustos que quisiste?
-No todos. Me falta uno, que es irme de viaje con mis nietos, mis nueras y mis hijos a Europa. Ojalá que con ¿Quién es quién? nos vaya bien, así aumento un poquito mis ahorros (risas).
-Hablame de esos hijos varones…
-Bueno, tengo dos hijos maravillosos que, por momentos, son más padres que hijos (risas). Siempre son los primeros en criticar todo lo que hago. Yo también soy muy autocrítica, demasiado. Siempre digo: “Lo podría haber hecho mejor”. Pero, volviendo a ellos, son mi vida mis hijos. El menor, Facundo, estuvo pasando un momento difícil, gracias a Dios lo superó. Conoció a una mujer maravillosa, por la cual le agradezco a Dios todos los días. Y Balta, que sigue con su compañera eterna, Romina, que sabe hacer de todo.
La irrupción del amor
-También te diste la oportunidad de dejarte querer, pero desde el amor de pareja…
-Hace más de 10 años que estaba sola y estaba feliz. No tenía ningún interés en estar con alguien. Viajé a Buzios a la casa de una amiga mía y, como sabe que me olvido todo en todos lados, me dio el contacto de tres amigos, entre los que estaba José. El primer día, salí a caminar y me perdí. Entonces me acordaba del nombre de la posada de esta gente y fui hasta ahí. Cuando llegué (después de varias horas de subir esas pendientes), me dicen que José se había retirado a dormir. Entonces me quedé a comer porque estaba agotada y muerta de hambre (risas). Esa noche no apareció, pero cuando entro al comedor había un señor que estaba tocando la armónica y de golpe me dice: “Solita”, que fue el Solita más lindo que me dijeron en mi vida, y me puse a llorar. Era “El Tubo”, que todos pensaban que era él mi novio porque se viralizó una foto juntos.
-¿Y José, cuando apareció?
-A la mañana siguiente recibo un llamado de José, que me dice: “Perdón, Soledad. Yo no estaba. Si querés venir a almorzar mañana a la posada, estás invitada”. Entonces fui, empezamos a charlar y terminé comiendo todas las noches gratis porque nuestras conversaciones eran eternas. Él me invitó a quedarme en la posada y yo le dije que no. ¡Tenía terror! Imaginate que hacía 10 años que no estaba con un hombre. Yo le escribía a mi hermano Eduardo, que es mi compinche, y le decía: “Estoy muy nerviosa. No sé si voy a poder, tengo mucho miedo”. Y bueno, en la novena o décima noche me entregué (risas). Y la verdad que fue muy hermoso. Él es una persona de una calidad humana extraordinaria. Todo el mundo en Buzios lo conoce, hace 45 años que vive allá. Tiene a su hijo viviendo acá en Bariloche, a sus dos nietos, y a su exmujer, a la que yo amo. Se llama Corina Minujín y es prima hermana de la Minujín y tía de Juan Minujín. O sea, todo queda en familia (risas). La verdad que estoy agradecida. Ya cumplimos un año.
-Después de esa noche ¿qué pasó?
-Al mes siguiente vino a verme. Esto fue en octubre de 2023. Sabía que quería volver a verlo pero no estaba segura de si estaba enamorada. Que no se me enoje con esto que estoy diciendo, porque él es tan amoroso… (risas). Y bueno, a mí me cuesta decir “novio”; es la primera vez que me sale. Y ahí él empezó a venir todos los meses. Después hicimos un viaje de un mes al sur de Italia.
-El otro día te escuché bastante enojada porque se dijo que te habías peleado con José…
-Sí, se puede hacer mucho, mucho daño, sobre todo para alguien que no tiene idea de lo que es esto. Fue muy doloroso. La pasé mal porque él la pasó muy mal, porque a veces dicen cosas que no son verdad. Pero no pasó absolutamente nada.
Tratamientos
-Hoy estás muy bien de salud, pero ¿qué fue lo que te pasó?
-En 2017, me rompí un huesito chiquito de la cabeza. Acostando a una de mis nietas, Clarita, me patiné con el piso de madera y caí de cabeza. Usé cuello [ortopédico] durante tres meses y hasta estuve internada. Tres años después, en agosto de 2020, entro a grabar un programa y de golpe siento que todo me tiembla. En octubre me viene otro temblequeo, y en diciembre tuve un episodio en un shopping, que se me cayó la billetera de la mano. Ahí mismo fui a un neurólogo y me dicen: “Vos tuviste un ACV”. Después, cuando hice la obra en el verano (con Osvaldo Laport), me empezó a doler mucho la cabeza y me diagnosticaron Neuralgia de Arnold. Me escribieron de todos lados, agradezco todas las cosas que me han dicho, los consejos, porque hasta ahí tampoco sabía de qué se trataba. Pasé por muchos estadíos y ahora me está atendiendo Julia, una [especialista en] RPG [Reeducación Postural Global], a quien le estoy profundamente agradecida.
-¿Todos los días te duele igual? ¿Tomas medicación?
-Lo que estoy registrando es que cuando me pongo nerviosa es más fuerte el dolor. Y tomo medicación, esperemos que pronto la pueda dejar.
-¿Es cierto que te fuiste a una escribanía y dijiste: “Yo para mis últimos días quiero esto y esto…”, para que nadie tome ninguna decisión por vos?
-Yo soy de las que están de acuerdo con la eutanasia. Pido disculpas a los que no, porque entiendo que cualquier cristiano no pueda estar de acuerdo, pero fui a ver la película de Almodóvar [se refiere a La habitación de al lado], salí y dije: “Yo tengo que morir así”. Cuando me vaya, quiero hacerlo de la mano de mis dos hijos, que son mis dos guías, y con una sonrisa. Así que en cuanto yo sienta que ya no doy más, me voy a Suiza (risas).
-También habías dicho que querías morirte en tu casa, ¿puede ser?
-Sí, quiero morir en la cama y que me pongan la canción de Soledad, “El brindis”. Mi nieta Clarita me dice: “¡¿Qué, tatita?! ¿Vos te vas a estar muriendo y nosotros vamos a estar bailando?”. Sí, es lo que quiero, quiero irme con el amor de todos y con una sonrisa. Así disfruto y vivo la vida. Aunque últimamente este dolor me enloqueció. Ahora ya estoy mejor, pero en un momento muy crítico reuní a mis hijos y les dije: “Si yo voy a tener este dolor de por vida, hagamos algo y quítenme de este mundo”.
-¿Cómo ves el país?
- Creo que hay que cuidar un poco el lenguaje, empezando por el Presidente. Me parece que Milei debería dar el ejemplo sobre todo, a los jóvenes que son los que lo siguen mucho. Económicamente, algunas medidas me parecen bien pero al mismo tiempo sufro por los indigentes. Es un país muy difícil el nuestro.
-¿Con las redes sociales te llevás bien?
-Luli, mi asistente, se ocupa. Ella me hincha a mí: “Arreglate”, “Lavate la cabeza que tenés que hacer el video”. Además, la gente pide muchos videos y yo trato de cumplir en lo que pueda.
-¿Hay proyectos de tele o alguna ficción para este 2025?
-No, no tengo necesidad. Si llega a aparecer algún proyecto en streaming que me interese lo haría, pero que sepa que puedo hacer un buen personaje, como lo hice en Monzón. Si no, no, porque no tengo necesidad de la tele. Quisiera poder vivir del teatro.
-¿Estás viendo Gran Hermano?
-No mucho. Ayer justo lo vimos con Luli y me causó mucha gracia como cambió todo. La verdad que lo felicito a Santiago (Del Moro) porque lo hace brutal, pero es otro programa. Yo me acuerdo que mis pibes estaban todos vestiditos, perfectos, educados. Se nota que pasaron 20 años…