Sonia Infante, de ser símbolo del erotismo en el cine a vivir un infierno

México, 16 jul (EFE).- La actriz mexicana Sonia Infante, sobrina del inmortal actor y cantante Pedro Infante, falleció en 2019. Fue figura del erotismo en el cine mexicano.
México, 16 jul (EFE).- La actriz mexicana Sonia Infante, sobrina del inmortal actor y cantante Pedro Infante, falleció en 2019. Fue figura del erotismo en el cine mexicano.

Actrices del cine mexicano coinciden en compartir el dolor innombrable, aquel que ni siquiera tiene un nombre para ser referido, y ese es el de la madre que sufre por la muerte de un hijo. Silvia Pinal, Elsa Aguirre, Norma Lazareno y Carmen Salinas son algunas de las figuras que experimentaron lo inenarrable y que no se le desea a ninguna madre. Asimismo, otras mamás sufrieron lo inexplicable por sus hijos: ser violentadas, maltratadas y humilladas por ellos. Ese penar le tocó padecer a Sonia Infante, una actriz que vivió el infierno por culpa de quienes trajo al mundo.

Fue en septiembre de 2013 cuando la actriz apareció ante medios de comunicación para denunciar hostigamiento y amenazas de muerte en su contra por parte de Ángela y Pedro Alatriste Infante, sus propios hijos. Su presencia ante la prensa de espectáculos fue también un clamor de ayuda y un silencioso grito de auxilio para no perder de vista su caso. Querían despojarla de sus bienes por la fuerza y a la mala.

Tras el fallecimiento de su marido Gustavo Alatriste en 2006, Sonia Infante heredó la inmobiliaria La Cenicienta y el condominio Plaza Condesa, del que además era accionista. En ese momento lejos estaba de imaginar que siete años después iba a ser echada a la calle por Ángela y Pedro, quienes maniobraron contra ella con intervención de terceros, entre los cuales la actriz señaló a Gabriel Carbonell Alatriste y José Antonio Hermosillo Vázquez, administradores de Plaza Condesa.

Embargando sus pertenencias, congelando sus cuentas y siendo desalojada de su departamento en la Condesa, Sonia fue depositada en la vía pública acusada de fraude procesal. Esa escena despertó indignación en distintos espacios informativos porque sus conductores no dieron crédito a que Infante fuera maltratada de esa forma por la ambición de sus vástagos.

Sin embargo, tal como se hizo célebre con su personaje de Toña Machetes en la película del mismo nombre, o como cuando hizo temblar a su exmarido Andrés García por su fuerte temperamento, ella nunca se mostró débil o triste en sus expresiones. Apeló a la frialdad del gesto, calma en el habla y contención emocional para evitar mostrarse vulnerable, algo que hasta cierto punto no pudo ser posible debido a que fueron visibles los problemas de salud que trajeron consigo la situación.

Sacó fuerzas para mantenerse fuerte. Aguantó. Resistió hasta donde pudo. Sobrevivió con sus pensiones de la Asociación Nacional de Actores (ANDA) y Asociación Nacional de Actores Independientes (ANDI), así como de los donativos que recibió de familiares como hermanos y sobrinos. Los estragos de las batallas legales emprendidas le pasaron factura, pero no tantas como la decepción, el dolor y la tristeza por el daño recibido de quien ninguna madre pensaría tener como enemigos.

Viéndose muy afectada en la salud, Sonia murió en 2019 después de soportar por más de tres meses intensos dolores en la columna vertebral tras una parálisis corporal. Fueron tan duros y amargos los últimos de su existencia que le suplicó a su hermano, el actor Toño Infante, buscar mecanismos para llevar a cabo la eutanasia, lo cual no sucedió. Falleció víctima de un paro cardiorrespiratorio a los 76 años de edad.

Triste e inmerecido fue el adiós para una mujer que significó escándalo para un sector de la prensa de espectáculos que solamente la ubicó como la pareja más brava que tuvo Andrés García, o por confrontar a la actriz Felicia Mercado en una tienda de ropa para exhibirla como amante de Gustavo Alatriste.

Sonia Infante fue más que eso. En el plano actoral llegó a ser una de las figuras más arriesgadas y atrevidas del cine mexicano. Menospreciadas, ignoradas o infravaloradas en su época, las películas La casa que arde de noche (1985) y Los placeres ocultos (1989), ambas dirigidas por René Cardona Jr., son testimonio del alto nivel que alcanzó como protagonista de historias eróticas densas, oscuras y osadas para su época. Sin exagerar, revisándolos en la actualidad, dichos filmes fueron adelantados a su tiempo.

Sin temor al desnudo, se aventó al ruedo con esas tramas que resultaron atípicas para lo que contaban las producciones de aquellos años, principalmente guiones de acción y sexy comedias. Y no nada más era cuestión de salir sin ropa a cuadro, sino transmitir intensidad en la perversión de historias como la de una venganza sadomasoquista puesta en marcha por una psiquiatra abusada por un paciente.

El erotismo potente que emanaba Sonia Infante fue tema de mitos y leyendas como la que cuentan acerca de la anécdota que originó su romance con Andrés García. Versiones indican que al hacer una escena de cama en Toña Machetes (1985) se metieron tanto en sus respectivos personajes que se dejaron llevar por la pasión e hicieron el amor frente al staff. Esta película, por cierto, fue producida por ella. Junto a actrices como Meche Carreño, Isela Vega y Fanny Cano, fue otra de las estrellas de la industria cinematográfica que quiso levantar proyectos.

Con un legado de películas que incluye su participación con Cantinflas en Su excelencia (1967), Sonia Infante dejó una herencia de dos títulos dignos de ser analizados y, por qué no, replicados hoy día; La casa que arde de noche y Los placeres ocultos nos demostraron que la mejor forma de perder el miedo para incursionar en propuestas arriesgadas es haciéndolas. Y, en ese sentido, Sonia fue muy valiente.

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