Sonido Gallo Negro recibe el 2025 con la cumbia psicodélica como bandera
Si tu idea para la víspera del Año Nuevo era pasarla realmente bien, bailando con ritmos de indudable raigambre latinoamericana, pero enmarcados en creaciones originales que no circulan necesariamente en la radio, lo mejor que podrías haber hecho en esta parte del Sur de California era asistir al concierto de Sonido Gallo Negro que se llevó a cabo en el Alex’s Bar de Long Beach.
Pese a que la base de este animado septeto es la cumbia, lo que sus integrantes han hecho a largo de su ya extensa discografía, consistente en cinco álbumes de estudio y uno en vivo, es una vertiente mucho menos ‘mainstream’ del género que prescinde casi totalmente de letras y que, de todos modos, puede sonar familiar para quienes han logrado acceder a la ya longeva -pero recientemente revalorizada- propuesta de tintes psicodélicos que surgió en la amazonía peruana durante la década de los ‘70.
Claro que Sonido Gallo Negro, que se formó hace 14 años en la Ciudad de México, hace las cosas a su manera, incorporando elementos de diferentes géneros y manteniendo un filo particular que le debe mucho a lo que hacían antes varios de sus integrantes, provenientes de bandas de surf como Espectroplasma, Twin Tones y Telekrimen, y que ofrecen actualmente un sonido poderoso en el que intervienen la guitarra eléctrica, la flauta, el órgano electrónico, el sintetizador, el theremin y diversos instrumentos de percusión.
Las visitas cada vez más frecuentes del combo, que se encuentra conformado por cinco mexicanos y dos argentinos (uno de ellos es el renombrado ilustrador Jorge Alderete), van de la mano con lo que viene sucediendo con Son Rompe Pera, el quinteto de Naucalpan que sigue la línea igualmente instrumental de la marimba y que, pese a haberse formado hace menos tiempo, ha alcanzado un reconocimiento inesperado en nuestras costas, hasta el punto de que, solo este año, además de haber actuado en el mismo Alex’s Bar, participó en los dos fines de semana consecutivos del Festival de Coachella.
Asimilación y creación
“Creo, que desde los años ‘70, se ha producido un gran relevo generacional”, nos dijo en el ‘backstage’ Gabriel López, encargado de la primera guitarra y del órgano. “Primero estuvo la cumbia exportada desde Colombia; después las bandas de los ‘80 como Los Ángeles Azules y Super Grupo Colombia, y en los ‘90 entró la cumbia romántica, de bodas y quinceañeras. Pero nosotros veníamos de una escena muy rocanrolera”.
En ese sentido, lo que este grupo favorece es una aproximación más estridente y más experimental que se apoya en los órganos Farfisa y en el empleo de guitarras con ‘fuzz’ y ‘twang’. “En el 2000, antes del boom de la internet, era difícil siquiera tener información sobre Los Mirlos”, prosiguió Lopez, en referencia a la mítica agrupación peruana que, a pesar de que haberse formado en 1972, alcanzó repercusión internacional tras ser descubierta por melómanos anglosajones que la incluyeron en recopilaciones de difusión internacional.
En la actualidad, debido a la prolífica actividad que tienen algunas de estas bandas peruanas -cuya época de gloria le pertenecía supuestamente al pasado-, Gallo Negro no interpreta en vivo tantos ‘covers’ -si se les puede llamar así- de esas mismas agrupaciones, aunque, en Long Beach, se animó a presentar su propia versión de “Vírgenes del Sol”, una pieza de principios del siglo 20 que fue internacionalizada originalmente por la legendaria soprano Yma Súmac.
Pero casi todo el repertorio de la noche provino de su propia cantera, lo que le dio naturalmente paso al trabajo más reciente, “Paganismo” (2022), mediante la interpretación de temas como “Yanga”, “Cumbia triste” y hasta “Planet Claire”, una interpretación ciertamente llamativa de la recordada composición de The B-52s.
La impronta azteca
Por ese lado, Dario Maldonado Cardeño, el otro guitarrista de la banda, reconoce también el rol esencial jugado por los sonideros, esos DJs mexicanos que empezaron a programar fiestas gigantescas en las que presentaban ante las nuevas generaciones a los grupos antiguos de cumbia latinoamericana, que podían ser tanto de México como de Perú, Colombia y Ecuador.
“Empleaban temas pocos conocidos, y empezaron incluso a modificarlos al rebajar las revoluciones, con lo que crearon un nuevo género”, afirmó el instrumentista, en referencia a la llamada ‘cumbia sonidera’ o ‘cumbia rebajada’ que también es interpretada ocasionalmente por Sonido Gallo Negro, como lo probó en el Alex’s Bar la inclusión de “Bocanegra”.
López lo secundó al afirmar que lo que se empezó a hacer entonces, y lo que ellos mismos hacen en estos días, da cuenta de una intervención mexicana que, en el caso de su grupo, apela a sintetizadores cuyas señales primigenias se empiezan a alterar para responder a un contexto cultural distinto al original.
“Si uno lo plantea desde el punto de vista de la fiesta callejera, en donde la gente quiere bailar mucho más tiempo con la parte emocionante de la canción, lo que se hizo fue bajar el tempo, hacer que los bajos fueran mucho más profundos y que las percusiones resultaran más estridentes”, afirmó.
Influencias y tendencias
Curiosamente, en relación a las seis cuerdas, López señala como referentes a los guitarristas alemanes pertenecientes al Krautrock, una escuela europea de rock experimental que se gestó a finales de los ‘60. Admira en particular a Manuel Göttsching, quien fue considerado posteriormente como un precursor de la música electrónica.
Pero declara también su admiración por Berardo “Manzanita” Hernández, líder de Manzanita y su Conjunto, un combo limeño de cumbia de los años ‘70, así como por Polibio Mayorga, un organista ecuatoriano de música tropical que hizo igualmente de las suyas durante esa década.
Y si se trata de armar la fiesta, los Gallo Negro consideran que no necesitaín de mensajes explícitos cuando la música es tan elocuente como la que practican. “A estas alturas, la cumbia es un vehículo que puedes modificar de cualquier manera, metiendo líricas, cosas experimentales o cosas folclóricas”, comentó Maldonado Cardeño. “Pasa lo mismo que con el rocanrol, que también puede ser muy ñoño, muy bailable o muy experimental”.
“El no tener letras hace que el público pueda interpretar nuestras canciones de diferentes maneras, porque somos muy expresivos con los sonidos”, prosiguió, antes de poner como ejemplo a “La Patrona”, un corte de su segundo disco, “Sendero místico” (2013). “Está inspirada en el culto a la Santa Muerte, sin que nosotros seamos seguidores fieles de ese mismo culto; de hecho, sería demasiado denso tener que escribir una lírica sobre esa figura”.
Pese a la ausencia de palabras, una pieza como “Yanga”, que sonó también en el concierto local, fue un tributo claro para Gaspar Yanga, un personaje poco recordado que encabezó la primera rebelión importante de afrodescendientes contra los conquistadores españoles en un poblado de Veracruz.
Finalmente, López cree que, en la actualidad, el estilo cumbiero que practican no es tan ‘underground’ como se puede pensar. “La vertiente psicodélica en la que nos enfocamos mayormente ha tomado un gran espacio tanto en América Latina como en Europa y Estados Unidos”, explicó. “Hace ocho años, esto estaba muy verde; ahora, a donde sea que viajemos, la gente sabe de qué se trata el asunto, y las bandas poseen ya sonidos propios”.
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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.