‘Soy adulto y vivo con déficit de atención e hiperactividad’: qué es el TDAH y cómo sé si lo tengo
Cuando crecemos, el mundo nos exige convertirnos en adultos que deben balancear sus vidas entre uno o más trabajos para pagar la renta y sostener una familia, estudiar para mantenernos actualizados, cultivar nuestras amistades, planear momentos de descanso, hacer ejercicio para estar saludables… Es complicado. Y para los adultos que viven con TDAH (trastorno de déficit de atención e hiperactividad) puede ser aún más difícil.
Aunque el TDAH suele presentarse en la niñez y la adolescencia, la realidad es que a muchas personas se les diagnostica en la adultez, cuando ya perdieron varios empleos, terminaron múltiples relaciones amorosas, vivieron episodios depresivos y de ansiedad y dejaron pasar experiencias valiosas.
Ahchis, pues ¿qué es el TDAH?
El trastorno de déficit de atención e hiperactividad es un padecimiento neurobiológico que hace que el cerebro produzca niveles alterados de dopamina y noradrenalina, dos neurotransmisores que juegan un papel superimportante en el control del comportamiento.
Tania Gómez, psicóloga clínica y especialista en terapia cognitivo conductual, explica que por esta razón las personas con TDAH presentan conductas desorganizadas o impulsivas; dificultad para alcanzar objetivos o cumplir tareas aunque sean muy sencillas; y un foco de atención tan volátil que les impide concentrarse en una sola cosa.
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Además, el TDAH tiene tres tipos: uno que es predominantemente inatentivo (es decir, cuando las personas pierden el foco de atención), otro que mezcla la inatención con la hiperactividad e impulsividad, y otro predominantemente hiperactivo.
¿Y qué crees? Tania Gómez detalla que según los estudios más recientes, las mujeres presentan un TDAH más inatentivo y los hombres más hiperactivo e impulsivo.
Ups, sospecho que tengo TDAH
Si ya llegaste al lado neurodivergente de TikTok seguro has visto múltiples cuentas que hablan de los síntomas del TDAH y quizá hasta te identificaste con algunos.
Pero antes de autodiagnosticarte y afirmar que tienes TDAH es importante saber que solo un especialista de la salud mental puede darte este diagnóstico después de realizarte entrevistas y una serie de estudios cognitivos, y pedirte que te hagas algunos marcadores fisiológicos, un encefalograma y resonancia magnética si es necesario, todo esto para confirmar que de veras tienes TDAH y no confundirlo con algún otro padecimiento, como depresión o ansiedad.
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El tratamiento para el TDAH
Tania Gómez explica que el tratamiento para el trastorno de déficit de atención es una combinación de terapia psicológica, neuropsicológica -para fortalecer los circuitos cognitivos que son responsables del control de la atención a nivel cerebral- y fármacos.
“La terapia psicológica que se ha descrito con mejores resultados a corto y largo plazo es la cognitivo conductual porque al adulto se le enseña a identificar las conductas que le llevan a situaciones disruptivas”, detalla Gómez. “Se trabajan estrategias de autocontrol, monitoreo y planificación de actividades”.
A nivel psiquiátrico, los fármacos recomendados funcionan para nivelar los niveles de noradrenalina y dopamina.
Estas son las experiencias de cinco personas adultas que viven con TDAH.
“No puedo estar tranquilo. Es algo que estoy aprendiendo a hacer”: César
Fue diagnosticado a los 27 años de edad, aunque lo sospechaba desde la universidad. César escribe, da terapia, talleres, conferencias, hace video, tiene un pódcast… Es hiperproductivo, pues, y en el mundo capitalista en que vivimos este rasgo es percibido como deseable, aunque en su caso es una neurodivergencia.
Cuando llegó la pandemia de covid-19, César entró en crisis y buscó ayuda psiquiátrica. Así llegó al diagnóstico de TDAH y comenzó tratamiento farmacológico.
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“Tener el diagnóstico me cambió la vida porque pude nombrar cosas que no había logrado nombrar en la vida, pero que me afectaban un montón y he aprendido a trabajarlas, identificarlas y vivirlas de otra manera.
“Antes de esto yo perdí todos los trabajos a los que entraba. Tengo una historia de abandonar proyectos, de hacer muy bien todo los primeros meses y luego caer. He tendido a eso toda mi vida. Iniciaba una relación y los primeros meses de huevos y luego cortaba…
“Llegué años tarde a un diagnóstico porque dicen que las personas con TDAH salen mal en la escuela y yo era reconocido como inteligente. No se alcanzó a ver que esos rasgos que se celebraban de mí eran parte de una neurodivergencia que en el momento en que se me cambió la rutina -con la pandemia- explotó.”
“El estigma más frecuente al que me enfrento es la incredulidad y el ‘ay sí, ya cualquiera tiene TDAH'”: Cintia
Como César, Cintia fue diagnosticada con TDAH a los 27 años de edad, después de estar en tratamiento por ansiedad y depresión. Cuando comenzó con los fármacos para este trastorno, Cintia dice que floreció en la vida: ya podía concentrarse en una sola tarea, terminarla de manera eficaz y tener hobbies.
Sin embargo, el desabasto del medicamento que tomaba la hizo pasar por un periodo de abstinencia terrible. Hoy toma otro fármaco, pero dice que no le funciona muy bien y está probando distintos gramajes para encontrar el adecuado.
“Empezar mi tratamiento genuinamente fue hermoso. Fue como por fin recordar esa palabra que por años tuviste en la punta de la lengua.
“En terapia trabajo mucho la noción de que yo, como persona con TDAH, no tengo que suscribirme a los periodos de trabajo de otras personas, de 9 a 6, por ejemplo. Mis horarios son diferentes.
“Ser adulto con TDAH es bastante frustrante porque no hay mucha información al respecto. En caso de niñes y adolescentes sí, pero con adultos no. Yo he tratado de investigar, me suscribo a newsletters, tener herramientas para organizarme y trabajar mejor, journals… pero siento que no hay tanta info.”
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“La terapeuta me dice que no es por falta de voluntad, sino porque mi cerebro no puede”: Fernando
El camino de Fernando apenas comienza. Va a terapia y está por empezar tratamiento farmacológico. Su psicólogo fue quien le recomendó ir con una especialista en TDAH y esta, a su vez, con un psiquiatra. Fernando tiene 30 años de edad y es asesor patrimonial, de seguros y fondos.
“A mí me cuesta mucho sentarme a leer, ver la tele o estar quieto. Tengo libros inconclusos, dejo muchas cosas a medias; desarrollo muchas ideas, pero la parte de la acción, procesos, planeación, ejecución… como que me falla.
“La terapeuta me recomendó juguetes y hemos estado trabajando con horarios, agenda, escribiremociones.
“Si no sabes qué pedo, te frustras, pero conforme vas entendiendo y desarrollando en terapia te sientes un poco liberado, te entiendes a ti mismo… Entiendes por qué te pasa lo que te pasa y que hay soluciones. Lo que me dice la doctora: a lo mejor no se cura, pero se sobrelleva”.
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“Mis papás asumen que simplemente no quiero ponerles atención, ni seguir rutinas, ni ser ordenada”: Inés
En su niñez y adolescencia, Inés nunca supo por qué no podía estudiar, entender las cosas con facilidad o completar sus actividades en la escuela. Todo le hizo clic cuando a los 21 años le diagnosticaron TDAH.
Hoy, Inés es maestra de primaria en Oaxaca y le interesa ayudar a los alumnos que puedan tener este trastorno.
Hace tiempo decidió no medicarse y enfrentar la vida solo con sus fuerzas, aunque hoy evalúa si debe retomar el tratamiento.
“Mis padres no aceptan mi diagnóstico. Para ellos esto se soluciona con un ‘concéntrate’, pero no entienden que concentrarme no es algo que pertenezca a mi voluntad, sino que es algo que me es prácticamente imposible.
“Tengo mente dispersa, brinco de actividades, no termino muchas, me pongo metas y no las alcanzo, empiezo nuevas y no las alcanzo, o las termino y ya estoy aburrida. Así como me aburro de las cosas, me aburro de las personas y es algo complicado porque las personas se ofenden. Me aburro de la vida misma y decirlo así es difícil de aceptar.
“Para encontrarle sentido a la vida tengo que estar de actividad en actividad, en algún curso, taller, diplomado, porque si no, la vida se me va tal cual, no entiendo ni encuentro la razón de mi existir.
“Disfruto mucho ser maestra porque con los niños las dinámicas cambian todos los días y es el único momento en que no me siento aburrida. Todos los días son diferentes y eso me inyecta pilas nuevas, saber que mañana será diferente. Y los niños no me juzgan. Ellos no saben que lo tengo y los papás tampoco porque siento que lo verían mal: «¡cómo es posible que esta persona esté a cargo de mis hijos!».
“A los 25 años tomé la decisión de no medicarme y dije: voy a enfrentar la vida como yo pueda. La medicación te hace más lento y eso era difícil para mí. Era aceptar estar como atada. Además me dejaba de funcionar y debía cambiar el medicamento, la dosis y eso cansa.
“Las personas que vivimos trastornos mentales, TDAH en este caso, los padecemos hacia adentro. En el trabajo si tú dices que tienes este o cualquier otro padecimiento mental muy seguramente te quitan de estar frente a grupo, asumen que estás incapacitado y es difícil. Es un tema que no es aceptado a nivel profesional”.
“Tengo como 80 conversaciones al mismo tiempo. Mi mente va al mil por hora”: Majo
A Majo, de Sonora, la diagnosticaron con TDAH cuando tenía 13 años y sus papás tomaron la decisión de no medicarla. Para ella, estudiar para un examen era el terror del universo y hasta la fecha no puede hacerlo.
Aunque sí tomó tratamiento farmacológico ya como adulta -ahora tiene 23 años-, Majo lo dejó y siente que no volverá a los medicamentos porque, dice, hicieron que dejara de ser ella misma.
“Probé con varios psiquiatras y medicamentos, pero con ninguno me sentía bien. Sí mejoraba en algunos aspectos, pero dejé de ser yo completamente. Decidí dejarlo y adopté técnicas más holísticas como el mindfulness y esforzarme el triple para intentar ser funcional, sobre todo en el aspecto laboral.
“Soy demasiado distraída y se me olvida todo. No puedo estar quieta. Una vez se me olvidó que estaba en entrevista de trabajo, me paré y fui al baño.
“Yo soy superextrovertida, siempre de buenas, brincando, quiero estar con personas, haciendo algo y cuando tomaba la medicina… estaba de mal humor, me sentía como the walking dead pero sin el walking. Me calmé muchísimo, pude tener muchísimo más orden en mi vida y pensamientos, sí me concentraba, podía funcionar como una persona normal, pero no me sentía yo y no podía dormir bien. Al final decidí que no valía la pena dejar de ser yo por funcionar como la sociedad te dice que tienes que funcionar.”