Stranger Things: lo mejor y lo peor del final de la cuarta temporada
Luego de un mes de espera, finalmente llegaron a Netflix los últimos dos episodios de la cuarta temporada de Stranger Things. Todo está listo para la batalla decisiva contra Vecna, que promete dejar al grupo de protagonistas, notablemente dañado.
A continuación, un repaso por lo mejor y lo peor que dejó el cierre de temporada. Atención: esta nota contiene spoilers, por lo que se recomienda leerla después de haber visto los episodios ocho y nueve.
Lo mejor: Larga vida a Eddie
Solo una temporada necesitó Eddie (Joseph Quinn), para entrar en el podio de los grandes personajes de Stranger Things (y por qué no, de la televisión siglo XXI). Su escena de presentación, esa en la que se pone cuernitos y se burla de los populares jugadores de baloncesto, bastó para conquistar el corazón del público, a fuerza de un carisma todoterreno.
Este nerd, metalero, antisocial, amante de los juegos del rol y ocasional vendedor de drogas blandas, condensa toda la mística que tienen los héroes de esta ficción , capaces de escapar del cliché a fuerza de matices que los humanizan, hasta convertirlos en amigos entrañables.
A lo largo de la temporada, Eddie tiene un arco perfecto, en el que comienza como una criatura esencialmente antisocial, para culminar sus días convertido en un guerrero de gran nobleza. Como todos los héroes de esta serie, Eddie se encuentra inesperadamente ante una amenaza sobrenatural, que acepta y decide combatir (en Stranger Things, los héroes son justamente quienes comprenden lo imposible, frente a los villanos que deciden negar esa fantasía que los supera, como le sucede a Jason -Mason Dye- o al sheriff Powell -Rob Morgan-).
En el transcurso de su lucha, Eddie encuentra una reivindicación, pero más importante aún, es que logra descubrir sus virtudes. Mientras la escuela intentaba encajarlo en un molde gris, reduciéndolo a ser apenas un diploma, su lucha contra Vecna le demuestra que su vida es mucho más rica, y que puede ser una persona sensible, un poderoso guitarrista, un valiente estratega e incluso una figura paterna. En ese marco de aventura, él reúne un coraje que no sabía que tenía, y no duda en sacrificarse por un bien mayor, en una de las escenas más conmovedoras que deja la serie. La injusticia es que a ojos de Hawkins, Eddie siempre será un asesinos serial, pero eso es algo que Stranger Things ya nos dijo muchas veces: los actos de mayor valentía, no siempre necesitan grandes pancartas, sino grandes héroes.
Un villano perfecto
Como en todas las series, la llegada de nuevas temporadas marca también la aparición de nuevas incorporaciones. Cada personaje que irrumpe en este universo tiene una razón de ser, y todos responden a la lógica de esta ficción. Pueden ser más o menos relevantes en el marco de la trama, pero es innegable que los guionistas Matt y Ross Duffer, construyen con precisión cada personaje que irrumpe en Hawkins, dotándolos de un encanto que enriquece al relato.
Nuevos o no tanto, los protagonistas de este mundo están vivos, y se comprende que tienen una historia previa que va más allá de lo que sucede en pantalla, como es el caso de Dmitri (Tom Wlaschiha) o de Argyle (Eduardo Franco), dos secundarios que tienen un peso definitivo a lo largo de la cuarta temporada. Y Vecna (James Campbell Bower), es otra de esas grandes incorporaciones.
Con un modus operandi que remite poderosamente a Freddy Krueger (símbolo del terror ochentoso que tanto les gusta a los Duffer), Vecna fue originalmente el primer conejillo de indias del doctor Brenner (Matthew Modine). Pero más allá de su historia, este es un villano que condensa dos conceptos clave de la ficción, como son la culpa y la responsabilidad.
“Un gran poder conlleva aparejada una gran responsabilidad” le decía el tío Ben a Peter Parker, y Vecna es la contracara perversa de esa máxima, un villano dueño de un enorme poder, que elige desligarse de toda responsabilidad sobre sus actos. Y frente a eso, Once se encuentra ante el doloroso dilema moral, de aceptar si ella pudo o no haber sido indirectamente responsable, de esos asesinatos cometidos por el monstruo.
Desde el primer episodio, el crecimiento de Once es una de las líneas rectoras de esta serie, y su lucha contra Vecna, pone a la heroína ante una perspectiva de crecimiento definitoria, en la que acepta la naturaleza maldita de sus poderes, y la herencia que le significa la educación del doctor Brennan. Por ese motivo, Vecna es un villano en Stranger Things, no solo porque es un homenaje a ese terrorífico cine de criaturas que traspasaban la pantalla, sino también porque su presencia impulsa el crecimiento de Once en su viaje personal.
A “cococho”
El noveno capítulo, titulado “The Piggyback” (traducido como “El huésped”), en realidad sería algo así como “a cococho” , la acción que lleva a cabo Once para luchar contra Vecna, viajando a través de los recuerdos de Max (Sadie Sink). Y más allá de lo vistosa que es la batalla final, es indudable que ese concepto de ir “a upa” de alguien, es esencial en la identidad de Stranger Things.
A partir de esa frase que aquí se convirtió en leit motiv (“los amigos no mienten”), esta historia se apoyó en la amistad como su principal motor, y en el dolor de un grupo que se fragmenta irremediablemente en el transcurso de sus muchas luchas. Y una vez más, los Duffer fueron capaces de trasladar esa lógica, al clímax de la batalla, demostrando nuevamente la importancia de la amistad para todos estos chicos y chicas. Once va a cococho de Max y sus recuerdos, para defender ese vínculo que tanto la completa, de amigas que comparten helados y confesiones de pijama party. Y ese espíritu es el que contagia a todos los protagonistas de la historia, que hacen amigos, pierden otros, pero encuentran en ese lazo su razón de ser.
Lo peor: Mike, un mero espectador
Mientras algunos personajes, como Once, Steve (Joe Keery), Hopper (David Harbour) o Max enfrentan peligros concretos, el grupo liderado por Mike parece estar algo a la deriva. Su trama gira principalmente alrededor de la búsqueda de Once y no mucho más, todo para justificar su justa aparición al momento de llevarse a la heroína del centro de experimentación.
Por ese motivo, es difícil no sentir que Mike fue de los personajes menos relevantes de la cuarta temporada. De hecho, hasta pareciera nunca terminar de dimensionar lo que sucede a su alrededor, y las mejores escenas en las que participa, lo tienen en un rol menor. El emotivo momento en el que Will (Noah Schnapp) le confiesa sus sentimientos, o la batalla en la que Once está sumergida en esa bañera improvisada, muestran a Mike como poco más que un espectador, un lugar inmerecido para quien siempre fue una pieza clave de la trama.
Un final abierto
Ninguna de las temporadas anteriores de Stranger Things dejó tantos cabos sueltos como esta última. De esa forma, queda por resolver el paradero de Vecna, y las futuras consecuencias de la gigantesca grieta que abrió en Hawkins, puerta de entrada a una invasión a gran escala desde el Mundo del revés.
Hasta ahora, los chicos se habían enfrentado a fragmentos de esa oscura realidad, pequeñas piezas que podían vencer, pero que representaban una minúscula parte de un total mucho más grande. Por ese motivo, plantear un escenario tan ambicioso, quizá resulte demasiado para los adolescentes de Hawkins. Y esa grandilocuencia, esperemos que no, puede terminar por traicionar ese espíritu un poco más modesto que tuvo la serie hasta ahora.
En buena medida, el encanto de Stranger Things era que nunca mostraba por completo el Mundo del revés, y exhibir algunas de sus criaturas alcanzaba para generar ese clima de pesadilla. Pero la tentación de profundizar en ese universo, puede reducir la importancia de los chicos, para poner en primer plano a ese mundo colosal. Claro que para confirmar si eso será o no así, aún faltan al menos dos años.