Sueños de Marte: ingeniosa comedia romántica que se vale de la ciencia ficción y se anima a la melancolía

Lana Condor y Cole Sprouse en Sueños de Marte
Bob Mahoney

Sueños de Marte (Moonshot / 2022). Dirección: Chris Winterbauer. Guion: Max Taxe. Fotografía: Brendan Uegama. Edición: Harry Jierjian. Música: David Boman. Elenco: Lana Condor, Cole Sprouse, Zach Braff, Mason Gooding, Emily Rudd. Disponible en: HBO Max. Nuestra opinión: buena.

Con el cruce de la ciencia ficción y la comedia romántica como motor, Sueños de Marte está aludiendo, antes que nada, a lo complejo que puede resultar para dos jóvenes incomprendidos el adaptarse a un mundo en el que se sienten parias. Walt (Cole Sprouse) trabaja como barista, apenas tiene contacto con su madre y no le resulta particularmente fácil forjar vínculos debido a una fobia social sobre la que no se cargan las tintas pero que sobrevuela constantemente al personaje. Lo único que lo aleja del mundanal ruido y lo hace evadirse de una realidad poco alentadora es la posibilidad de viajar a Marte. Por lo tanto, se esfuerza año a año en la realización de un video con el que aplica -y por el que es rechazado en loop- a un programa concebido por el entrepreneur Leon Kovi (Zach Braff, en una acertada intervención) para finalmente empezar a bajar los brazos en 2049, año en el que transcurre la acción del film.

Como en toda comedia romántica, la película de Chris Winterbauer no elude la convención del meet-cute -el simpático encuentro casual de la pareja protagónica- y así es cómo, en una fiesta y sin proponérselo, Walt entabla una atropellada conversación con Sophie (Lana Condor), una joven con un futuro promisorio en el campo de la ciencia cuyo novio se encuentra, precisamente, en Marte. Astuto y tenaz, Walt se propone entablar una amistad con ella, en principio para encontrar la forma de viajar ilegalmente. El plan funciona con reservas y a la medida del género del film: el joven evade los controles de seguridad y logra ingresar a la nave sin autorización, pero con Sophie como cómplice indirecta.

Dividida en tres viñetas, Sueños de Marte dedica su segundo y mejor trabajado segmento a los 35 días que los protagonistas permanecen en el espacio, conociéndose por imposición, hasta que eventualmente se suscita entre ellos una relación genuina, en la que se confiesan sus vulnerabilidades en un contexto en el que están suspendidos y apartados de esas realidades que tanto les cuesta confrontar. En este tramo del film -con una puesta en escena muy bien lograda, con clara impronta indie- es donde el guionista Max Taxe pone el foco en Sophie, quien quedó huérfana en su preadolescencia, y luego fue adoptada por una familia amable pero un tanto desconectada de lo que la joven quiere para su futuro. Condor, quien alcanzó notoriedad con la saga de A todos los chicos de los que me enamoré, muestra en Sueños de Marte otra faceta, y brinda una actuación mucho más madura que aquella en la que predominaba un relato rosa.

Aunque este largometraje también tiene escenas de romanticismo, su director intenta que esos instantes sean intermitentes y sutiles, como si el verdadero corazón de su obra residiera en otro lado y a otro ritmo. De esta forma, la película se va volviendo entrañable mientras sus protagonistas se unen aceptando su condición de outsiders.

Sueños de Marte está disponible en HBO Max
HBO Max


Sueños de Marte está disponible en HBO Max (HBO Max/)

El contrapunto entre la joven aplicada que aspira a llegar a Marte para estar con su pareja y su familia -y quizá trabajar allí- y ese inesperado sidekick que anhela arribar para tener algo interesante para contarle al mundo está muy bien trabajado, y mucho le debe a la química entre Condor y Sprouse, ya todo un experto en films coming of age, como ya lo demostró en la serie Riverdale y en el film A dos metros de ti.

Al igual que lo que podía vislumbrarse en El mapa de los instantes perfectos de Ian Samuels (disponible en Amazon Prime Video), Sueños de Marte se le anima a la ciencia ficción con un planteo juvenil que lentamente va tornándose más melancólico. En este caso, el pasado de ambos personajes es revisitado con escenas tristes que ratifican el objetivo primigenio de Winterbauer: utilizar ese viaje a Marte como símbolo de otra cosa, desde la necesidad de despertar del letargo hasta encontrar la verdadera identidad cuando uno es observado por un tercero. Ese tono menos lúdico y más taciturno es lo que le da personalidad a una película que podría haber caído fácilmente en fórmulas trilladas.