Tania Pasarín-Lavín, maestra de Educación Infantil y Primaria: ‘El estigma social y la falta de comprensión de la diversidad puede agravar el estrés’
Altas capacidades, TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad), dislexia, autismo… Tendemos a hablar de cualquiera de ellos como trastorno y, si bien es verdad que los niños que lo tienen presentan una serie de necesidades educativas especiales, tienen también cualidades únicas que debemos valorar. Por eso Tania Pasarín-Lavín ha publicado Mi hijo es extraordinario (Ediciones Martínez Roca), para destacar las fortalezas y para ayudar a las familias el enorme potencial de sus hijos. Hemos hablado con ella y nos explica, además, cuáles son las ayudas que ellos y sus familias necesitan y los desafíos a los que se enfrentan.
Las familias también deben trabajar en coordinación con la escuela y los especialistas para alinear los objetivos educativos y terapéuticos, asegurando un enfoque coherente
¿Qué significa ‘necesidades educativas especiales’ y qué implica que un niño tenga una de ellas?
Las necesidades educativas especiales (NEE) se refieren a esas necesidades que tienen unos requerimientos adicionales de apoyo para alcanzar su máximo potencial educativo. En el libro se habla de NEE para facilitar la lectura y mantener el carácter divulgativo, pero se refiere al término Necesidades Específicas de Apoyo Educativo (NEAE) que establece nuestra ley educativa. Estas necesidades pueden derivarse de una discapacidad, un trastorno del desarrollo, dificultades específicas de aprendizaje, como la dislexia o el TDAH, retraso madurativo, altas capacidades, entre otras. Implica que el niño pueda necesitar adaptaciones en el currículo educativo ordinario, recursos adicionales o intervenciones específicas para superar barreras que podrían dificultar su aprendizaje y su desarrollo
¿Por qué se habla más de ellas en los últimos años?
En los últimos años ha habido una mayor sensibilización hacia la diversidad y el derecho de todos los niños a una educación inclusiva. Además, los avances en investigación, diagnóstico, el acceso a la información y los movimientos sociales en favor de la inclusión han dado más visibilidad a estas necesidades. También se ha entendido que abordar estas situaciones beneficia no solo a los niños que las presentan, sino también a sus iguales, al fomentar valores como el respeto a lo diferente, la tolerancia, la empatía y colaboración en las aulas.
Una vez que reciben el diagnóstico, ¿qué apoyos necesitan estos niños tanto por parte del centro escolar como por parte de la familia?
Obviamente, el apoyo debe ser integral. En el centro escolar, es crucial contar con adaptaciones curriculares y/o metodológicas, personal formado, sensibilizado y con vocación y herramientas específicas que faciliten su aprendizaje. En casa, es fundamental ofrecer un entorno emocionalmente seguro donde el niño se sienta comprendido y apoyado. Esto incluye mostrar paciencia, celebrar sus logros por pequeños que parezcan, fomentar su autonomía y ser su principal fuente de motivación. Las familias también deben trabajar en coordinación con la escuela y los especialistas para alinear los objetivos educativos y terapéuticos, asegurando un enfoque coherente.
Siguiendo con la familia, comentas en el libro que el 'shock' inicial cuando les dan el diagnóstico puede ser abrumador; ¿cuáles son los desafíos más habituales a los que se enfrentan estas familias?
El primer desafío suele ser emocional: aceptar el diagnóstico y las posibles implicaciones. En muchos casos, el shock inicial está marcado por una mezcla de emociones: sorpresa, tristeza, miedo, incredulidad e incluso culpa. Los padres pueden sentir que de alguna manera no han logrado proteger a su hijo o que no sabían cómo identificar los signos a tiempo. Este proceso emocional puede ser especialmente difícil si el niño está en una etapa temprana y aún no se comprenden completamente todas las implicaciones del diagnóstico.
Otro de los grandes desafíos es la búsqueda de información. A menudo, las familias se sienten abrumados por la cantidad de información y los términos técnicos que deben entender para poder tomar decisiones informadas. En paralelo, pueden enfrentar retos logísticos, como encontrar los recursos adecuados, gestionar citas con especialistas, la escuela, el trabajo y coordinar los apoyos necesarios.
Por último, en el libro también se explica cómo la familia puede experimentar tensiones internas, especialmente si los padres reaccionan de manera diferente ante el diagnóstico. El estigma social y la falta de comprensión de la diversidad también pueden agravar el estrés. Es esencial que los padres cuenten con redes de apoyo y acompañamiento emocional para afrontar estos desafíos y crear un entorno positivo para el niño.
En el libro hablas de algunos de los trastornos o problemas de aprendizaje más frecuente y en todos ellos dedicas un apartado a enumerar y a destacar las fortalezas de quien lo tiene. Lo habitual es, sin embargo, hablar de los puntos débiles de estos niños. ¿Es necesario cambiar el enfoque?
Absolutamente. Cambiar el enfoque es fundamental en la sociedad en la que vivimos, porque cada niño y cada persona, independientemente de sus desafíos y dificultades, tiene fortalezas únicas que pueden ser potenciadas. Centrarnos solo en las dificultades refuerza un modelo desfasado, basado en el déficit que limita a los niños y afecta su autoestima. Al destacar sus capacidades y talentos, no solo fomentamos su confianza, sino que también ayudamos a los demás a verlos como personas completas y valiosas, no definidas únicamente por un diagnóstico.
Siempre pongo el ejemplo de ese niño o niña que le cuestan las matemáticas, pero que tiene una habilidad espectacular en cualquier otro ámbito (pintura, música, fluidez verbal) y sus padres se empeñan en apuntarlo a clases particulares de ese ámbito más deficitario durante años, en vez de apuntarlo a perfeccionar su talento. Ese niño, debido a esas dificultades, probablemente nunca sea matemático. En cambio, podría ser un gran pintor, orador o músico si hubiésemos potenciado esas fortalezas.
¿Está el sistema educativo preparado verdaderamente para atender como merecen a niños con necesidades especiales?
Aunque se han logrado avances significativos en la educación inclusiva, todavía queda mucho por hacer. Nuestro sistema educativo, sobre todo en el ámbito público, carece de los recursos, la formación adecuada para los docentes y la infraestructura necesaria para atender estas necesidades de manera efectiva. Las elevadas ratios, la excesiva burocracia docente y la escasez de especialistas en educación especial en los centros, como son los especialistas en pedagogía terapéutica (PT) o de audición y lenguaje (AL), hacen que sea tremendamente difícil atender a la diversidad al 100%. Sin embargo, con voluntad política, inversión y una mayor sensibilización social, sería posible construir un sistema que verdaderamente apoye la diversidad.
¿Los niños con necesidades especiales son más propensos a padecer fracaso escolar?
Por supuesto. Este tipo de alumnado es más propenso, principalmente porque el sistema educativo convencional no siempre se adapta a sus formas de aprendizaje. Sin una detección temprana y los apoyos necesarios, estos niños pueden sentirse frustrados, desmotivados o marginados, lo que afecta a su rendimiento académico. Incluso el alumnado con altas capacidades presenta una mayor predisposición a sufrir fracaso escolar, aunque se crea lo contrario. Sin embargo, cuando se les ofrece el apoyo adecuado, pueden alcanzar resultados sorprendentes y superar cualquier expectativa inicial.
Cambiar el enfoque es fundamental en la sociedad en la que vivimos, porque cada niño y cada persona, independientemente de sus desafíos y dificultades, tiene fortalezas únicas que pueden ser potenciadas
¿Son más vulnerables a convertirse en víctimas de acoso escolar?
Lamentablemente, sí. Suelen ser más vulnerables porque, en muchos casos, las diferencias que presentan pueden ser blanco de burlas o rechazo por ser entendido como algo extraño o difícil de comprender. El ser humano, en general, tiende a sentir miedo e inseguridad frente a lo diferente, lo que, en ocasiones, se traduce en actitudes de burla, exclusión o incluso agresión hacia aquellos que presentan características o comportamientos que no encajan con las expectativas sociales.
Sin embargo, es importante resaltar que no solo los niños con necesidades especiales pueden ser víctimas de acoso. El bullying puede afectar a cualquier niño que, por diversas razones, se considere diferente: aquellos con una personalidad introvertida, un estilo de vida distinto, o que tienen intereses que no coinciden con los de sus compañeros. El acoso escolar no siempre responde a una diferencia relacionada con necesidades especiales, sino también a cualquier tipo de característica que sea percibida como "ajena" a lo común.
Esto refleja una falta de educación en valores como la empatía y la diversidad en las escuelas. Combatir el acoso requiere no solo protocolos claros, sino también un trabajo constante en casa y en la escuela, sensibilizando y preparando a estudiantes y docentes sobre la importancia de la inclusión y el respeto.
¿De qué manera una intervención temprana y adecuada influye en su vida presente y futura?
La intervención temprana puede marcar la diferencia entre un niño que se siente capaz y uno que vive con constantes barreras. Detectar las dificultades a tiempo y proporcionar el apoyo adecuado, tanto en el aula como en el hogar, permite que el niño desarrolle habilidades para superar sus retos y construir confianza en sí mismo. A largo plazo, reduce el riesgo de fracaso escolar, promueve su autonomía e independencia y les ayuda a desarrollar habilidades que necesitarán en su vida adulta. Para ello, es fundamental que tanto docente como familias estemos atentos, abiertos y dispuestos a ofrecer el acompañamiento necesario, creando un entorno colaborativo que favorezca el bienestar y el aprendizaje del niño. Cuando se les brinda el apoyo necesario a tiempo, tienen más posibilidades de integrarse plenamente y alcanzar su máximo potencial, tanto en el presente como en el futuro. Digamos que es una inversión que beneficia no solo al niño, sino también a la sociedad en su conjunto.