Taylor Swift: del premio que le dolió perder a la revancha que buscó, las amigas que la abandonaron y los amores que la inspiraron
Una imagen la describe de cuerpo entero. Año 2013, entrega de los premios Grammy. Taylor Swift aspiraba a obtener su segunda estatuilla al mejor disco tras el furor ocasionado por su segundo álbum de estudio, Fearless. En esa nueva oportunidad, la artista oriunda de Pensilvania competía por el premio con Red, el trabajo con el que había empezado a dar, tímidamente, un salto al pop con temas como “State of Grace”, “22″ y “We Are Never Ever Getting Back Together”. Taylor quería ese segundo Grammy al mejor disco de 2012 y, por un momento, creyó tenerlo. “Cuando anunciaron al ganador, estiraron demasiado la ‘R’”, dijo en una entrevista posterior al recordar cómo Daft Punk se había impuesto con Random Access Memories. Acto seguido, Swift se fue a su casa y se puso a llorar.
“En ese momento, tuve dos opciones. Podía decir que estuvieron equivocados al no darme el premio o aceptar que quizá tenían razón, que no había hecho el mejor disco de mi carrera , así que me fui a la cama, después me levanté a las cuatro de la mañana, y supe que el próximo tenía que llamarse 1989″, contó la intérprete en relación al inicio de la composición de su álbum pop por excelencia que este año se reeditó con su “Taylor’s Version” y sus canciones de la bóveda.
La “chica buena” que un día rompió los moldes
Si esa secuencia pinta una imagen bastante precisa de Swift es porque está hablando de la autoexigencia, de un perfeccionismo que la terminó llevando a lo más alto, y de una candidez poco habitual en una industria en la que reconocer que se trabaja también en función de un galardón puede interpretarse como un grito desesperación. Para Taylor, por el contrario, es un combustible y, por muchos años, la única manera en la supo manejarse.
En el revelador documental de Netflix, Miss Americana, dirigido por Lana Wilson, Taylor explica cómo el origen de esa búsqueda de aceptación está intrínsecamente vinculada al universo country en el que creció, uno en el que las mujeres debían presentar una imagen impoluta , complaciente, prolija, agradable. Hablar de política estaba mal visto (las Dixie Chicks se arriesgaron y perdieron mucho en el camino), al igual que mostrarse contestaria ante comentarios sexistas que la propia Swift recibía como si fuese moneda corriente.
Luego de su celebrada irrupción en la industria en 2006 con su primer disco, el homónimo Taylor Swift, la artista representó el papel de “la chica buena” a la perfección . Hasta que eso tuvo un costo. Si bien las composiciones de sus primeros álbumes ya demostraban una madurez (Speak Now, su tercer disco, fue compuesto enteramente por la cantante, sin coautores), Taylor y el country se retroalimentaban a fuerza de composiciones con los cuentos de hadas como foco narrativo (“Love Story”, “Enchanted”) y con su factótum cumpliendo con su parte del trato (tácito) de hacer las cosas bien.
Cuando Swift perdió ese Grammy, empezó a trazar un camino diferente que implicó mucho más que “cambiarse de vereda”. De hecho, el bar Legends Corner, en Nashville, removió su rostro del famoso mural donde aparecen grandes figuras de la música country . Con 1989, Taylor estaba tomando tan solo el primero de numerosos riesgos en una industria afín a encasillar a sus artistas.
Esa noche en la que alzó su segundo Grammy a disco del año, Swift aludió subrepticiamente al episodio en el que Kanye West la humilló públicamente, y esa exposición también tuvo un costo: una artista exitosa, en la cima de los charts, con un grupo de amigas que parecía inoxidable, se atrevía a hablar más de lo que le correspondía según los parámetros del patriarcado. Y así fue cómo quisieron hundirla. West y su entonces esposa, Kim Kardashian, buscaron difamarla, ese grupo de amigas perdió a varias integrantes y muchas personas se distanciaron cuando ya no era “cool” ser vista con Taylor.
“Después de eso, nadie me vio por un año”, cuenta Swift en Miss Americana sobre ese punto de quiebre de su carrera en el que se liberó de las imposiciones, dejó de cuidar su imagen, dio su postura política, y empezó a manejar sus tiempos. La entrada a su vida del actor británico Joe Alwyn (de quien se separó en abril, luego de seis años juntos) también fue un factor clave para ese barajar y dar de nuevo , ya que el perfil bajo del intérprete contribuyó a la paz mental que Swift estaba buscando. Alwyn inspiró, así, algunas de las mejores canciones de amor de Swift, desde “Delicate” y “Call It What You Want” de Reputation (2017), a “Daylight” y “Cornelia Street” de Lover (2019), rompiendo así el mito de que Swift solo podía componer sobre sus exparejas desde el enojo.
Sus relaciones de alto perfil con John Mayer (a quien hizo referencia en “Dear John” y en la más reciente y descarnada “Would’ve, Could’ve, Should’ve”), Jake Gyllenhaal (el destinatario de la extraordinaria “All Too Well”), Harry Styles (su musa para 1989), y Tom Hiddleston (“Getaway Car”) generaron una catarata de himnos swifties , pero cuando salió Lover y Swift no pudo promocionarlo como quería por motivo de la pandemia, volvió a quebrar las expectativas casi sin querer.
El indie como refugio y la ratificación del fenómeno
Además de esa búsqueda de aprobación sobre la que se pronunció en varias ocasiones, Swift también es una workaholic . “A veces le mando una idea para una canción y a los diez minutos ya me llega la respuesta con la letra completa”, contó uno de los fundadores de The National, el músico y productor Aaron Dessner, a quien Taylor contactó en pandemia para colaborar en algunos temas del que sería uno de sus mejores trabajos discográficos: Folklore. Editado el 24 de julio de 2020, el disco, también producido por su partenaire desde 1989, Jack Antonoff, no solo mostraba a Swift explorando otros géneros sino también otras narrativas. Sus letras ya no eran autorreferenciales sino que adquirían un formato de storytelling, con relatos sobre figuras imaginarias , como los personajes de esa extraordinaria tríada compuesta por “Cardigan”, “August” y “Betty”.
Meses más tarde, la artista sorprendió con Evermore , el disco que servía como complemento de Folklore, una obra exquisita, posiblemente la mejor de toda su carrera . Cuando llegó el tercer Grammy a mejor disco del año, Swift estaba ratificando su naturaleza camaleónica y poniéndose en el bolsillo a detractores que habían denostado su faceta pop. Sus discos “pandémicos” generaron nuevos fanáticos que supieron ver en Taylor más allá de la imagen de perfección que ella misma había colaborado a construir, fanáticos que se sumaron a quienes la escuchaban desde Fearless.
En cierta forma, Swift ya estaba vaticinando -o al menos deseando- que los hijos de su primera camada de seguidores pudieran conocerla cuando escribió “Long Live” para Speak Now, ese tema monumental dedicado a quienes escucharon su música desde el inicio y la respaldaron a lo largo de los años. “Es gracias a mis fanáticos que yo tengo la posibilidad de moverme en distintos géneros, es gracias a la forma en la que me acompañan”, manifestó Taylor en una entrega de premios (de tantas) en la que arrasó con estatuillas. Su respeto por el público también la define, un respeto que se amalgama con esa ética laboral que la lleva a cumplir a rajatabla con sus tours, a editar más de tres discos por año, a hacer de sus regrabaciones todo un acontecimiento .
Por lo tanto, cuando en 2022 editó Midnights, lo hizo a modo de ritual: con la madrugada como horario de lanzamiento, y un “anuncio caótico” que llegó horas más tarde, nada menos que la segunda parte de ese disco que hizo historia. El álbum se convirtió en el más escuchado en un solo día en la historia de Spotify, ocupó los 10 primeros puestos del ranking de Billboard, y es el segundo álbum más exitoso de su carrera según cifras oficiales. ¿El primero? La regrabación de 1989 que Swift lanzó el 27 de octubre, al que le bastó solo una semana para convertirse en el álbum más vendido de 2023 y el que más vinilos vendió en el siglo XXI. A esta altura, solo Taylor supera a Taylor .
“Está a la par de la banda más celebrada de la historia, solo puedo compararla con el fenómeno que fue la Beatlemanía”, le manifestó el músico Billy Joel al New York Times luego de ver a Swift en uno de sus shows del Eras Tour con el que este jueves llega a la Argentina. En términos de fiebre, frenesí, furor, nadie le hace sombra a la artista, quien incluso monopoliza la atención mediática cuando acude a los partidos de la NFL para ver jugar a su flamante pareja, el jugador de los Kansas City Chiefs, Travis Kelce.
“Cuando veo a Taylor veo su generosidad con los fans, es una persona que convierte cada situación en un evento. Puede sacar un disco, hacer arte y, a la vez, hacer de eso un instante de celebración. Eso raramente pasa con otros artistas. Pasaba con los Beatles. Taylor tiene la capacidad de brindarle alegría a mucha gente”, expresó Matt Berninger, cantante de The National, con quien Swift realizó dos duetos, “Coney Island” de su disco Evermore, y “The Alcott” del álbum de la banda formada en Brooklyn, First Two Pages of Frankenstein.
Berninger habla de evento para aludir a cada paso que da Swift en su carrera y su apreciación da en la tecla. The Eras Tour es el evento por antonomasia (al igual que el estreno de la película), una suerte de abrazo colectivo de Swift y sus fans a la evolución a lo largo del tiempo, a discos que representan etapas muy disímiles, desde la ingenuidad de Fearless a la oscuridad de Midnights, con un recorrido agitado en el medio. “Me doy cuenta de que me posiciono en un mejor lugar cuando recibo algún golpe”, explicó Taylor en referencia a cómo empezó a regrabar sus discos luego de que los originales fueran vendidos a sus espaldas . Ahora, solo restan dos anuncios: el de Reputation (Taylor’s Version) y el de Taylor Swift (Taylor’s Version). Cuando sea que los anuncie, en el lugar que sea, estará gestando, como describió Berninger, todo un evento.
“En la industria de la música solo sobreviven quienes no dejan que el escrutinio los quiebre y continúan haciendo arte” , manifestó la artista cuanto recibió el premio Billboard a la mujer de la década, galardón obtenido por su influencia en las nuevas generaciones de artistas que ahora buscan preservar, nada más y nada menos, que el trabajo de su vida. Como dijo Phoebe Bridgers: “Bienvenidos al mundo en el que vivimos… El mundo (Taylor’s Version)”.