Thalía, la reina de las telenovelas que dejó su trono para casarse con Tommy Mottola
Antes de casarse el 2 de diciembre del año 2000 en una espectacular boda de cuento de hadas con Tommy Mottola, el millonario empresario musical, amigo personal de figurones como Gloria Estefan, Michael Jackson y Tina Turner, así como exesposo de Mariah Carey, Thalía era una superestrella en México, donde se la consideraba la reina de las telenovelas –su “trilogía de las Marías”: “María Mercedes” (1992), “Marimar” (1994) y “María la del barrio” (1996) fueron éxitos arrolladores que no solo la hicieron famosa en México, sino en destinos tan distantes como Filipinas y Corea del sur – y tenía una carrera musical que la ponía con regularidad entre las 40 principales. Pero dicen que el amor lo cambia todo, y ese ha sido el caso con la intérprete de Arrasando y Saliva, que al parecer dejó todo atrás para ser una esposa (y eventualmente madre)… ¿pero realmente fue un sacrificio?
Aún desde el comienzo formal de su carrera, a mediados de los años 80, Ariadna Thalía Sodi Miranda (1971) había dicho que todo lo que en ese momento hacía –telenovelas, música, campañas de publicidad etcétera– no se comparaba con su anhelo de formar una familia con la pareja indicada. Y de hecho, Thalía tuvo pocas parejas sentimentales que se conocieran; el productor musical Alfredo Díaz Ordaz (con quien tuvo una relación tormentosa de muy mal final en un Festival Acapulco, pero que fue clave para su lanzamiento como figura y a quien ella consideró su primer amor de verdad), una fugaz relación con el productor de TV Juan Williams, un noviazgo oculto con Fernando Colunga y finalmente, su relación con Mottola, que surgió en 1998, estando él recién divorciado de la Carey, cuando los presentó Emilio Estefan, volviéndose desde entonces inseparables.
Hubo muchos comentarios en torno a esta relación cuando empezó a tomar visos de tornarse en algo serio; mucho se habló acerca de la pronunciada diferencia de edades entre la pareja –22 años, mientras que con Díaz Ordaz la diferencia era de 24– haciendo que se hablara de la posibilidad de que la actriz inconscientemente buscara una figura sustituta, en parte, de su padre, el reconocido hombre de ciencias Ernesto Sodi Pallares, cuya muerte había marcado a la menor de sus cuatro hijas, que solo tenía 8 años de edad cuando falleció; aunque Thalía nunca reconoció esto, numerosos profesionales señalaron en medios que este es un clásico factor en la elección de parejas.
Sea como fuere, desde que se hizo pública la relación, haciéndose hincapié en el hecho de que ella no tuvo nada qué ver en la disolución del matrimonio entre Mottola y Carey (que ya para entonces estaba consolándose con Luis Miguel, con quien duró bastante –y quien, irónicamente, había rechazado los intentos de Thalía de cortejarlo algunos años atrás– en una relación a largo plazo), Thalía comenzó a cambiar sus intereses, enfocándose más en tiempo personal para ella, que compartía con Mottola, mientras espaciaba sus apariciones personales para promover sus discos y solo realizó una última telenovela: ‘Rosalinda’, al lado de Fernando Carrillo, con quien no tuvo química en pantalla y que fue un insólito fracaso (la transmisión fue recortada y se canceló antes de lo previsto), algo que a ella no le afectó en lo más mínimo: el anuncio de su compromiso matrimonial sirvió para preterizar cualquier mala noticia que pudiera generar el desastre que fue esa telenovela (que ni a ella le gustó), y desde ese momento se dedicó exclusivamente a planificar su boda de ensueño en la catedral de San Patricio, en plena Quinta Avenida de Manhattan.
Ha sido durante este matrimonio, que Thalía ha pasado por lo que se podría considerar sus dos momentos más felices y sus dos situaciones más duras: los primeros son los respectivos nacimientos (después de algunos abortos espontáneos que le causaron depresión) de sus hijos, Sabrina Sakaë y Matthew Alejandro, que la llenaron de alegría y le abrieron los ojos a la maternidad, algo que abrazó con mucho entusiasmo, convirtiéndose en una madre muy activa en la educación y crianza de sus pequeños.
Los momentos amargos, también son de todos conocidos: la muerte de su madre y principal apoyo, Yolanda Miranda Mange en mayo de 2011, unos días antes del nacimiento de Matthew, y el secuestro en 2002, de Ernestina Sodi y Laura Zapata, que tanta controversia causó, y que generó un conflicto irresuelto todavía entre la intérprete de “Ten paciencia” y su media hermana mayor, algo que Thalía llamó en sus memorias “una única nube negra en lo que es un cielo soleado”.
Contrario a lo que suele ocurrir en el mundo de la farándula, lleno de amores fugaces, la historia de amor entre los Mottola se ha mantenido fuerte por dos décadas; de hecho, ella compartió en su cuenta de Instagram un pequeño clip con imágenes de su boda y escribió un mensaje con dedicatoria a Tommy en el que dejó claro su amor por el padre de sus hijos: “Feliz aniversario amor mío. Estos 22 años juntos han sido lo más hermoso que nos ha pasado en esta vida. ¡20 años atrás, salíamos de la catedral de San Patricio llenos de ilusiones y planes y mira hasta dónde hemos llegado, mi amor!”.
Así pues, poniéndolo todo en una balanza, la historia le ha exigido mucho a Thalía y si bien hoy no tiene la popularidad que tenía en sus años como reina de las telenovelas, cuando era soltera, ha demostrado que nada le debe la vida, ya que ahora, con la familia que ha creado, es real y auténticamente feliz.
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