Tom Hanks me desconcierta con su juego a medias tintas con 'El código Da Vinci'

El código Da Vinci fue uno de los mayores fenómenos vividos a mediados de los 2000. No solo en la literatura, donde los más de 80 millones de libros vendidos de la novela de Dan Brown y la repercusión y polémica que alcanzó su historia la pusieron en el foco mediático, sino también en su adaptación al cine. La película, protagonizada por Tom Hanks y Audrey Tautou, se convirtió en uno de los títulos más taquilleros de 2006 con más de 760 millones de dólares recaudados en todo el mundo, sirviendo de pistoletazo de salida a una saga cinematográfica de la que más adelante formarían parte las adaptaciones de Ángeles y Demonios e Inferno.

El éxito fue indudable, y por esta razón, descoloca encontrarse ahora con declaraciones del propio Tom Hanks cargando contra estas películas, su manera de generar entretenimiento, la manera de estructurar sus historias y misterios y las fuertes ambiciones comerciales que hubo detrás.

Tom Hanks como Robert Langdom en las adaptaciones de las novelas de Dan Brown
Tom Hanks como Robert Langdom en las adaptaciones de las novelas de Dan Brown

"Dios, eso fue una empresa comercial. Sí, esas secuelas de Robert Langdon son una tontería. 'El Código Da Vinci' fue una tontería...”, afirmaba Hanks en una entrevista concedida al New York Times. “Quiero decir, Dan Brown, Dios lo bendiga, dice: ¡Aquí hay una escultura en un lugar de París! No, está muy lejos. ¿Ves cómo se forma una cruz en un mapa? Bueno, es una especie de cruz. Esas son búsquedas del tesoro deliciosas y tan precisas para la historia como las películas de James Bond lo son para el espionaje... Todo lo que estábamos haciendo era prometer una distracción", relataba sobre el poco sentido que ve a los argumentos, puzles y misterios de la saga.

Esto le sirve a Hanks para justificar que estas películas se hundieran llegado el estreno de Inferno, que solo fue capaz de recaudar 220 millones en su estreno en 2016. “No hay nada de malo en el buen negocio, siempre que sea un buen comercio. Para cuando hicimos el tercero, demostramos que no era tan buen negocio”, continuaba. No obstante, creo que Hanks está muy desencaminado con sus declaraciones, tanto al analizar las aspiraciones en las que se movían estos títulos de aventuras y misterio como al abordar su desempeño comercial.

Primero, porque si El código Da Vinci realmente le pareció una idea sin mucho sentido el debió de ser el primero en plantarse y en rechazar continuar en la franquicia como Robert Langdom. Al final, su continuidad viene determinada por el dinero que hubo de por medio y en la confianza en el éxito. Y es que no solamente hizo una secuela, sino que llegó a protagonizar hasta tres películas, lo que nos dice que las historias de Dan Brown no le parecían tan terribles como parece pintar en estas últimas declaraciones.

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Además, era obvio que el resto de películas iban a tener un desempeño mucho menor en taquilla. Ni Ángeles y Demonio ni Inferno fueron libros que llegaron a generar el mismo revuelo que El código Da Vinci, por no hablar de que a lo largo de los años el fenómeno que supuso esta novela a mediados de los 2000 fue poco a poco relegado al olvido. Esto ya se vio con la taquilla de Ángeles y Demonios en 2009, que recaudó 485,9 millones frente a los 760 de su predecesora, mientras que la última, estrenada siete años después, directamente se hundió.

Pero no es que fuera un mal negocio o que estas historias de misterio llenas de saltos de fe no fueran del agrado del público. Simplemente, no se supo alargar el fenómeno y con tanta separación entre las fechas de estreno fue inevitable que la saga acabara deshinchada. Porque, más allá de la polémica y repercusión que generara El código Da Vinci en su día, no se puede negar que era una aventura entretenidísima que a muchos nos hizo engancharnos a este tipo de historias de misterio, acción, simbología y teorías de la conspiración.

Antaño, tras leer este título, yo mismo me lancé como loco a leer el resto de novelas de Dan Brown, que por muchos sinsentidos que tengan en sus páginas eran lecturas extremadamente adictivas y entretenidas. Pero en la actualidad, tantos años después de que estas historias estuvieran en boca de todos, acabé desenganchado y tengo incluso la última novela de Brown, publicada en 2017, pendiente de leer. Y no es porque me falten ganas o porque la saga dejara de gustarme, sino porque no siento la presión social de tener que leerla cuanto antes para sumarme a un fenómeno u ola de opinión.

Tom Hanks en la premiere de Toy Story 4 en 2019 (Foto: Axelle/Bauer-Griffin/FilmMagic/Getty Images)
Tom Hanks en la premiere de Toy Story 4 en 2019 (Foto: Axelle/Bauer-Griffin/FilmMagic/Getty Images)

Además, creo que en Hollywood, con el estreno de Inferno, ya eran conscientes de que esto podía pasar. De ahí que redujeran el presupuesto de entre 150 y 200 millones que tuvieron Ángeles y Demonios y El código Da Vinci a solo 75, lo que incluso les llevaría a obtener beneficios en taquilla. Y es que al final, pese a las incongruencias, saltos de fe y sinsentidos que había en estas películas, ni era un mal negocio ni se trataban de malas historias como parece pensar ahora Hanks.

Aunque tal vez, ya que el actor siempre se ha caracterizado por su trato amable, haya medido mal sus palabras y no haya querido cargar así contra uno de sus trabajos. De hecho, terminaba sus declaraciones recordando con cariño anécdotas del rodaje de El código Da Vinci, como cuando se cambió de ropa frente a la Mona Lisa. “Déjame contarte algo más sobre 'El Código Da Vinci'. Era mi cumpleaños número cuarenta y tantos. Estábamos rodando en el Louvre por la noche. ¡Me cambié los pantalones frente a la Mona Lisa! ¡Me trajeron un pastel de cumpleaños en el Gran Salón! ¿Quién puede tener esa experiencia? ¿Algo de cinismo ahí? ¡Diablos, no!", afirmaba.

En verdad, no se trataba de la Mona Lisa, puesto que para el rodaje utilizaron una réplica del cuadro de Leonardo Da Vinci, pero en las palabras de Hanks se aprecia admiración y disfrute a su experiencia interpretando a Robert Langdom. Y este juego de medias tintas entre la crítica dura y el cariño sin duda desconcierta. Así que tal vez sea que simplemente el actor esté ahora cegado por el paso del tiempo, puesto que ha llovido mucho desde entonces.

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