El trágico final de Arturo Maly, el “malo” más amado: una obra “a todo o nada” y un último pedido de ayuda
Siempre lo elegían por su inmensa capacidad actoral para interpretar personajes infames, desleales, indignos, traidores, sinvergüenzas, patanes, malvados, pero en su vida privada y con sus compañeros de trabajo era divertido y tierno. Por eso la repentina muerte de Arturo Francisco Maly a los 62 años causó conmoción, en especial en el ambiente artístico, donde era mucho más que querido.
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Aquel 25 de mayo de 2001 estaba de gira con la obra Sinvergüenzas, adaptación local de la película Full Monty -titulada en la Argentina como Todo o nada-, que trataba la acuciante realidad de un grupo de desocupados que habían resuelto entre todos ganarse el sustento realizando un show de striptease masculino, justo en un año difícil para el país y sus habitantes, que terminaría trágicamente el 20 de diciembre con la renuncia del presidente Fernando de la Rúa y con una represión que dejaría treinta y nueve muertos en toda la Argentina.
Arturo venía de gira desde el mes de abril. Había llegado a Morteros, provincia de Córdoba, el día anterior a la mañana. Por la noche se iba a presentar en la Sociedad Italiana junto al elenco de Sinvergüenzas. Estaba descansando solo en su habitación del Hostal del Sol luego de haber desayunado. Repentinamente salió de su cuarto. Apenas alcanzó a abrir la puerta para avisar que se sentía mal, descompuesto, y de pronto se desmoronó en el pasillo víctima de un paro cardíaco.
Al instante, sus compañeros, Esteban Prol, Diego Díaz, Toti Ciliberto, Eduardo Cutuli, Juan Palomino, Gonzalo Urtizberea y Bernardo Forteza llamaron a una ambulancia en medio de tamaña desesperación. Los médicos lo asistieron a los pocos minutos pero más allá de los esfuerzos y que lo hayan trasladado en forma urgente al sanatorio San Roque, no hubo nada más que hacer: Arturo murió a las 13.30 horas.
El médico que lo socorrió en la clínica, Sergio Gandolfo, manifestó que pese a haber realizado todos y cada uno de los ejercicios de reanimación no se pudo evitar la muerte. Además agregó que Maly padecía dificultades cardíacas que había sufrido también en Santa Fe donde se desmayó, pero como lograron reanimarlo en el lugar que lo atendieron, terminó retirándose por sus propios medios luego de que lo examinaran.
En la obra Sinvergüenzas interpretaba a Lole, el sereno de un desarmadero de autos que se queda sin “laburo” y decide ganarse la vida junto a sus amigos como stripper. El jueves anterior a su muerte había estrenado en Buenos Aires el filme La fuga, de Eduardo Mignogna, en el que hacía de un sórdido y turbio escribano, para colmo ludópata.
Egresado en 1963 del Conservatorio Nacional de Arte Dramático, en TV debutó en 1966 en El teatro de Alfredo Alcón y continuó con Esta noche... miedo, Las cosas de los Campanelli, Alta Comedia, El teatro de Norma Aleandro, Rosa de lejos, Andrea Celeste, Socorro: 5º año, Compromiso, Como pan caliente, Muñeca brava, Amor latino, entre otros tantos éxitos.
Y muchos recuerdan una actuación memorable en el papel del militar que secuestraba el cadáver de Eva Perón en el cuento de Rodolfo Walsh, Esa mujer, adaptado en 1984 por Carlos Somigliana para el ciclo Cuentos para ver. En 1991 fue reconocido con un Martín Fierro por su interpretación en el reconocido ciclo Atreverse.
En cine lo distinguieron con un Cóndor de Plata en 1982 como revelación por su trabajo en Tiempo de revancha de Adolfo Aristarain. Junto a él también rodó La parte del león, La discoteca del amor, La playa del amor y Últimos días de la víctima. También brilló en Tacos altos, Contar hasta diez, La cruz invertida, Memorias y Olvidos, la recordada comedia La clínica del Dr. Cureta, con Gianni Lunadei interpretando al inefable médico Saúl Cureta, Alambrado, Cuatro caras para Victoria, Momentos robados, Los Pintín al rescate, Operación Fangio y Ciudad del sol, su último film.
El teatro le fascinaba, por eso la muerte lo halló de gira, trabajando, recorriendo el país con su oficio más preciado. En los 60 se inició con América Hurrah y siempre rememoraba su trabajo en Cyrano de Bergerac, obra que le apasionaba y en la que se divertía por la época en que se desarrollaba y por sus textos.
Maly era muy familiero, divorciado de su primera mujer, Esther Ferrando, llevaba más de treinta años casado con Marta Klopman, con quien tuvo dos hijos, Alejandro y Exequiel. Ocurrente como pocos, sabía reírse de sí mismo, por eso comentaba que se había hecho popular gracias a la publicidad del vermut Cinzano que dirigió en capítulos Pino Solanas. Siempre repetía que él le debía a su carrera un protagónico. Y quienes lo querían bien le respondían que era tan excelso profesional que hacía que todos sus papeles lo fueran.