Trabajó con Alfredo Alcón y Peter Fonda, fue telonero de Bowie, pero se hizo famoso con Adrián Suar
Es músico; fue telonero de David Bowie, Jimmie Vaughan y Molotov; trabajó junto a Peter Fonda; es director, autor, actor y hace más de treinta años que se luce en televisión, teatro y cine, pero ganó popularidad con una publicidad de analgésicos que protagoniza junto a Adrián Suar. Se llama Hernán Jiménez, pero le dicen Curly , como el personaje de Los tres chiflados. “Por mi parecido físico y no por la gracia”, aclara con humildad. En una charla con LA NACIÓN, habla sobre su pasado como músico, cuenta por qué se decidió por el teatro y reflexiona sobre una popularidad que lo sorprendió . Por estos días se despide por un tiempo de Cyrano, la obra que hizo todo este año en el Teatro San Martín junto al Puma Goity, pero adelanta que van a hacer temporada en Mar del Plata, en el Teatro Tronador. Además, dirige a Carlos Belloso en El aparato, un unipersonal que puede verse los días 18 y el 25 de septiembre en el Teatro Chacarerean (Nicaragua 5565, CABA), a las 20.30.
Hernán Jiménez es conversador y disfruta la propuesta de remontarse al pasado y recorrer su historia. “Debuté en cine con Una sombra ya pronto serás, de Héctor Olivera y con Miguel Ángel Solá y Pepe Soriano. Una experiencia alucinante. Vengo del palo de la música, de la gloria del under ochentoso. Y a partir de casualidades o causalidades de la vida me dediqué al teatro”.
-¿Y cuáles fueron esas casualidades o causalidades?
-Entré a trabajar en producción de un programa infantil en Canal 13, La isla de los wichis, por el tío de un compañero de colegio y me fui metiendo en el mundo del teatro. En realidad, data de mucho antes porque a los 3 o 4 años hacía publicidades; era de esos nenes con corte taza. Después fue desapareciendo en mi vida y volví al teatro ya a los veinti tantos, a estudiar y hacer Inodoro Pereyra, con Hugo Varela. En mi carrera me crucé con gente hermosa y grosa como Alfredo Alcón, Enrique Pinti y hasta me ha tocado hacer una película con Peter Fonda.
-¿Cómo fue?
-Hicimos una película en inglés, Cobrador in God we trust, una coproducción con México y Brasil, dirigida por Paul Leduc, con Antonella Costa. Una película extrañísima, de cine arte que se hizo acá. Fue una experiencia espectacular.
-También hiciste un documental sobre la vida de Luca Prodan, ¿lo conociste?
-No. Llegué a través de Rodrigo Espina que fue el director y autor, y con él y Ricardo Becher hicimos una investigación muy grande. Fue un proyecto que tardó diez años en ver la luz, pero fue maravilloso. Rodrigo fue quien hizo el corto con Luca, allá por los 80, y yo tenía mucha vivencia de esa época de un montón de lugares y situaciones porque tocaba con bandas; soy trompetista y cantante . Fue bueno entonces tener una cabeza musical para el armado, y en este último tiempo me volqué a la dirección también.
-¿Ya se conocían con Carlos Belloso?
-Con Carlos Belloso nos conocimos hace mucho tiempo porque hicimos juntos La tempestad en el Teatro San Martín, con Alfredo Alcón. A partir de ahí, nos hicimos amigos y trabajamos juntos muchas otras veces; tenemos un montón de aventuras por las que hemos pasado, por ejemplo, el regreso de Piluso y Coquito en el magazine Qué espectáculo, en Canal 13. Estábamos atrás del proyecto del programa propio, pero no se dio, por distintas cuestiones.
-¿Y cómo surgió este último proyecto?
-Carlos me llamó hace tres años para decirme que tenía una idea para una obra vanguardista y quería que yo la dirija. Fue una sorpresa grata y me encantó compartir el laburo porque somos amigos y le tengo un gran respeto artístico. Una doble alegría, algo así como el sueño del pibe. Carlos es una máquina de proponer y fue muy fácil transitar el camino y llegar al puerto que queríamos. El aparato salió en el medio de trabajo, a pulmón, porque no tenía nombre al principio. Estrenamos el año pasado antes de las elecciones primarias, y lo aclaro porque fue un poco premonitorio de lo que estaba por venir; de alguna manera, se adelantó al auge mundial de los gobiernos de derecha. Nos inspiramos en 1984 de George Orwell y en Realismo capitalista de Mark Fisher, que hablan de las sociedades que se dejan seducir por gobiernos de derecha, que lo que menos quieren es ayudarlos. Pronto entendimos que la realidad superó a la ficción porque en el medio del armado de este unipersonal pasamos por un montón de situaciones como la pospandemia, el atentado a la vicepresidenta... Con El aparato queríamos exorcizar lo que sucedió después y, en cambio, fue premonitorio.
-También estás haciendo Cyrano, ¿es fácil desdoblarte?
-Sí. Llevamos 130 funciones en el San Martín y es algo poco usual. Ya terminamos este fin de semana, con una función a beneficio de la Casa del Teatro, el 8 de septiembre. En realidad, no terminamos, sino que ponemos pausa porque en octubre y noviembre tenemos algunas fechas a en el Teatro Tronador de Mar del Plata y en diciembre, arrancamos la temporada ahí y vamos a estar todo el verano. Ojalá volvamos en abril al San Martín porque los espectadores quedan fascinados. Y en verano también vamos a hacer un espectáculo de humor con Larry de Clay, Llamen a Moe (risas), como la canción que habían hecho en Todo por dos pesos con la melodía “De música ligera”, de Soda Stereo. Estamos muy contentos porque además vamos a hacer radio también, así que se viene un verano agitado. Y estos días ya arranco a filmar una película que se llama Lo peor está por venir.
-¿Por qué te dicen Curly?
-No por ser gracioso como Curly de Los tres chiflados porque me encantaría. En realidad, es un apodo que me acompaña desde mi adolescencia heavy metal porque tenía el pelo largo y con rulos, y de un día para el otro me agarró la locura y lo corté; y como aparecí rapado y rellenito, empezaron a decirme Curly, pero no por ser gracioso sino porque me parecía.
-Tenés un pasado musical con mucha experiencia, ¿qué recuerdos tenés de esos años?
-Hermosos. Una locura. Toco la trompeta y canto y tuve varias bandas. Toqué con los Yaría brothers, que era una banda de blues, con Jimmie Vaughan, con Los lobos, hice estadios, estuvimos en la cancha de Huracán, y en la de Ferro, fuimos teloneros de David Bowie, No doubt, Molotov. Fue maravilloso. Tocamos con Lo bruno, la última banda oficial que tuve. Ganamos un concurso del gobierno de la Ciudad y Rock and Pop en el 97 para grabar nuestro disco, y además ser teloneros en ese festival. Y de Argentina tocamos nosotros y Willy Crook. Fue maravilloso.
-Decís que fue tu última banda, ¿por qué?
-Porque me volqué de lleno al teatro. Estuve a punto de ser parte de Las pelotas, pero el teatro me fue ganando cada vez más. Encima al principio trabajaba con Hugo Varela y fusionaba todo lo que me gustaba, el humor, la música y teatro.
-No pudiste hacer las dos cosas al mismo tiempo...
-No, porque fue todo al mismo tiempo. Estábamos por grabar con Polygram y justo entré a trabajar a Inodoro Pereyra, hicimos giras y era imposible hacer las dos cosas. No podía ensayar, tener fechas para tocar... Me abrí y me la perdí. En ese momento, tuve que decidir y lo hice por lo que me estaba dando de comer, el teatro. Siempre digo que no soy gordo, sino que el músico me quedó adentro y no pudo salir y convive con el actor (risas). A la distancia no me arrepiento de nada y estoy feliz con la vida que llevo y con mi familia.
-¿Cómo es tu familia?
-Somos una familia de artistas. Mi mujer se llama Marisa Do Brito Barrote es autora, profesora, cantante. Y mis hijos todos están en el arte. La mayor, Mara, es diseñadora y actriz; era la bebé de la película No sos vos soy yo. Ahora tiene 22. Lila es la de medio y hace animación; y Lionel es el más chico y es músico. Me gusta el camino recorrido con esfuerzo y pasión por lo que amo. Soy muy afortunado de poder hacer lo que me gusta y vivir de esto... Bueno, por momentos sobrevivir (risas).
-Sin embargo, pese a todo lo que hiciste, la popularidad te llegó con una publicidad de un analgésico con Adrián Suar...
-Totalmente. Estoy feliz y muy agradecido porque hace siete años que trabajamos juntos. Cuando estaba haciendo Filomena Marturano con Claudia Lapacó y Antonio Grimau, hice un casting y quedé. De entrada, la relación con Adrián fue bárbara . Lo había conocido en 2001 cuando ya era gerente de Canal 13 y yo hacía Piluso y Coquito, y no nos volvimos a cruzar hasta 2017 para hacer esta publicidad y pegamos onda enseguida. La gente me habla como si fuera parte de su familia y es algo increíble. En siete años pasamos por todos lados: empezamos en una farmacia, seguimos en una cancha de fútbol, nos fuimos al espacio, fuimos vikingos, apareció Indiana Jones, Rápido y furioso, ovnis que me abducen... Hasta hicimos comerciales que no salieron por un tema de derechos. Hay algo en el reconocimiento de la gente que te gratifica y ratifica que lo que hacés llega bien. Y seguiremos haciendo todo lo posible para Adrián se sienta bien... (Risas).